Santiago Carrillo y Felipe González, ¿dos caras de una misma moneda?

Santiago Carrillo y Felipe González
Darío Herchhoren

Hace ya años, cuando se estaba fraguando ese engendro que se llamó transición en España, Santiago Carrillo entonces clandestino, se convirtió en el interlocutor que la burguesía española necesitaba para acabar con el PCE. Carrillo, fiel servidor de la burguesía comenzó la obra de demolición y viajó a los USA en forma inexplicable, ya que de conformidad con la legislación de los USA, los comunistas no podían obtener visado para entrar en el país. Sin embargo, esto no fue un obstáculo para el diligente Carrillo, que logró que la Trilateral Comission donde estaba lo más granado de la gran burguesía mundial, hiciera de valedor para ese viaje.

Nunca se explicó cómo fue posible que entrara en los USA. La explicación es muy sencilla: Llevaba en su maleta la dinamita para despedazar al PCE, que para entonces estaba organizado, y arraigado entre la clase obrera española. A pesar de sus servicios a la burguesía franquista, la torpeza de esa clase es tan enorme que en vez de levantarle a Carrillo un monumento en la Puerta del Sol de Madrid por sus excepcionales servicios de dinamitero siguen denostándole. Hay un hecho sintomático que es necesario resaltar en todo esto. El rey Juan Carlos, en contra de todas las tradiciones borbónicas va a la casa de Carrillo, está en su velatorio, y personalmente da el pésame a su familia. Se trata de un gesto excepcional y que da la medida de los servicios que Carrillo presta ya no solo a la propia monarquía, sino al mismo sistema económico capitalista español.

Enrique Líster, un revolucionario de verdad, escribió un libro poco conocido con el sugerente título de “Así destruyó Carrillo al PCE”, lo desnuda totalmente, y plantea la posibilidad cierta de que Carrillo haya sido siempre un servidor de la gran burguesía española, vicaria del imperio USA.

Personalmente tengo la firma sospecha de que Líster está en lo cierto.

Han pasado ya muchos años desde la maldita transición “modélica”, que se ha convertido en un producto español de exportación. Lampedusa y su Gattopardo ha tenido un gran epígono, y sus enseñanzas calaron hondo en España. Todo debe cambiar para que todo siga igual. Se barajan los naipes y se da juego; pero el mazo de naipes es siempre el mismo, y los fulleros también.

Pero hete aquí, que las circunstancias han llevado a que como explicaba Marx, la historia se repite dos veces: Una como tragedia, y otra como farsa.

La tragedia la produjo Carrillo desarmando a la clase obrera y privádola de una herramienta útil para la lucha política.

La farsa, se ha producido hace pocos días en la reunión del Comité Federal del PSOE.

Me explicaré: Nunca consideré que el PSOE fuera ni por asomo el partido de la clase obrera. Más bien el PSOE era el portavoz de la clase media media y baja; de la pequeña burguesía, de sectores “progre” de la iglesia católica, de los estudiantes. No es un partido de clase por su composición social heterogénea y esa transversalidad (como se dice ahora) le lleva a adoptar posturas oportunistas ajenas a los intereses de la clase obrera.

Sin embargo y ante la posibilidad de que se produjera en España un nuevo gobierno del corrompido PP, el PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza, comenzó a explorar la posibilidad de formar gobierno con otro partido oportunista como Unidos Podemos y con partidos nacionalistas vascos y catalanes. Eso abrió la veda, y el farsante y corrupto señor X del GAL y de la cal viva, junto con el grupo mediático Prisa, dueño del diario El País y de la cadena radial SER se dedicaron a conciencia a liquidar ese proyecto en un espectáculo grotesco y farsesco y consiguieron decapitar esa posibilidad matándola en la cuna.

A día de hoy, el PSOE se debate internamente, totalmente desgarrado a apoyar un nuevo gobierno del Partido Podrido. Y todo ello para consolidar al Ibex 35, que es en realidad el que gobierna en España.

El muerto Carrillo, ha encontrado un insospechado seguidor que se llama Felipe González Marquez, o señor X. Aunque no soy creyente, que dios nos coja confesados.

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