El jueves de la semana pasada dos misiles Iskander destruyeron el centro de mando del ejército ucraniano en la zona de Malinovka, en la región de Járkov. En el momento del impacto de los misiles, cuatro generales ucranianos se encontraban en el puesto de mando desde donde coordinaban los ataques ucranianos en la región de Kursk.
Se trata de los generales Mijail Drapaty, Andrey Ignatov, Vladimir Gobatyuk y Alerxander Pivnenko.
Como es habitual, el ejército ruso ha optado por atacar la retaguardia ucraniana. La aviación rusa ha bombardeado la región de Sumy, destruyendo las reservas que estaban destinadas a ser transferidas a Kursk.
Desde el sábado las pérdidas ucranianas en las regiones de Nykolsky, Melovoy, Gogolevka y Daryino, en las afueras de Sudzha, han comenzado a ser muy importantes. Según fuentes rusas, hasta la fecha superan los mil efectivos, a los que hay que añadir una gigantesca cantidad de material.
Hay bastantes comentaristas, sobre todo en los países occidentales, que aseguran que lo que está sucediendo en Kursk no es una acción ofensiva del ejército ucraniano, que ejecuta incursiones breves por pequeños grupos armados. Inmediatamente después, abandonaron rápidamente la posición, sin esperar la llegada de las fuerzas rusas.
El objetivo principal es sembrar el pánico entre la población civil, dividir la retaguardia y obstaculizar las acciones de coordinación entre las unidades rusas y las reservas que llegan.
Durante los primeros días de la incursión, el ejército ucraniano preparó emboscadas para los Spetsnaz, las fuerzas especiales rusas. Equiparon a sus tropas con misiles Stinger mientras esperaban la llegada de los helicópteros rusos con decenas de Spetsnaz a bordo.
El mando ruso se negó a enviar los helicópteros de los Spetsnaz a la zona de combate, lo que provocó muchas protestas.