Los imperialistas quieren prolongar la Guerra de Ucrania el mayor tiempo posible

En el día 57 de la guerra ruso-ucraniana, el Ministerio de Defensa ruso anunció la conquista de la ciudad de Mariupol. Es hora de analizar cómo ha evolucionado la campaña militar en los últimos dos meses, cómo podría evolucionar en un futuro próximo y, sobre todo, cuáles serán sus repercusiones internacionales: cada vez está más claro que las potencias anglosajonas quieren utilizar el conflicto para debilitar a Rusia y, al mismo tiempo, desestabilizar a Alemania e Italia.

Poco menos de dos meses después del inicio de las hostilidades ruso-ucranianas, el Ministerio de Defensa ruso anunció la conquista de la ciudad de Mariupol, de unos 400.000 habitantes y situada en la costa del mar de Azov: sólo el gran complejo siderúrgico, parte del kombinat de acero construido en el Donbass en los años 30, sigue en manos de las ahora escasas tropas ucranianas, pero su caída es cuestión de tiempo. Rusia ha conseguido así un primer resultado estratégico tangible: ha recreado un puente terrestre con la península de Crimea (anexionada en 2014) y ha convertido el mar de Azov en un lago interior. Las fronteras de Rusia han vuelto así, en el frente sur, a la conformación de la primera mitad del siglo XVIII, cuando el Imperio zarista logró arrebatar el Mar de Azov a los turcos y entrar en los mares cálidos.

Resulta especialmente útil reconstruir cómo lo ha conseguido Rusia en el espacio de dos meses. En nuestro análisis del “día 1”, habíamos supuesto una campaña militar a gran escala que duraría entre 30 y 40 días y que llevaría a los rusos hasta el Dniéper y desde Odesa hasta el Dniester. Sin embargo, los hechos demuestran que esta opción, una campaña militar a gran escala en territorio ucraniano, nunca fue prevista por los estrategas rusos, que pensaron erróneamente que podían limitarse a una “operación militar especial” con fines eminentemente políticos, a saber, el derrocamiento del gobierno de Zelensky y el advenimiento de una junta militar que restaurara la cooperación tradicional entre Rusia y Ucrania.

Llamar a las operaciones que duraron del 25 de febrero al 31 de marzo la “Batalla de Kiev” es un error: a lo sumo, se puede hablar de una “intimidación de Kiev”, porque los rusos nunca se plantearon conquistar la ciudad en esta fase de la guerra. La “primera fase” de la campaña militar puede resumirse en el llamamiento de Putin a los militares ucranianos el 26 de febrero de 2022 para que tomen el poder y se deshagan de la “panda de drogadictos y neonazis”, facilitando así el inicio de las negociaciones.

Estos cálculos resultaron ser erróneos, ya que Moscú subestimó el grado de penetración de las potencias anglosajonas en el aparato ucraniano: en ocho años (el tiempo transcurrido entre la revolución de colores de 2014 y la actualidad), Londres y Washington dispusieron de medios para insinuarse hasta en el rincón más oculto del Estado y el ejército ucranianos, eliminando los elementos que podrían haber aceptado la llamada de Putin y derrocar a Zelensky.

En ese momento, los rusos se encontraron en una posición militar tan incómoda como improductiva: una cabeza de puente alrededor de Kiev, abastecida con grandes dificultades logísticas por Bielorrusia y expuesta a la guerra de guerrillas de los nacionalistas ucranianos. Mientras existió la posibilidad de una solución política al conflicto (las negociaciones celebradas en Bielorrusia y luego en Turquía), los rusos permanecieron a las puertas de Kiev.

Una vez descartado este escenario, se retiraron en buen orden del norte de Ucrania para perseguir objetivos militares más concretos en el sureste de Ucrania: es la “fase dos”, anunciada en los últimos días de marzo. El nombramiento del general Aleksandr Dvornikov, ya encargado de las operaciones militares en Siria, como comandante único del frente ucraniano, anunciado el 9 de abril, puede considerarse el punto de inflexión de la campaña, que cada vez adquiere menos connotaciones políticas y más militares. Sin embargo, hay que tener en cuenta que a los dos meses de iniciado el conflicto, Rusia aún no se había embarcado en la destrucción sistemática de la infraestructura ucraniana, que, de haberse seguido un enfoque puramente militar, debería haber tenido lugar en las primeras horas de la campaña.

La conquista de Mariupol (con sus fábricas de acero) anunciada el 21 de abril, con el consiguiente despliegue de tropas en la ciudad, debería ser el pródromo de la ya famosa “Batalla del Donbass”, para la que los rusos sentaron las bases al conquistar el saliente de Izyum el 24 de marzo: sobre el papel, se prefigura así una gran tenaza que, partiendo del norte y del sur, debería acercarse a la ciudad de Kramatosk. Los beneficios para los rusos serían múltiples: la destrucción del ejército ucraniano concentrado desde el inicio de las hostilidades en el Donbass (estimado en unas 40.000-60.000 unidades) y el perfeccionamiento de las futuras fronteras, para que la región a anexionar a Rusia sea compacta. En cualquier caso, aunque el ejército ucraniano sea severamente derrotado, es poco probable que la “Batalla del Donbass” marque el fin de las hostilidades.

