Recientemente China ha recibido al presidente alemán, Frank Walter Steinmeier, y al director adjunto del Consejo de Seguridad ruso, Dmitri Medvedev, haciendo saltar las alarmas de Washington.
Ya casi nada pasa por sus manos, así que el Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, tuvo que llamar por teléfóno al jefe de la diplomacia china, Wang Yi, para enterarse de lo que habían hablado.
Blinken estaba preocupado porque esos contactos no son una coincidencia. Naturalmente, sabiendo que no puede controlar ni a Rusia ni a China, no puede permitir que Alemania se le vaya de las manos.
Steinmeier es una de las pocas figuras políticas alemanas claramente enfrentadas al gobierno de Kiev. Además, desempeñó un papel decisivo en la negociación de los Acuerdos de Minsk, de los que Alemania salió garante.
Las últimas declaraciones de la ex canciller Merkel no le han debido hacer ninguna gracia. Lo mismo que el expresidente ucraniano Poroshenko, Merkel ha reconocido que los Acuerdos de Minsk fueron papel mojado. Las potencias occidentales nunca tuvieron intención de cumplirlos. No eran más que un intento de ganar tiempo para que Ucrania se rearmara.
La guerra empezó, pues, en 2014, con el Golpe de Estado fascista en Kiev y los criminales bombardeos sobre el Donbas. Ucrania no es más que el brazo ejecutor de la política preparada por las potencias occidentales, incapaces de cumplir con sus compromisos.