Los malos momentos de la Hermandad Musulmana, una herramienta de usar y tirar

El destino de la Hermandad Musulmana es el mismo de quienes se dejan utilizar por los imperialistas. Pronto pierden el interés que alguna vez les dieron. La Hermandad creyó que había llegado su momento con la Primavera Árabe y ahora se ven perseguidos y encarcelados en Siria, Túnez, Egipto, Emiratos Árabes Unidos…

La Primavera Árabe fracasó porque el imperialismo no logró su propósito, especialmente en Siria. Algunos de sus vástagos, como Hamas, están cada vez más alejados de ella, a pesar de su ambigüedad, o quizá a causa de la ambigüedad precisamente. Si a Hamas les queda algún hilo pendiente de la casa matriz, se ha convertido en el enemigo a batir ahora mismo.

El movimiento se ha atomizado. Desde el golpe militar que llevó al poder al general Abdel-Fattah Sissi hace diez años, la Hermandad Musulmana se ha dividido en tres facciones: una, clandestina, en El Cairo, otra en Londres y una tercera en Estambul.

Es lo lógico porque en el “islam político” lo que prevalece no son los “textos sagrados” sino las batallas políticas e ideológicas, que son bastante distintas en cada país.

Los “hermanos” hicieron del choque contra Irán, o sea, contra de la “herejía chiíta”, uno de sus caballos de batalla, pero han perdido la carrera, ejemplificada por el acuerdo entre la República islámica y la Casa Saúd.

Sus mejores apoyos, Qatar y la Turquía de Erdogan, también se han reconciliado con Arabia saudí, Emiratos Árabes Unidos y Egipto, que catalogan a la Hermandad como una organización terrorista.

En 2022 perdieron a sus dos figuras más destacadas: el predicador qatarí Yussef Qaradawi, durante mucho tiempo presentador en Al Jazira del programa “La sharia y la vida”, y el egipcio Ibrahim Mounir, dirigente de la organización, exiliado en Londres.

En Siria su derrota llevó a que los dirigentes que no han sido atrapados por el gobierno de Damasco se refugiaran en Turquía. Pero conociendo a Erdogan, son la moneda de cambio en sus negociaciones con los países árabes, especialmente con Egipto y Emiratos Árabes Unidos. Un reparto de Libia sería más valioso que el porvenir de un puñado de furibundos predicadores de la yihad.

Queda Hamas, al que la Hermandad se aferra como “un movimiento de liberación popular”. Por extensión, la solidaridad con Palestina bien podría convertirse en su último clavo ardiendo.

La principal preocupación son sus lazos con Irán, uno de los amigos más cercanos del gobierno sirio. Pero uno de los mecanismos de supervivencia de la Hermandad es la ambigüedad. Bien podría hacer la vista gorda para perdonar a Hamas sus relaciones con Teherán.

Lo mismo que en Siria y Egipto, en Emiratos Árabes Unidos ha llegado el momento de la represión. En 2013, en plena Primavera Árabe, 84 dirigentes locales de la Hermandad fueron detenidos y llevados ante los tribunales de represión política por segunda vez. La primera persiguió a una organización abierta y la segunda a la clandestina.

Desde 2014 Emiratos clasifican a la Hermandad Musulmana como “organización terrorista”. Uno de los acusados, Hassan Al Dokki, reside en Turquía, donde se mantiene en contacto con el Califato Islámico.

Es una de esas monedas de cambio con las apuesta Erdogan en Oriente Medio.

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