Las potencias anglosajonas tienen interés en prolongar el conflicto el mayor tiempo posible y, para ello, se disponen a verter más y más armas en Ucrania para alimentar la “resistencia”. Reino Unido, en particular, que está desempeñando un papel destacado en Ucrania, como lo demuestra el viaje de Johnson a Kiev el 9 de abril, ha prometido enviar entrenadores, artillería, misiles antibuque Harpoon e incluso vehículos blindados para transportar sistemas antiaéreos Starstreak. La razón de esta actividad británica es que, en la “Tercera Guerra Mundial” que libran las potencias anglosajonas contra las continentales por el control de la Rimland, el cuadrante europeo de Eurasia ha quedado en manos de Londres, mientras que Washington y Canberra tienen que concentrarse en el Pacífico y China.

¿Qué esperan ganar las potencias anglosajonas prolongando la guerra en Ucrania hasta el final, creando una nueva “Siria” en el corazón de Europa? Cualquier comprensión geopolítica de los acontecimientos actuales debe abarcar Eurasia en su conjunto y, por tanto, el eje horizontal China-Rusia-Alemania (con sus numerosas ramificaciones verticales en Birmania, Pakistán, Irán, Italia, etc.). Prolongando el conflicto al menos durante todo el año 2022, lanzando más y más armas letales en el teatro de operaciones ucraniano, las potencias marítimas anglosajonas esperan :

— debilitar aún más a Rusia, a fin de hacer posible la caída de Putin y la reubicación estratégica del país en una función antichina (o al menos la desaparición de Rusia como factor de poder, tras la crisis política y el colapso socioeconómico);

— llevar a cabo la desestabilización de Europa, con especial énfasis en Alemania e Italia.

Los objetivos anglosajones de la guerra en Ucrania están en dos frentes: el ruso y el alemán. Las invectivas cada vez más violentas de Zelensky contra los dirigentes alemanes por no suministrar suficientes armas y obstruir el embargo total a Rusia ilustran este fenómeno. Exacerbando el conflicto en Ucrania y alargándolo hasta el próximo otoño, los angloamericanos esperan imponer el codiciado bloqueo de los suministros energéticos procedentes de Rusia, sumiendo así a Alemania e Italia, que son los más dependientes del gas ruso, en una grave y prolongada recesión económica.

En ese momento, el “eje medio” de Europa, que tiene su extensión natural en Argelia y tiende naturalmente a converger con Rusia y China, se vería sumido en el caos o, al menos, seriamente debilitado, también porque los anglosajones están trabajando activamente en tierra quemada allí donde los italianos y los alemanes pueden abastecerse, tanto en Libia como en Angola. Cada misil Starstreak enviado por los británicos a Ucrania es un misil para dejar sin energía a Alemania e Italia: todo indica que el otoño de 2022 será uno de los más difíciles que se recuerdan.

Federico Dezzani https://www.ariannaeditrice.it/articoli/dopo-la-conquista-del-mare-di-azov%20&%20Federico%20Dezzani

comentario

  1. Hola MARC:

    Por supuesto que podría estar ocurriendo lo que apunta Redacción sobre que al elevar el frente de Moldavia la Liga Otánica quiere prolongar la Guerra contra Ucrania cuanto pueda para entrampar a Rusia en los abstrusos laberintos de una guerra de poder, pero también puede estar ocurriendo que no pueden parar de escalar el conflicto armado, ya fuera de control ellos mismos y lo que pretenden controlar, precisamente porque debido a su negligencia, arrogancia e incompetencia radical, ahora les asisten las mayores urgencias para salir de la precaria, sino de caída libre, posición general en que se encuentran. Su posición, (la de los nazis no desnazificados hegemónicos todavía en el oeste-occidental) sería tan grave que toman medidas tan desesperadas como la de poner al mundo al borde de la apertura de la Caja de Pandora.

    Pero no solo eso; en este caso, con el asalto a Transnitria desde Moldavia se estarían revelando las prisas por elevar también a la desesperada un frente moldavo ahora de contención, como 600 kilómetros más hacia el oeste que el anterior, para sustituir al frente ya en desmorone del fracasado ataque nazi a Donestk. Esto seria lo esperable si a) prevén la descomposición del Ejército colonial Ucraniano en el frente de Donetsk a lo largo de este mes, y el derrumbe definitivo de las defensas de los galizios pro nazis oeste-occidentales y b) no previeron esa posibilidad cuando planificaron las provocaciones.

    La hipótesis alternativa es, pues, que la elevación de un frente de contención en Moldavia no es un submovimiento de la Liga Otánica para defender la salida al mar del régimen galizio nazi sino otra acción a la desesperada porque el sur de Europa Oeste está desguarnecido a causa de las acciones y omisiones de los negligentes y provocadores responsables de la Liga Otánica. Si esto es correcto, escalan e internacionalizan la guerra contra Ucrania porque la han perdido.

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