Las Crispr/Cas9, el Premio Nobel y la nueva raza aria

Ninguno es tan probable que crea tan poco como aquellos que han comenzado creyendo demasiado
(Miguel de Unamuno)

El Nobel de Química de 2018 fué otrogado a la profesora Frances Arnold, del Instituto Tecnológico de California (CalTech), George Smith, de la Universidad de Missouri Columbia, y Gregory Winter, del Laboratorio de Biología Molecular del Consejo de Investigaciones Médicas en Reino Unido, por dos trabajos en evolución dirigida y por sus logros al “manipular” la evolución natural y la maquinaria genética de virus y bacterias para producir sustancias químicas con distintas aplicaciones industriales y medicinales según argumentaron desde el Comité Nobel de Química.

El Premio Nobel de Química 2020 se ha otorgado a las bioquímicas Emmanuelle Charpentier, Gerente de la Unidad Max Planck para la Ciencia de los Patógenos de Berlín y Jennifer Doudna, profesora en la Universidad de California en Berkeley en la división de Bioquímica, Biofísica y Biología Estructural por el desarrollo de un método para la edición genética que permite «reescribir” el código de la vida. Demostraron que podían «cortar” cualquier molécula de ADN en un punto determinado, lo que permite modificar el código genético de cualquier ser vivo, incluido el de nuestra especie. Es la llamada “Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats” (repeticiones palindrómicas cortas agrupadas y regularmente interespaciadas), ya investigadas por el microbiólogo de la Universidad de Alicante Francisco Martinez Mojica por allá los años 90. Esta técnica denominada Crispr permite cortar y pegar genes a voluntad, cambiar el destino escrito en el ADN y editar cualquier forma de vida.

Dicen que tiene un potencial terapéutico con enfermedades tan difíciles de tratar como el cáncer o miles de patologías hereditarias. Se ha usado para librar a los cerdos de los virus del ADN que impiden que sus órganos se puedan trasplantar a humanos (y utilizarlos para elaborar en ellos diversas vacunas).

“Este descubrimiento ha llevado a las ciencias de la vida a una nueva era, y, en muchos aspectos, están aportando el mayor de los beneficios para la humanidad”, han afirmado desde el Comité de Química.

Sabemos, por su trayectoria histórica que la otorgación de premios Nobel está marcada por un cúmulo de intereses de todo orden: políticos, económicos, ideológicos, geopolíticos… Podríamos establecer la hipótesis de que las presiones de las grandes multinacionales de la ingeniería genética han tenido mucho que ver tanto en la concesión del 2018 como en la del 2020.

Pero lo auténticamente peligroso, detrás de estas concesiones, está en el triunfo de las tesis de los denominados transhumanistas, aunque quieran disfrazarlo con el apelativo de “evolución dirigida”. Estamos viviendo momentos históricos por lo que respecta a una auténtica involución tecnocrática, con tintes de racismo y plenamente asimilada a las teorías eugenésicas. Paralelamente un modulado y bien elaborado discurso “pantalla” esconde el trasfondo de una operación de largo alcance. Dicho discurso se basa en la teórica posibilidad de “curar todas las enfermedades”, aunque a las grandes corporaciones que financian todos estos experimentos les importa un pimiento la salud de la humanidad especialmente las enfermedades endémicas y fácilmente erradicables de los países pobres. Están en el horizonte grandes cambios legislativos que permitirán la edición de fetos a la carta, de momento para aquellos que dispongan de buena posición económica, pero debido a la simplificación de los procesos de manipulación genética, no sería de extrañar una gran campanya de fecundación “in vitro” en la cual se podrán incorporar aquellas modificaciones del genoma para conseguir la creación de una “raza” cuyas características desconocemos hoy, o de distintas razas específicas para finalidades específicas.

