Manuel Olarieta
Dentro de la historia del pensamiento
humano, la figura de Marx sobresale y se agiganta a cada momento. La
lenta y laboriosa recopilación de las Obras Completas de Marx y
Engels sigue siendo un filón inagotable de muchas cosas, pero sobre
todo de sorpresas. Marx es un iceberg. No le conocemos, y los
marxistas -con poquísimas excepciones- menos que nadie.
A Marx le está ocurriendo como a
Aristóteles, a quien llegamos a través de Tomás de Aquino y la
Escolástica. También Marx tiene a sus propios escolásticos
empañados en falsificar cada línea de su pensamiento. Con su
insustancial retahíla de citas literales creen que ya está todo
dicho, cuando en realidad todo está por decir y -sobre todo- por
hacer.
Así lo prueba la publicación, por
vez primera, de los apuntes de Marx sobre geología, que datan de
1878, con anterioridad a sus investigaciones etnológicas sobre las
sociedades primitivas no occidentales.
Lo más sorprendente es que el
interés de Marx por la geología no fue nada episódico ya que los
manuscritos ocupan más de 650 páginas en letra impresa.
Al morir Marx los papeles pasaron a
manos de Engels y de ahí fueron a los archivos de la
socialdemocracia alemana, que a mediados de los años veinte entregó
una parte al Partido Bolchevique, previo pago de una cantidad
importante de dinero. Pero se quedaron con otra parte y en 1933 los
nazis se apoderaron de ella, yendo a parar a Copenhague y luego de
vuelta a Londres. Se intentaron editar en 1980, pero el proyecto se
paralizó ocho años después, volviéndose a reanudar la
recopilación en 2003.
Los editores han tardado una década
en llevar los manuscritos a la imprenta y esperemos que no transcurra
otro tanto para leer la traducción.
También hay que esperar que la
estupidez característica de la intelectualidad burguesa no vuelva al
tópico falaz de que la burocracia stalinista escondió estos
manuscritos en un cajón, como hicieron con los de economía y
filosofía o con los de matemáticas…
¿Por qué le interesaba a Marx la
geología? En principio para asentar su tesis sobre la renta de la
tierra, que formaba parte del último tomo de El Capital. Es
característico del estilo marxista exhaustivo, que sus discípulos
-con poquísimas excepciones- no han seguido. En la exhaución
marxista destaca la unión entre la naturaleza y la sociedad que ya
aparecía en los manuscritos sobre filosofía y economía, que echa
por tierra la separación entre ciencias naturales y ciencias
sociales, y entre ellas y la filosofía, que es tanto como decir
entre la teoría y la práctica: «Algún día habrá una sola
ciencia», pronosticó Marx (1)
y lo que hizo fue ponerse a la tarea, lo mismo que Engels, cuyos
manuscritos sobre la Dialéctica de la naturaleza (2)
son otra de las joyas del pensamiento científico de todos los
tiempos.
Pero hay un aspecto en los apuntes
sobre geología de Marx que Martin Hundt pone acertadamente de
manifiesto: la metodología científica (3),
uno de los más tergiversados por su discípulos. Un tópico de la
intelectualidad burguesa acostumbra a comparar (por no decir
equiparar) al marxismo con el evolucionismo, pero se olvidan de la
geología. En 1852 en la Contribución a la crítica de la
Economía Política Marx el propio Marx ya había comparado a la
geología con la historia. Las reflexiones de Marx sobre la
metodología científica en la misma obra, («El método de la
economía política») tampoco se publicaron en su momento, y el
ponerlas por escrito no ha cambiado la situación: siguen siendo
ignoradas, quizá porque el método aparece al final como un
apéndice, y no al principio, a diferencia del pensamiento burgués.
Quizá el lector llega al final ya muy fatigado por la lectura. O
quizá porque…
… porque una parte de esa
metodología son los geniales añadidos de Engels, que fue uno de
esos poquísimos que no sólo entendió a Marx sino que fue él quien
le llevó de la mano desde que se conocieron. Poco antes de morir, en
su carta inconclusa a Vera Zasulich Marx volvía de nuevo sobre esa
sorprendente comparación entre la geología y la historia (4).
A lo largo del tiempo los modos de
producción se suceden en una forma análoga a los estratos del suelo
(ley de Steno). Pero lo mismo que el geólogo cuando perfora la
tierra, el historiador no investiga los hechos cronológicamente sino
que empieza por el final. En la superficie de la tierra las capas más
superficiales son las más recientes. Excavar es remontar en el
tiempo. En la historia, escribió Marx, «la última forma
considera a las formas pasadas como grados que conducen a ella»
(5).
Otro aspecto importante que Hundt
apunta también con agudeza: la geología está en el origen de la
teoría de la evolución, porque no sólo las especies vivas cambian,
sino también la geografía, la atmósfera, el suelo y los océanos.
Lo que hasta entonces se consideraban objetos «inanimados»
no lo eran tanto. Nada permanece, todo está en continuo desarrollo,
hasta las piedras.
Pero eso no es todo. En geología el
tiempo, los cambios y las diferentes etapas se miden en eones, una
unidad indefinida del orden de miles de millones de años. Dios no
pudo crear el mundo en seis días, ni su duración podía ser de sólo
4.000 años, como decía la Biblia. En fin, la geología descubrió
el tiempo, que es la quintaesencia de la dialéctica, y aún más:
que ese tiempo no era reciente sino de auténtico vértigo.
Referencias:
(1)
Marx, Manuscritos, economía y filosofía, Alianza, Madrid,
pgs.152 y 153.
(2)
Engels, Dialéctica de la naturaleza, Akal, Madrid,
(3) The
Connection of Mind and Nature: Marx’s 1878 Notebooks on Geology
(http://marxismocritico.com/2013/10/18/the-connection-of-mind-and-nature-marxs/)
(4) Marx
y Engels: Obras Escogidas, Progreso, Moscú, 1978, tomo III, pg.163.
(5) Marx
y Engels: Contribución a la crítica de la economía política,
pg.275.
Para descargar el artículo:
https://mega.co.nz/#!3dpjAChR!TnV4Rxlbp3ymw-h7lxyZ1kC1Rj5Kl1UuoR0KmeHFNi4