A raíz de la pantomima orquestada en torno a Navalny y su envenenamiento por novichok, Estados Unidos ha puesto a sus peones europeos en marcha, especialmente en Alemania, para leventar otro Telón de Acero.
Un partido especialmente lacayuno, como Los Verdes, ha pedido a otros políticos europeos que impongan nuevas sanciones contra Rusia y la prensa favorable a la OTAN no descansa.
Los capitalistas alemanes no están por la labor. Hubertus Bardt, director del Instituto de Economía Alemana, dice que las sanciones son extremadamente arriesgadas. En un futuro previsible no es posible reemplazar la energía que compran a Moscú, no sólo Alemania sino toda la Unión Europea. “Existe una interdependencia” que “se refleja en los efectos estabilizadores de las relaciones” (1).
Las industrias petroleras alemanas no están adaptadas ni al gas natural licuado (GNL) ni al petróleo de esquisto de Estados Unidos, según Timm Kehler, miembro de Zukunft Erdgas, una asociación que actúa como portavoz de más de cien empresas de la industria del gas alemana. En primer lugar, las energías renovables no cubren una parte suficiente de las necesidades de la economía alemana. En segundo lugar, aumentarían los precios de la energía. En tercer lugar, la tendencia a comprar gas ruso va en aumento: un 44 por ciento más en 2016 y un 51,6 por ciento más en 2019.
La piedra de toque de las relaciones entre Alemania y Rusia no es Navalny sino el gasoducto Nord Stream 2, cuyo funcionamiento Estados Unidos trata de bloquear. Junto con el Nord Stream 1, cuando esté terminado, el nuevo gasoducto llevará 55.000 millones de metros cúbicos adicionales de gas natural a Alemania cada año.
El Nord Stream 2 no sólo aumentará significativamente el volumen de los suministros, sino que los alemanes, al ser los primeros en recibirlo en la cadena de distribución, pagará menos por el gas que los demás europeos.
Durante una reunión con el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, en Viena el pasado septiembre, los políticos austriacos se negaron a seguirle en su absurda campaña con el caso Navalny. Austria ha dicho que no quiere detener el proyecto del nuevo gasoducto. Tras la reunión con el Presidente ucraniano, el Presidente austriaco Alexander Van der Bellen, de Los Verdes, y el Canciller Federal Sebastian Kurz (de ÖVP), dijeron que no veían ningún vínculo entre el ataque y el Nord Stream 2, según informa la prensa austriaca (2).
Para el Canciller austriaco, Nord Stream 2 es un proyecto empresarial positivo para Europa.
Pero a los politicastros del Parlamento Europeo les gustan los juegos florales. Han votado a favor de nuevas sanciones a Rusia y de la suspensión de las obras del gasoducto. Sin embargo, Josep Borrell, ha admitido que suspender la puesta en marcha del gasoducto no es competencia de las instituciones europeas, ya que es una cuestión que deben considerar cada uno de los gobiernos de los Estados miembros.
Sabiendo que era un brindis al sol, Merkel no tuvo ningún escrúpulo en subirse al carro del montaje Navalny, pero ha dejado claro que no tiene nada que ver con el gasoducto. Las palabras van por un lado y los negocios por el otro.