Y, a su lado, el tema económico concretado en la concesión de patentes. No es un tema nuevo sino que tiene una larga trayectoria relacionada con la transferencia de rentas desde lo público a lo privado, Concretamente universidades financiadas a través de presupuestos públicos, pueden patentar los resultados de sus investigaciones. Ya en 1972, un médico de la Stanford University, Stanley Cohen, y un bioquímico de la University of California, San Francisco, Herbert Boyer, desarrollaron la técnica de recombinación de ADN y a través del Programa de Comercialización de Tecnología de la Stanford University solicitaron la patente y fueron concedidas el 2 diciembre de 1980 (Patent No. 4,237,224), el 28 de agosto de 1984 (Patent No. 4,468,464) y el 26 abril de 1988 (Patent No. 4,740,470). Las 3 patentes expiraron el 2 de diciembre de 1997. Desde 1980 hasta 1997 vendieron licencias a 468 empresas y se comercializaron miles de productos con una cifra de negocio de 35.000 millones de dólares y las arcas de las Universidades de Stanford y de California ingresaron 225 millones.

El tratamiento de esta patente ha servido de referencia para todas las que han venido después, en biotecnología y en otros sectores.

En el año fiscal de 2007, en Estados Unidos, los mayores beneficios gracias a la licencia de patentes fueron obtenidos por las siguientes universidades: New York University (791.2 millones de dólares), Coloumbia University (135.6 millones de dólares), The University of California system (97.6 millones de dólares), Northwestern University (85 millones de dólares) y Wake Forest University (71.2 millones de dólares) (1).

En España, la Ley de Reforma Universitaria de 1983 reguló las relaciones entre universidades y empresas, y dio lugar a la creación de las oficinas de transferencia tecnológica de las universidades. La Fundació Bosch i Gimpera fue la primera, vinculada a la Universidad de Barcelona, y ahora todas las universidades tienen un mecanismo de promoción de la tecnología y la creación de empresas a partir de inventos de sus profesores.

Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna, el 25 de mayo de 2012, presentaron su primera solicitud de patente. En la actualidad, esta solicitud de patente ya está concedida en la Oficina de Patentes Europea, estadounidense, china y japonesa. Pocos meses después, concretamente el 12 de diciembre de 2012, otro grupo de investigadores liderado por Feng Zhang presentaría una solicitud de patente dirigida esencialmente al mismo método Crispr/Cas9, pero puesto en práctica en células eucariotas.

El elemento clave de estas patentes, y el punto de discordia entre los dos consorcios principales, es la distinción entre procariotas y eucariotas. Donde se lee “eucariotas” hay que entender “mamíferos” y, más concretamente, “humanos” y la posibilidad de “editarlos”.

En 2012, Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier publicaron en la revista Science un artículo titulado “A programmable dual-RNA-guided DNA endonuclease in adaptive bacterial immunity”. En él planteaban la utilización de una especie de “tijeras moleculares” capaces de cortar, pegar y editar el ADN.

Antes de la invención de esta técnica, se habían desarrollado también nuevas técnicas de edición del genoma, como las ZFN (zinc-finger nucleases), las TALEN (transcription activator-like effector nucleases) pero argumenta la Academia Sueca de Ciencias, que la edición genética solía ser un trabajo lento, difícil y, a veces, imposible. Sin embargo, el uso de la técnica Crispr/Cas permite cambiar “el código de la vida” en tan solo unas semanas. “Esta herramienta genética tiene un enorme potencial. No solo ha revolucionado la ciencia básica, sino que también ha dado lugar a ensayos innovadores que se traducirán en tratamientos médicos rompedores”, ha anunciado Claes Gustafsson, presidente del Comité Nobel de Química 2020 para justificar la designación. “Se trata de un experimento de gran impacto en la comunidad científica: reprogramaron las tijeras genéticas para que estas pudieran usarse en cualquier organismo. En su forma natural, las tijeras reconocen el ADN de los virus, pero Charpentier y Doudna demostraron que podían controlarse para «cortar” cualquier molécula de ADN en un punto determinado, lo que permite modificar el código genético de cualquier ser vivo, incluido el de nuestra especie”.

El espaldarazo de la Academia Sueca de Ciencias a una de las dos partes en litigio por el tema de las patentes, dejando fuera del Premio a una de las partes, pone en evidencia los intereses económicos que se esconden detrás del Premio Nobel.

