Los defensores de la doctrina del calentamiento del planeta han aprovechado las inundaciones de Valencia para poner el carro delante de los bueyes: la causa última de la riada es la subida de las temperaturas, amenazando con un futuro en el que las desgracias seguirán y aumentarán… si no se le pone remedio con la descarbonización.
Sin embargo, las inundaciones no demuestran el calentamiento. Por el contrario, el calentamiento debería demostrar que es la causa de estas inundaciones y de otras que volverán en el futuro, según vaticinan los charlatanes que pululan por las tertulias televisivas, que lo mismo relacionan el calentamiento con las sequias que con los aguaceros.
A ellos, que tanto gustan de las fuentes oficiales, hay que recordarles las conclusiones del IPCC, el organismo de la ONU que sienta doctrina sobre casi todo lo que tiene relación con el cambio climático y que, sin embargo, se muesta muy cauteloso al referirse a las inundaciones:
“Es muy probable que en los últimos 500 años se hayan producido inundaciones mayores que las registradas desde el siglo XX en el norte y centro de Europa, la región del Mediterráneo occidental y Asia oriental. Sin embargo, es moderadamente cierto [sic] que en Oriente Medio, India y el centro de América del norte, las grandes inundaciones modernas son comparables o mayores que las inundaciones históricas en términos de magnitud y/o frecuencia”.
La conclusión del IPCC es que “falta evidencia y, por lo tanto, hay poca confianza con respecto al signo de una tendencia en la magnitud y/o frecuencia de las inundaciones a escala mudial”.
Las inundaciones son fenómenos geofísicos locales. En cada una de las regiones del mundo no responden a los mismos patrones y, en el caso concreto del Mediterráneo occidental, ocurren todos los años, generalmente en otoño. Durante los últimos siete siglos en Valencia se han producido 75 inundaciones.
En la segunda mitad del siglo XVIII el Barón de Maldà ya escribió sobre la “gota fría” y las inundaciones en Barcelona. El Barón ha dado su nombre a las oscilaciones meteorológicas de su tiempo, que se corresponden con lo que ha pasado a la historia climática como “Pequeña Edad de Hielo”.
En Levante las tormentas son un fenómeno meteorológico tan recurrente que están en la cultura popular, desde las canciones, hasta el refranero, pasando por novelas, como “Entre naranjos”, de Vicente Blasco Ibáñez, escrita en 1900. En 1926 Hollywood llevó la novela al cine, con una película protagonizada por Greta Garbo que se distribuyó bajo el nombre de “El torrent”, que indica bien a las claras su trama.
En castellano hay abundantes nombres propios que derivan de la raíz árabe “uadi”, que denota el cauce seco de un río sujeto a inundaciones periódicas repentinas. En el Levante peninsular, la voz “torrent” no sólo designa a algunas localidades, sino que es un apellido muy corriente. Hay registros sobre riadas que se remontan al siglo XIV y en la memoria colectiva ha quedado la de 1957, que causó la muerte de 81 personas y condujo al franquismo a desviar el río Turia.
Toda la costa mediterránea de la Península está afectada por las inundaciones. La de Rubí en Barcelona en 1962 ha sido la peor: mató a más de 800 personas. El elevado número de víctimas se explica por la vulnerabilidad de quienes vivían en las llanuras aluviales de un “uadi”.
Un fenómeno tan recurrente y que ha dado lugar a tal cantidad de literatura popular, también interesa a los científicos. Hoy se ha acumulado una importante bibliografía en torno a las tormentas de Levante. El número de investigaciones aumenta en busca de patrones y regularidades, que son siempre locales y cambiantes a lo largo del tiempo.
Los títulos son ilustrativos, como en el caso de “Inundaciones históricas en el sureste de la Península Ibérica desde el siglo XVI: tendencias y análisis regional de eventos extremos de inundación”, publicado el año pasado por la revista Global and Planetary Change, que analiza las inundaciones en dicha zona desde el año 1500 hasta la actualidad (1).
La frecuencia y la intensidad de las inundaciones del Meditarráneo occidental evolucionan a una escala de varias décadas. Un estudio publicado en Nature, que analizó series históricas de inundaciones en Europa desde 1500 hasta 2016, identificó nueve períodos de inundaciones abundantes (2). Los períodos más notables incluyen 1560-1580 (Europa occidental y central), 1760-1800 (la mayor parte de Europa), 1840-1870 (Europa occidental y meridional) y 1990-2016 (Europa occidental y central).
En la variación secular de las inundaciones en la región occidental del Mediterráneo hay períodos anormales de inundaciones catastróficas concentradas principalmente alrededor del periódo descrito por el Barón de Maldà, la Pequeña Edad del Hielo, es decir, el periodo climático comprendido entre 1760 y 1800.
Durante el siglo XIX y principios del XX, los cambios en la circulación atmosférica llevaron a valores máximos de convergencia del flujo de humedad elevados. La circulación fue más propicia a episodios de precipitaciones intensas y duraderas que a mediados del siglo XX.
Los estudios científicos muestran la amplia variabilidad de los factores que influyen sobre las tormentas. Algunos apuntan a las variaciones de la actividad solar, encontrando correlaciones significativas. Otros sostienen que forman parte de la variabilidad climática a gran escala de la cuenca mediterránea, asociada en parte a patrones de circulación como la Oscilación Ártica y la Oscilación Ártica del Atlántico Norte, que controlan parte de los flujos de humedad sobre las cuencas del Mediterráneo occidental y oriental.
(1) https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0921818123002916
(2) https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/32699397/