Por supuesto, en 2009 prohibieron los símbolos comunistas, las estatuas de Lenin han desaparecido, y también los nombres de las calles, pero no por eso que ahora califican como “nacionalismo” (antiruso). También Rosa Luxemburgo ha sido erradicada de la toponimia urbana.
Ahora los nombres de las calles recuerdan al Papa Juan Pablo II, al mariscal Jozef Pilsudski, desde 1926 hasta su muerte en 1935 cabeza visible de una Polonia reaccionaria, o al general Wladyslaw Anders, héroe de la Batalla de Monte Cassino y cruzado del anticomunismo.
¿Purgas? Ríase Usted de Stalin. En 1997 y 2006 el Parlamento polaco aprobó leyes para impedir que entraran en la administración pública -y sobre todo en la enseñanza- los antiguos colaboradores del ”régimen”.
Han pasado 30 años, pero en Polonia la batalla por la (des)memoria histórica no descansa ni un minuto. En septiembre de 2016 entró en vigor una ley que prohíbe toda referencia al comunismo en los espacios públicos. En un año las autoridades locales debían cambiar los nombres de las calles y plazas que se refieren a “personas, organizaciones, eventos o fechas que simbolizan el comunismo”.
Pero no se confundan: cuando en Polonia hablan de “comunismo” se refieren al movimiento obrero, es decir, a todos y cada uno de los avances de la humanidad desde que en 1848 se escribió el “Manifiesto Comunista”: los polacos que lucharon contra el zarismo a principios del siglo XX, los que lucharon contra el fascismo en España, los que resistieron a la ocupación nazi…
Nadie se escapa a esta furia de la Inquisición, típicamente católica, para lo cual han creado el Instituto de la Memoria Nacional cuya primera tarea ha sido crear una “lista negra” de indeseables en su página web.
El Ministerio de la Memoria es el Ministerio de la Verdad impuesta por decreto.
Lo malo de todo este asunto es que no sirve para nada: todos los sondeos de opinión confirman que en Polonia la población recuerda con agrado y nostalgia la época dorada de 1945 a 1989, sobre todo a medida que la crisis capitalista les azota en la espalda con el látigo del desempleo, los salarios de hambre, la subida de los alquileres y las pensiones de hambre.