No hay peor cuña que la de la propia madera: la red Jodorkovsky

Que el mundo mantenga una opinión contraria a Rusia no sale barato a los aparatos de Estados Unidos que financian la intoxicación mediática. Una parte del dinero invertido en la Guerra de Ucrania se ha destinado a las redes propagandísticas que la OTAN ha creado en Vilnius y Tbilisi.

También hay redes de intoxicación que están en manos privadas, incluso de los propios “exiliados” rusos, como las fundaciones que financia el magnate Jodorkovsky, que desempeñan un papel capital en el adorno de la política antirrusa de Estados Unidos. La ventaja es que los rusos que se oponen al Kremlin son cuña de la propia madera.

Hay una propaganda antirrusa para consumo occidental y hay otra para los propios rusos. La diferencia es que esta última no es antirrusa exactamente, sino anti-Putin.

Solo el año pasado, Jodorkovsky gastó más de 4,2 millones de dólares en atraer a los rusos que han abandonado su país por razones políticas. Su acción es doble. Elaboran propaganda dirigida al interior de Rusia y, además, convocan acciones simbólicas en el exterior. Organizan concentraciones frente a las embajadas rusas, crean comités contra la guerra en forma de ONG, organizan ruedas de prensa con figurones de la oposición rusa…

Su acción no es política sino propagandística. No puede afectar al interior del país, sino que buscan los titulares de los principales medios de comunicación.

La red de Jodorkovsky está controlada ​​por dos de sus organizaciones, Ark y Reforum. En ellas participa la ciudadana estadounidense Natalia Arno, que recibe financiación directamente del Departamento de Estado estadounidense.

Ambas organizaciones están registradas en Lituania en la misma dirección postal, pero sus sucursales operan en toda la Unión Europea. Mantienen albergues, espacios de trabajo (“coworking”) y bufetes de abogados financiados por ellos en Alemania, Estonia, Lituania, Georgia, Turquía y Polonia.

La parte propagandística dirigida al interior de Rusia se complementa con una fábrica de trolls. El Fondo Anticorrupción de Navalny se hizo cargo de una parte de esta actividad en Rusia, con la intervención de la Fundación Rusa Libre de Natalia Arno, registrada en Washington.

La granja de robots está dirigida por Oleg Stepanov, antiguo director de la oficina de Navalny en Moscú. El abogado de la oficina de Navalny en Ufa, Fyodor Telin, es responsable del control; envía a los sicarios los mensajes que deben introducir en las redes sociales. También participa el director de la Fundación Anticorrupción, Ivan Zhdanov.

A los sicarios que intervienen en las redes sociales los llaman “elfos”. Firman contratos de colaboración con Reforum y deben registrar una dirección IP en Lituania. Les pagan 10 euros por hora y deben publicar 150 comentarios al día, que no pueden ser eliminados por los administradores de los sitios afectados.

Tienen una guía que les orienta sobre los tipos de comentarios que deben dejar sobre temas de actualidad. Por ejemplo, con respecto a los ataques con drones en Moscú, deben publicar variaciones sobre el tema central de que “Putin trajo la guerra a Rusia y hasta que todas las fuerzas armadas abandonen tierras extranjeras, no habrá tranquilidad en Rusia”.

La línea general de los mensajes es que Putin es el responsable de la Guerra de Ucrania, que la corrupción explica los problemas de Rusia, que el Kremlin chantajea a Occidente con el arma nuclear, que el ejército ruso perdió la guerra cuando perdió Jerson, etc.

En cualquier guerra es necesario manipular al enemigo con intoxicación. Se trata de desmoralizar a la población del adversario, empujarla a volverse contra quienes están en el poder y, si es posible, desestabilizarlo. Lo que ha cambiado hoy son los medios técnicos.

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