Nuestro hombre en La Moncloa

B.

Así veníamos a decir -en referencia a Oriol Junqueras, presidente de ERC-, con alguna desfachatez y no poca osadía, en un articulillo publicado en este blog (exactamente el 26 de diciembre de 2017), aventurando la puesta en libertad de Junqueras para batirse el cobre de la hegemonía independentista en la arena política con Puigdemont, hombre de la antigua Convergencia i Unió y sucesor de Artur Mas.

No ha sido así, pero tampoco ha hecho mucha falta. De hecho, Junqueras ha hecho unas declaraciones en TVE y Puigdemont tuitea desde Bruselas cuantas veces le venga en gana. La prensa convencional españolista, fiel traductora de la política unionista del poder central -con Rajoy o Sánchez, tanto da en cuestiones de Estado-, que no es otra que dividir el fuerte movimiento independentista catalán, ya empieza a decantarse por la «línea», digamos, de Junqueras, etiquetado como «vía pragmática», eufemismo por no llamarle, como harían sus bases, «botifler», mientras que el exalcalde de Girona, Puigdemont, representaría la «línea dura».

Pudiera pensarse, en principio, por sus orígenes, que los papeles están cambiados, pero no, y así como el fascio hispano se la tiene jurada a Carles Puigdemont, que no da su brazo a torcer desde, por supuesto, su «dorado» exilio, como gusta decir lo más rastrero de los plumillas españoles, y no españoles, le alaba el gusto a Junqueras, al católico y republicano Junqueras, por su moderación, pragmatismo y, acabemos, su «seny», su sensatez.

Así lo entienden los magistrados del Tribunal Supremo español que -leemos en La Vanguardia- «no está dispuesto (el Supremo) a transigir si considera que la resistencia a cumplir sus resoluciones -y muy en particular la de suspensión de los diputados Puigdemont, Junqueras, Rull, Turull, Sánchez y Romeva- deriva en una desatención o desobediencia manifiestas». Palabras más bien dirigidas, a juzgar por el debate habido en el Parlament catalán, a un irredento e indesmayable Puigdemont y JxCat, que no parecen mostrar voluntad de acatar ni aceptar ni ejecutar la suspensión acordada, al contrario que ERC, más «pragmáticos», ya se dijo, donde Junqueras y Romeva ya han designado a quien sustituirles (el diputado Sergi Sabrià). Diferentes actitudes que el Supremo tiene en cuenta dando espaldarazos a quienes se muestran más «templados» en sus pretensiones secesionistas, léase Junqueras, cuyo objetivo -leemos ahora en El País- «es que el nuevo discurso de ERC cuaje entre las bases y que ello le dé el liderazgo del movimiento, que estos últimos meses -continúa el diario madrileño- ha quedado en manos de los sectores más radicales de la ANC y de Junts per Catalunya».

O sea, la vieja política idealista burguesa maniquea de dividir entre «buenos» y malos». Los primeros, una vez ablandados y entrados en razón, bien morigerados y en salazón, ya sabemos quienes son para la purria facha. Son los «dialogantes»; los otros, los «fanáticos» e intolerantes.

Buenas tardes.

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