La situación en EEUU es, por tanto, de bloqueo mutuo: por un lado, el grupo Zhang no puede salir al mercado con su método eucariota porque infringiría la patente de Charpentier y Doudna que protege el método Crispr/Cas9 de manera general; y por otro lado, Charpentier y Doudna no pueden comercializar su invención en células eucariotas (células a priori de máximo interés comercial) dado que infringirían la patente de Zhang. Esta tipo de situación no es inusual y suele resolverse a través de licencias cruzadas, es decir, a través de un acuerdo en el que ambas partes se comprometen a no demandarse por infracción de patente y así poder repartir ambas partes suculentos beneficios económicos. Algo similar a lo acontecido sobre el VIH y los tests para determinar las “infecciones” que llevaron a un enfrentamiento entre Francia y Estados Unidos, resolviéndose mediante unos acuerdos de tipo económico, aunque el Premio Nobel en aquella ocasión fue entregado a Luc Montaigner, dejando de lado a Robert Gallo.

David Cameron, portavoz del grupo Zhang ya anunció que: “Es hora de que todas las instituciones vayan más allá del litigio y trabajen juntas para garantizar un acceso amplio y abierto a esta tecnología transformadora […] Lo mejor para todo el campo es que las partes lleguen a una resolución”.

El 12 de julio 2017 la revista británica Nature comunicó un trabajo recibido el 22 de agosto de 2016. Los investigadores de la Universidad de Harvard modificaron en el genoma de un grupo de bacterias, por medio de corta-pega o copipasteo genético logrado con la técnica Crispr y Editas Medicine, una start up de 43 millones de dólares, busca desarrollar tratamientos que usen Crispr/Cas para hacer ediciones desde pares de bases específicas hasta segmentos más grandes de ADN

Según investigadores del Instituto Wellcome Sanger en Inglaterra, la edición genética puede llegar a mutaciones no directamente relacionadas con el sitio de edición del genoma. La complejidad y la interrelación entre genes editados y no editados podría afectar la salud de personas con genes editados. En la monografía El fenotipo revolucionario (The revolutionary phenotype), el neurólogo canadiense Jean-François Gariépy desarrolla una teoría basada en la hipótesis del mundo de ARN en que la edición del genoma humano podría llegar a un reemplazo de la reproducción biológica. En lugar de la presente reproducción biológica, podría formarse una reproducción controlada por científicos usando programas informáticos para cumplir los deseos de los padres eligiendo una edición genética por sus hijos.

El 27 de mayo de 2017, en la revista Nature apareció un artículo científico en el que se demostró a partir de una investigación realizada por los investigadores de Stanford, la Universidad de Iowa y Colombia, Kellie A Schaefer, Wen-Hsuan Wu, Diana F Colgan, Stephen H Tsang, Alexander G Bassuk y Vinit B Mahajan que este tipo de ingeniería genética puede generar centenares de mutaciones aleatorias no esperadas (2).

La noticia hizo caer en picado las acciones de empresas como Editas y Crispr Therapeutics,

Dos días después de esta publicación, en un blog personal de la revista Science se publicó un comentario, no un artículo científico, que pone en entredicho la veracidad de este estudio crítico (3). A continuación, Nature escribe una nota en la cual se retracta para mantener la precisión del registro científico. Stephen H. Tsang y Wen-Hsuan Wu, están de acuerdo con la retractación. Pero Kellie A. Schaefer, Diana F. Colgan, Alexander G. Bassuk y Vinit B. Mahajan no están de acuerdo con la retractación y mantienen, mientras no se demuestre lo contrario, la validez de sus investigaciones.

En noviembre de 2018 apareció la noticia: un científico chino anunció que había creado los primeros humanos editados genéticamente. He Jiankui y su equipo del laboratorio de genética en la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur en Shenzen, desactivaron un solo gen con la herramienta de edición de genes Crispr y crearon los primeros humanos editados genéticamente. Aunque en noviembre de 2019 recayó una sentencia judicial que lo condena a él y a dos de sus colaboradores a 3 años de cárcel, una importante multa y la inhabilitación a perpetuidad para ejercer la medicina. El motivo fue que habían infringido las leyes existentes en este momento al respecto.

