Casi cada párrafo de la última bufonada de Luis Felip López-Espinosa, publicado recientemente por Rebelión (1), me ha divertido, sobre todo cuando enuncia su pretensión de no redactar “el típico manual de marxismo”. Que no se preocupe: su manual no tiene nada que ver con el marxismo. Es una colección de tópicos revisionistas entre los que no podía faltar una alusión al “periodo stalinista” y al caso Lysenko “que entorpecieron el trabajo científico de numerosos intelectuales comunistas” (pg.55). Si en la URSS los intelectuales “comunistas” hubieran sido de la catadura de López-Espinosa no hubieran necesitado ni a Stalin ni a Lysenko: son tan torpes que se entorpecen ellos mismos.
No quiero ni imaginar lo que López-Espinosa entiende por “trabajo científico”, pero es posible que sea ese alpiste indigesto que nos sirven procedente de las universidades anglosajonas, lo mismo que si fuera comida rápida aderezada con tragos Pepsi-Cola light. Según él la ciencia se mantiene “como referente de toda la comunidad científica durante un periodo largo de tiempo” (pg.14). Por eso me siento aliviado cuando López-Espinosa asegura que “el marxismo no es una ciencia, afortunadamente”. Es más, si a eso le llaman ciencia, el marxismo no sólo no es una ciencia sino que está en contra de esa “ciencia” y de “toda la comunidad científica” que López-Espinosa utiliza como “referente”.
También es normal que afirmen que en la URSS no hubo tal chapuza de “ciencia” y que se lancen a largar, como López-Espinosa, lo primero que les viene a la cabeza sobre Lysenko, sin tener ni la más remota idea del asunto. Ni falta que les hace; parece ser que ellos llaman “ciencia” a ese estilo insustancial de escribir. Por eso no puede extrañar que en los países capitalistas la “ciencia” siga degenerando a pasos agigantados y a un desvarío le siga otro, como si se tratara de un concurso de alucinados.
Como cualquier otro movimiento, la ciencia avanza en forma de contradicciones, de polémicas y de debates. Por eso algunas de las obras científicas de Galileo llevan el título de “diálogo” precisamente. Se trata de discusiones que teatralizan un debate, preguntas que exigen respuestas y respuestas que suscitan nuevas preguntas. A lo largo de la historia del pensamiento humano nunca ha existido nada parecido a esa “comunidad científica” que López-Espinosa convierte en “referente” de no se sabe qué. Quizá de que a Giordano Bruno le quemaran en la hoguera, una buena muestra de que junto a esa “comunidad científica” que ejerce de tribunal de la inquisición, están los herejes y las brujas.
Donde no hay una pugna abierta de tesis contrapuestas no hay ciencia. A lo largo del siglo XX donde más progresó (y más rápidamente) la ciencia fue en la URSS, gracias -entre otras cosas- a los debates que se entablaron entre los científicos, algo a lo que no estamos acostumbrados en los países capitalistas, donde la ciencia es un trágala perro cuyo altavoz son esas revistas especializadas tan “prestigiosas” que se editan en Estados Unidos y Gran Bretaña y que sólo en raras ocasiones publicaron los artículos de los científicos soviéticos. En realidad, antes y ahora, no publican más que lo suyo.
Los debates científicos que se entablaron en la URSS fueron censurados porque el mensaje que tienen que inculcar acerca de aquella época es que nadie se atrevía a debatir porque era una dictadura en la que Stalin lo daba ya todo prefabricado. Pero hay algo aún peor que el silencio, la manipulación, y donde los imperialistas no pueden imponer el silencio, sus secuaces revisionistas imponen la manipulación. El ejemplo más evidente es lo que López-Espinosa califica como “caso Lysenko”, que él a su vez tergiversa sin pudor para ocultar lo más básico del “caso”: que el imperialismo orquestó toda una campaña mundial de descrédito en torno a un debate en el que participaron más de 700 científicos (2).
Lo mismo sucedió con la geología. Tres años después del congreso sobre biología se convocó otro sobre geología del petróleo en el que a Nikolai A. Kudriavtsev le tocó el papel de Lysenko para enunciar otra tesis a contrapelo del alpiste anglosajón: el origen abiótico y profundo del petróleo, que choca con las tesis dominantes acerca de su origen fósil. Buscar un artículo de Kudriavtsev que haya sido traducido y publicado por alguna de esas revistas “científicas” es como buscar una aguja en un pajar. No merece la pena esforzarse.
Las tesis de Kudriavtsev no eran tan novedosas. Ya fueron anticipadas a mediados del siglo XIX por el francés Berthelot y el ruso Mendeleiev. Resurgen en la URSS tras la II Guerra Mundial, como cualquier otro avance del pensamiento humano, por una necesidad acuciante: porque el petróleo es una materia prima que, como ya explicó Lenin, tiene un carácter estratégico. Los yacimientos de Bakú presentaban síntomas de agotamiento y los imperialistas pretendieron seguir asfixiando a la URSS, impidiéndole el acceso al petróleo de Oriente Medio.
