Como ha sucedido a partir de los años cincuenta los combustibles fósiles han condicionado el desarrollo de la economía y las condiciones de vida de millones de habitantes del mundo y el exceso de acumulación de un pequeñísimo número de empresarios. Claro que el problema no es causado por el petróleo, el gas y el carbón. El problema tiene su causa en la forma monopolística de apropiación de algunas sustancias de la naturaleza y su forma de comercialización.
Las primeras empresas que se propusieron monopolizar el petróleo fueron norteamericanas y eso correspondía a la política del Gobierno de los Estados Unidos, que ya desde los años 20 el presidente Harding planteaba: “se presume que llegará el día en que la hegemonía mundial pertenezca a la nación que posea petróleo y sus derivados” [1]. Siguiendo esa política los gobiernos estadounidenses decidieron prestar apoyo económico y político especial a todos los ciudadanos o empresas “que buscan concesiones o derechos sobre petróleos”.
En esos años se propusieron adquirir yacimientos petroleros en todo el mundo, especialmente en América Latina. En los años 40 como consecuencia de la guerra en la cual todavía no participaban, pero previendo que la guerra que se desarrollaba en Europa dispararía el consumo de los combustibles fósiles, la Administración de Petróleo en Tiempo de Guerra de los Estados Unidos identificó: “La necesidad de emprender una acción inmediata a fin de adquirir derechos de propiedad y dirección sobre las reservas de petróleo extranjeras” [2].
Como se ve la política de los gobiernos norteamericanos ya establecían la necesidad de monopolizar los yacimientos petroleros de todo el mundo para lo cual prestaban un apoyo tanto político como económico a las empresas de ese país que tuvieran el mismo objetivo. Estas acciones validaban la visión de Lenin de que la economía capitalista se enrutaba hacia la monopolización.
Hasta la caída del socialismo en Europa los combustibles fósiles, especialmente el petróleo estaba monopolizado por las llamadas Siete Hermanas, cinco de las cuales eran estadounidenses y dos inglesas, las cuales controlaban el 90 por ciento del mercado del petróleo mundial, además controlaban el 75 por ciento de las reservas del petróleo del mundo capitalista. Las empresas norteamericanas eran: la Standard Oil Company de Nueva Jersey y California, la Gulf, la Texaco y la Socony-Mobiloil y las inglesas Royal Dutch Shell y la British Petroleum.
Ahora otros son los países y las empresas monopolizadoras tanto del petróleo como del gas y el carbón. El nuevo panorama esta constituido por las empresas rusas, chinas e indias. Por ejemplo, Rusia vende el 40 por ciento del gas que se utiliza en la Unión Europea. Estos países necesitan tanto este combustible ruso que, en contra de la oposición de los Estados Unidos, aceptaron la construcción de un gasoducto de aquella nación que termina en la Europa. No obstante la provisión de ese gas, los precios del combustible están disparados en la Unión Europea.
La Organización de Países Exportadores del Petróleo, OPEP, “coordina y unifica las políticas petroleras entre sus países miembros con la finalidad de garantizar unos precios estables. Lógicamente, estos países tienen una gran incidencia en el precio del petróleo a nivel mundial. Además, la OPEP controla un poco más del 40 por ciento de la producción del petróleo. Para mayor control de la producción de cada uno de los países fijan, desde los años 80, el porcentaje de producción de cada uno de estos países. Aunque su objetivo inicial no era monopolizar el crudo sino impedir que las siete hermanas le impusieran bajos precios de compra de este producto, las dinámicas capitalistas convirtieron ese ente en un monopolio más proclive a elevar los precios del crudo.
Los miembros de la OPEP son: Angola, Arabia Saudita, Argelia, Ecuador, Emiratos Árabes Unidos, Gabón, Irán, Iraq, Kuwait, Libia, Nigeria, Catar, Venezuela. Es necesario destacar que estos países neutralizaron en los años 70 el monopolio que ejercían los Estados Unidos e Inglaterra en el mercado mundial petrolero.
Los monopolios petroleros de las empresas estadounidenses e inglesas impusieron precios bajos que favorecieron el desarrollo de las industrias de esos países. Pero esos precios les llenaron sus arcas hasta el punto que los cuatro monopolios que reemplazaron a Las siete hermanas tenían capitales varias veces superiores a sus inversiones iniciales.
La reacción de los precios de los combustibles ante las variables situaciones sanitarias de este semestre ha sido la siguiente: el último año el precio OPEP del petróleo se ha incrementado un 56,33 por ciento. Pero algunos analistas ante la dinámica de los últimos días afirman que el año próximo el precio podría llegar a los 120 dólares.
El efecto de la pandemia y la dinámica propia de los agentes manipuladores de la geopolítica del petróleo movilizaron sus precios de 74,651 el primero de julio del 2019, hasta el primero de abril del 2020, 17,64 dólares. Con los instrumentos que poseen los monopolios hoy enrumban el precio hacia los 100 dólares. Por supuesto, arrastran a niveles astronómicos el gas, el carbón y consecuentemente la electricidad.
El impacto del aumento de la energía domiciliar está provocando un efecto político que puede tener consecuencias sobre el modelo económico neoliberal, las movilizaciones populares exigiendo nacionalización de los servicios de electricidad. Para evitar el descontento social en Francia por estos incrementos en las tarifas de energía domiciliares, el presidente Macron en Francia está ofreciendo un subsidio a las familias pobres y de clase media hasta el mes de marzo.
José del Río https://semanariovoz.com/geopolitica-del-petroleo/