Estamos ante un esperpento: se premia internacionalmente a quién diseña y construye un arma de destrucción masiva y se condena a quién la usa. Tremenda contradicción. ¿Por qué? Sencillamente faltan las “leyes” y dichas leyes están sujetas a un sinfín de intereses económicos, políticos e ideológicos, lo cual no quiere decir que no se estén elaborando y negociando solapadamente. Se puede modificar el genoma en embriones, pero no (de momento) insertarlos en úteros. Entonces cabe la siguiente pregunta: ¿Si no hay la perspectiva de utilidad a qué viene tanto premio y tanta patente por algo inservible?

Es el summum del cinismo científico, legislativo y político.

Según la Segunda Cumbre Internacional sobre la Edición del Genoma Humano, celebrada en Hong Kong en noviembre de 2018, “los riesgos son demasiado grandes como para permitir ensayos clínicos de edición de la línea germinal humana [espermatozoides, óvulos y embriones] en este momento”.

Pero el experto en genética de la Universidad de Harvard George Church tiene en su web una lista de posibles ediciones que podrían aumentar la masa muscular, dar más solidez a los huesos, retrasar el envejecimiento, dar inmunidad o aportar más capacidad de combatir algunos virus. Si esas intervenciones se llegan a materializar con éxito hay un segundo paso: crear humanos mejorados (4).

Crispr podría garantizar que los bebés de diseño ya no sigan siendo una utopía. Con su ayuda, los padres podrán reunir las características de sus hijos (color de ojos, tamaño, inteligencia, fuerza corporal y mucho más) de acuerdo con sus deseos. Además, las personas genéticamente optimizadas pronto podrían ser claramente superiores a las “personas normales” cognitiva y físicamente. Estaríamos con la reproducción genética artificial. Estaríamos ante la producción industrial de una nueva raza aria: el sueño de Hitler.

“Los sistemas Crispr de edición genética también pueden usarse como arma para luchar contra la infección por el coronavirus. En 2018 se identificó una nucleasa, Cas13d, que era capaz de cortar moléculas de ARN de forma específica, sin enloquecer después, gracias a la acción de pequeñas guías de ARN que le dictaban qué moléculas de ARN debía cortar. Este año, tras alguna propuesta teórica al respecto, unos investigadores consiguieron demostrar, en células humanas en cultivo, que la nucleasa Cas13d era capaz de atacar y degradar el genoma del coronavirus, convirtiéndose en una tijera curativa, que bautizaron con el no menos sugerente nombre de PAC-MAN (recordando el famoso juego de ordenador que en España conocimos como comecocos) (5).

Se han patentado ya “tests” basados en el sistema Crispr para detectar el SARS-Cov-2 lo que puede representar una afluencia de millones para los detentadores de las diferentes patentes.

OMS, Pandemia, Premio Nobel, miles de millones de beneficios y un futuro nada halagüeño para la humanidad que pretenda seguir siendo humana.

(1) https://francis.naukas.com/2009/03/24/las-patentes-como-fuente-de-financiacion-de-las-universidades/
(2) Wu, WH y col. La reparación de Crispr revela una mutación causal en un modelo preclínico de retinitis pigmentosa. Mol. El r. 24 , 1388-1394 (2016). Koo, T., Lee, J. & Kim, JS Medición y reducción de actividades fuera del objetivo de nucleasas programables, incluido Crispr–Cas9. Mol. Cells 38 , 475–481 (2015). Unexpected mutations after Crispr–Cas9 editing in vivo. Nature Methods.
(3) Blog de Derek, Lowe (31 de mayo de 2017). Trouble with Crispr? Maybe, But Maybe Not. Science.
(4) https://elpais.com/elpais/2019/12/30/ciencia/1577710962_002091.html
(5) https://theconversation.com/crispr-tambien-sirve-para-detectar-y-atacar-al-coronavirus-137518

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