Como era característico, la URSS movilizó a miles de científicos, no sólo para buscar nuevos pozos sino para replantear todas y cada una de las tesis admitidas en la ciencia acerca de la geología del petróleo. Todo se puso patas arriba: universidades, laboratorios, centros de investigación, expediciones científicas… Fue el proyecto científico más ambicioso de la URSS desde los tiempos del Goelro, el plan leninista de electrificación aprobado en 1920. En poco tiempo se publicaron unos 4.000 artículos, además de libros científicos sobre el petróleo, una campaña de expansión científica que no conoce ninguna clase de precedentes, la mayor y más rapida concentración bibliográfica sobre ciencia… a la que las caciquiles universidades occidentales siguen abolutamente ajenas. Naturalmente. Les basta el trágala perro.
Como en el caso Lysenko, si se examina -aunque sea superficialmente- toda esa gigantesca producción científica, por encima de la cantidad lo que destaca es la diversidad de tesis enfrentadas, las críticas y autocríticas y, en definitiva, la libertad de creación científica. A lo largo de un debate que se prolongó durante 20 años, algunos geólogos admitieron que nunca había habido ninguna revisión crítica similar de la hipótesis dominante sobre el origen fósil del petróleo.
El geólogo comunista I.M.Gubkin, precursor de la minería del petróleo en la URSS, había demostrado que la teoría lleva a la práctica y la práctica a la teoría (3). Las tesis de Kudriavtsev no sólo eran científicamente correctas sino que además dieron los frutos esperados. Hoy en Rusia las prospecciones aciertan en un 60 por ciento de los pozos que perforan, mientras que en Estados Unidos el porcentaje baja a sólo un 10 por ciento. La URSS puso a Rusia a la cabeza de la geología del petróleo. Aún sigue viviendo de los réditos científicos de la época soviética, que la han convertido en la mayor productora mundial de hidrocarburos.
Siguiendo las teorías de Kudriavtsev, en 1981 los soviéticos encontraron petróleo en los sitios más insospechados, a grandes profundidades, como el pozo del Tigre Blanco (Bach Ho), en las costas de Vietnam, a 5 kilómetros de profundidad, donde la Exxon se había quedado con las manos vacías. Aún hoy la empresa que explota el yacimiento utiliza una marca comercial, Vietsovpetro, que con la hoz y el martillo no deja lugar a dudas sobre su origen histórico. Como dice su página web, excavado en roca basal, el Tigre Blanco se ha convertido en un foco de atención para los científicos de todo el mundo (4).
Los mandarines actuales que manejan la “ciencia” y sus circuitos intelectuales van a tener que cambiar a marchas forzadas sus viejos y ridículos prejuicios. Les ha costado medio siglo mantener a la geología con la boca cerrada y ya se empiezan a tirar de los pelos. Por fin en 2003 la Asociación Americana de Geólogos del Petróleo convocó una Conferencia en Londres para discutir la teoría de Kudriavtsev. Lograron aplazar el debate para el año siguiente en Viena y luego lo trasladaron a Calgary (Australia)… En este asunto la “comunidad científica” de López-Espinosa sólo lleva 60 años de retraso respecto a la soviética. El investigador estadounidense F. William Engdahl los ha calificado como “intelectuales fósiles”, y se ha quedado muy corto.
Las tesis de Kudriavtsev no sólo cambiaron la fisonomía de la URSS sino que, teniendo en cuenta el peso del petróleo en las estrategias del imperialismo, pueden cambiar muchas otras cosas en el futuro. Si se mantienen en el silencio quizá sea porque no interesa que esas cosas cambien, que todo siga igual.
Mientras tanto la CNN califica de “disidentes” a los científicos que siguen las tesis de Kudriavtsev, al más puro estilo de la guerra fría en un artículo cuya lectura no tiene desperdicio (5). En fin, seguimos como en los más tenebrosos momentos de la Edad Media. A un lado está “toda la comunidad científica” y en el opuesto los herejes, los disidentes y todos los demás que -como Stalin, Lysenko y Kudriavtsev- dedican sus esfuerzos a entorpecer a los anteriores. Pero gracias a esta brujería petroquímica en Vietnam extraen 280.000 barriles diarios de petróleo, literalmente de las piedras. Un verdadero akelarre.
(1) Ser social y conciencia política, Rebelión, 25 de marzo de 2014, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=182448
(2) Lysenko. La teoría materialista de la evolución, http://pendientedemigracion.ucm.es/info/nomadas/trip/lysenko.html
(3) S.I.Mironov: I.M.Gubkin. An example of the close association of the scientific creative with the practical, en Petroleum Geology: A digest of russian literature on Petroleum Geology, 1959, vol. 3, núm. 4A. pgs. 209 y stes.
(4) Vietsovpetro, http://www.vietsov.com.vn/Pages/introduction_en.aspx
(5) Oil Without End? Revisionists say oil isn’t a fossil fuel. That could mean there’s lots more of it, 17 de febrero de 2003, http://money.cnn.com/magazines/fortune/fortune_archive/2003/02/17/337289/
Gracias por añadir bibliografía en este último artículo. Se agradece.