El jueves de la semana pasada Misisipi declaró el estado de emergencia de salud pública tras un nuevo aumento en la tasa de mortalidad infantil. El año pasado la tasa alcanzó las 9,7 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, un nivel no visto en más de una década. Ya en 2021 el estado registró 9,39 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, una de las tasas más altas de Estados Unidos, lo que pone de manifiesto la persistencia de una profunda crisis sanitaria.
Según el Departamento de Salud de Misisipi, las disparidades son particularmente pronunciadas entre las diferentes comunidades. El año pasado la tasa de mortalidad infantil de bebés negros no hispanos alcanzó las 17,3 muertes por cada 1.000 nacimientos, casi tres veces mayor que la de los bebés blancos no hispanos (6,5 por cada 1.000). Los bebés hispanos tuvieron una tasa de 7,9 por cada 1.000 nacidos vivos, mientras que otros grupos tuvieron una tasa de alrededor de 9,2.
Estas desigualdades reflejan el acceso limitado a la atención, la prevención y los recursos médicos para las poblaciones marginadas.
Ante estas preocupantes cifras, el Ministerio de Sanidad ha prometido desplegar más recursos médicos, comunitarios e institucionales para mejorar la atención neonatal. Las principales causas de mortalidad infantil identificadas siguen siendo las malformaciones congénitas, el parto prematuro, el bajo peso al nacer y el síndrome de muerte súbita del lactante.
La mortalidad materna también aumenta
La tasa de mortalidad materna en Estados Unidos también supera con creces la de otros países industrializados. Es otro indicador de la salud de la población estadounidense y el lamentable estado de atención sanitaria estadounidense, sujeta al lucro privado.
Los datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos muestran un empeoramiento en los últimos años de la tasa mundial de mortalidad materna y una ampliación de la brecha entre Estados Unidos y otros grandes países occidentales.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la mortalidad materna como la muerte de una mujer durante el embarazo o dentro de los 42 días posteriores al parto. En 2020, el último año con datos disponibles de los CDC, la tasa de mortalidad materna en Estados Unidos fue de 23,8 muertes por cada 100.000 nacidos vivos. Sin embargo, en Países Bajos, esta cifra fue de tan solo 1,2.
Para las mujeres negras, la mortalidad materna en 2020 fue aún más alarmante: 55,3 muertes por cada 100.000 nacidos vivos, lo que revela graves disparidades raciales en la atención médica materna en el país. Para las mujeres blancas, la tasa fue de 19,1, mientras que para las mujeres hispanas fue de 18,2, aún más del doble que la de Canadá.
Las mujeres indígenas americanas y nativas de Alaska tienen más del doble de probabilidades de sufrir una muerte materna que las mujeres blancas.
La mortalidad materna en Estados Unidos ha ido en aumento desde el cambio de siglo y se ha disparado en los últimos años. La tasa aumentó en seis de los nueve países estudiados con cifras disponibles en 2020: Canadá, Alemania, Corea, Noruega, Suecia y Estados Unidos. La mortalidad materna disminuyó en 2020 en Australia, Japón y Países Bajos.
En el escalafón mundial, Estados Unidos ocupa el puesto 55 en mortalidad materna, justo detrás de Rusia y por delante de Ucrania, según la OMS.
Una crisis de salud pública
En diciembre de 2020 el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos declaró las muertes maternas como una crisis de salud pública. En octubre de 2022 los CDC publicaron nuevos datos recopilados entre 2017 y 2019, que muestran un aumento del 27 por cien desde el informe anterior de la institución, que abarcaba los años 2008 a 2017.
Entre las muertes en 2020, el 22 por cien se produjo durante el embarazo, el 13 por cien durante el parto y el 65 por cien en el plazo de un año tras el parto, un período que difiere de los 42 días posteriores al parto que utiliza la OMS.
Los datos de los CDC muestran un aumento constante de las muertes maternas entre 2018 y 2021: 658 muertes en 2018, 754 muertes en 2019, 861 muertes en 2020 y 1.178 muertes en 2021.
Los CDC concluyeron que de las muertes relacionadas con el embarazo eran evitables.
La atención médica universal no existe en Estados Unidos
Las grandes cadenas privadas de atención médica, la industria farmacéutica y las aseguradoras dominan los servicios de salud en Estados Unidos. La prestación de atención médica no está organizada para satisfacer las necesidades de la población, sino para enriquecer a los directores de los hospitales y accionistas de las empresas privadas de sanidad.
Médicos, cuidadores y otros profesionales de la salud que han optado por una carrera dedicada a la atención y el tratamiento de mujeres embarazadas se ven obstaculizados por el control privado ejercido por el sector salud, lo que está provocando el cierre de hospitales y la eliminación de empleos y servicios.
Según las propias estimaciones de los CDC, en 2021 el 84 por cien fueron evitables: 990 de las 1.178 muertes maternas. Millones de mujeres embarazadas se ven privadas de atención prenatal y posparto debido a la pobreza y la falta de servicios en las regiones donde viven.
Estados Unidos es el único país industrializado que no ofrece atención médica universal, lo que deja a casi 8 millones de mujeres en edad reproductiva sin cobertura médica. Aunque la Ley de Cuidado de Salud Asequible (ACA) expandió Medicaid, el seguro médico para personas de bajos recursos, cientos de miles de mujeres viven en once estados que no expandieron Medicaid bajo la ACA.
Si bien Medicaid cubre aproximadamente cuatro de cada diez nacimientos, los beneficios de este programa solo cubren la atención hasta 60 días después del parto. Solo alrededor del 40 por cien de las nuevas madres asisten a sus consultas posparto. Una de cada cuatro mujeres indígenas estadounidenses y una de cada cinco mujeres negras no recibieron atención prenatal adecuada en 2020. La tasa para las mujeres blancas fue de una de cada diez.
Casi 7 millones de mujeres en edad reproductiva y 500.000 neonatos vivían en condados considerados desiertos de atención materna, es decir, aquellos sin hospitales obstétricos ni centros de maternidad ni proveedores de atención obstétrica. Más de 2.8 millones de mujeres en edad reproductiva y casi 160.000 bebés sufren un acceso limitado a la atención materna.
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