Los caminos de la revolución en Italia. De los años 70 en adelante (parte 6)

6. Las luchas en las prisiones: los Núcleos Armados Proletarios.
Estos tres años serán testigos también de las más importantes acciones de los NAP (Núcleos Armados Proletarios). Su historia es la historia de las luchas en las cárceles, luchas que serán paralelas en el movimiento de clase, con un mismo impulso, en el tiempo y en las referencias.
Impresiona ver como las primeras acciones serán revueltas violentas en las tres grandes prisiones metropolitanas de Turín, Milán y Génova, la misma geografía exacta de los polos obreros, y entre 1969 y 1970. Luego se da una generalización, las luchas se suceden y el movimiento revolucionario corre inmediatamente a apoyarlas desde el exterior. La explicación de esta sincronización hay que buscarla en la clase, con toda seguridad. Los años sesenta habían visto, en este vasto proceso de recomposición de clase y de los fenómenos culturales que lo acompañaban –la generación beat, los teddy-boys, el pelo largo, las minifaldas, la insubordinación y las tendencias libertarias- también la emergencia de nuevas formas de “bandidismo”, de fuera de la ley. Jóvenes procedentes de barrios obreros, de la inmigración, que rompían radicalmente con el destino de esclavitud en la cadena, decidiendo apropiarse de la riqueza social: eran los “pícaros”, los grupos de atracadores de bancos. Se convierte en un fenómeno importante, bien porque el ataque a los bancos era novedoso (de esta manera sistemática y difusa), bien por los caracteres homogéneos de estas nuevas bandas y sus marcadas diferencias con los ambientes clásicos.
Mientras que el antiguo medio delictivo era expresión del subproletariado (con toda su ambigüedad, bien tratada ya por Marx), y no era precisamente glorioso en cuanto a sus actitudes sociales, con una interiorización del orden y los valores burgueses (actitudes de opresión y explotación de los otros, prostitución al mejor comprador, colaboración con la policía, etc.) los jóvenes atracadores eran rebeldes, productos puros de barrios obreros,
en torno a los cuales estaban relacionados. Fue una generación de jóvenes combativos que, una vez en masa en las cárceles, consiguieron impulsar una dinámica de lucha. Y también consiguieron fácilmente relaciones con el movimiento revolucionario en el cual se reconocían, social y culturalmente. Será sobre todo esta composición de clase la que llevará el ciclo de luchas, junto a los numerosos proletarios que pueblan esos lugares alternativos a la fábrica. Por otro lado, será la figura del “proletario prisionero” la que se formalizará políticamente por el movimiento revolucionario, dándole una identidad y un lugar en la revolución de clase.
A la fase de revueltas destructivas siguió la tentativa de estructurarse, de alcanzar los objetivos que no eran sólo la mejora de las condiciones (si bien siempre importantes en el reducto carcelario), sino que serán también las prácticas de evasión, abundantes y sistemáticas, así como la práctica de respuesta a las violencias del aparato represivo. En estos aspectos, los núcleos de vanguardia creados por las luchas se funden cada vez mas con los grupos exteriores, y tras la fase de “Panteras Rojas” (en explícita referencia a los afroamericanos, a George Jackson y a los Hermanos de Soledad), se llega rápidamente a los NAP:
De hecho, los NAP tuvieron muchas temáticas en común con las BR: centralidad de la lucha armada, construcción de contrapoderes, etc. Si bien anclados en las luchas carcelarias, como se verá, su paso hacia un horizonte mas general consistirá en la integración en las BR. Característica importante fue su radicación en Nápoles y otros territorios del Sur, lo que aportaba un complemento precioso.
Sus primeras acciones fueron las difusiones por altavoz (auto-explosivos) ante las prisiones, en apoyo de las luchas en el interior. Siguieron ataques con explosivos contra estructuras penitenciarias, y también contra la Democracia Cristiana, creando un paralelismo con las campañas de las BR, en tanto que se daba una complementariedad geográfica, al actuar los NAP en Nápoles y en el Sur. Muy pronto sufrieron bajas, principalmente los camaradas Mantini y Romeo,  abatidos a la salida de un banco. En la primavera de 1975 secuestran a un juez director de asuntos penitenciarios –De Gennaro- mientras que en prisión tres militantes armados intentan la fuga. Es un fracaso; se atrincheran y se hacen eco de la acción en el exterior, que consigue la lectura de un comunicado en los noticiarios de la radio nacional.
El juez será liberado a cambio de garantías a los tres prisioneros. Estas garantías sólo serán observadas algunos días, sufriendo los camaradas un trato atroz durante meses. Otra camarada, Anna Maria Mantini muere en una auténtica encerrona. Los NAP consiguieron identificar al policía y al magistrado responsable del asesinato, hiriéndoles.
Habrá aún otras campañas dirigidas por las BR –ataques a las estructuras de los carabinieri y de las prisiones- y un atentado contra el director de los servicios de seguridad de prisiones; ataque que termina mal, con la muerte del camarada Martino Zicchitella, muy conocido en la vanguardia de luchas en prisión desde 1969. Dos policías caerán también en el transcurso de estas acciones.
Todavía habrá otra ejecución, la del camarada Antonio LoMuscio. Identificado en la calle, y tras una persecución, resultará herido; en el suelo recibirá un tiro a quemarropa. Estaba desarmado. En el verano de 1977, con un documento de balance redactado por algunos prisioneros finaliza la historia de los NAP, que, en su mayoría, pasan a las Brigadas Rojas.

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