La teoría del marco autónomo de la lucha de clases

Juan Manuel Olarieta

A lo largo de su historia los movimientos populares y revolucionarios en Euskal Herria han padecido dos golpes bajos que han condicionado su evolución y la siguen condicionando a fecha de hoy. El primero es el más importante y surge con la guerra civil, que alguno allá califica como “española”, es decir, ajena a la propia Euskal Herria, y consiste en que los comunistas (PCE) cedieron la dirección de la lucha contra el fascismo a los nacionalistas (PNV), lo que condujo al rápido hundimiento del “frente norte”.

El segundo es consecuencia del primero y, como era de esperar, conduce a otro fracaso. Se trata de que en 2007 la izquierda abertzale traiciona sus propios postulados y vuelve a rendir el “frente norte”. En el medio siglo de confusa historia de la izquiera abertzale lo extraño, casi imposible de hacer comprensible fuera de allá, es precisamente que durante esos 50 años mantuviera en alto la bandera, lo cual demuestra que, por encima de la extraordinaria debilidad subjetiva, de las erróneas teorías en boga, en Euskal Herria existen factores objetivos (económicos, sociales, nacionales, culturales) muy favorables para el movimiento revolucionario o, como dicen por allá, para la independencia y el socialismo.

En descargo de los vascos hay que decir que no es la primera vez que las luchas nacionales se enredan en la confusión y la perplejidad con la lucha de clases. Más bien casi siempre ha sucedido de esa manera y, sin embargo, da la impresión de que es la primera vez que ocurre, como si cada nación tuviera algo peculiar que la diferencia absolutamente de todas las demás. Allá a ese espejismo lo califican como el “marco autónomo de la lucha de clases”, no precisamente para aclarar nada sino para confundir toda vía más.

En cuanto nación, Euskal Herria es como cualquier otra nación; en cuanto oprimida, Euskal Herria también es igual que cualquier otra nación oprimida y debo añadir, además, que la opresión nacional no es algo que acabemos de descubrir ahora sino que tiene una historia bastante larga y que de ella ya escribieron algo Marx, Engels, Lenin y otros.

Al esforzarse en buscar singularidades, los partidarios del “marco autónomo” pasan por alto las regularidades y, por lo tanto, lo experiencia histórica, por lo que así es muy difícil avanzar ni un solo paso.

Pero a “los otros” les pasa lo mismo: se aferran a las regularidades para pasar por alto las singularidades y no hacen más que repetir las frases trilladas, el copia y pega de los escritos de Marx y Engels que, al proceder de obras muy “completas”, lo dejaron ya todo resuelto.

Una de las singularidades que no suele concurrir en otras naciones oprimidas es que Euskal Herria siempre ha sido un área en la que el capitalismo ha estado más desarrollado, por lo que tiene un proletariado muy fuerte y con una enorme experiencia de lucha, es decir, que tiene unas condiciones inmejorables para la revolución y esa situación objetiva explica que, a pesar de la absoluta ineptitud de las organizaciones que hablan en su nombre, haya logrado llegar hasta donde está ahora mismo.

Si a ese componente le añadimos que las consignas de independencia y socialismo están al cabo de la calle, parece que ya se ha avanzado una buena parte del recorrido. Pero no es así porque los comunistas, o sea, la vanguardia, aún no han superado el seguidismo de 1936, lo cual significa que no son tal vanguardia ni lo serán nunca (a este paso). La existencia de una vanguardia en Euskal Herria significa que el proletariado debe asumir en sus manos la dirección del movimiento. Pero, ¿de qué movimiento estamos hablando? Naturalmente que se trata del movimiento obrero, de la lucha de clases, pero se trata exactamente igual de asumir la dirección del movimiento nacional, es decir, de la lucha contra la opresión nacional. En Euskal Herria jamás se conseguirá nada no sólo sin la participación del proletariado, sino sin su dirección. Absolutamente nada.

No pretendo aclarar ahora lo que significa “dirigir”, algo que está mucho menos claro de lo que parece. Me limitaré a afirmar que el proletariado dirige con su propio partido, sus propios métodos, su propia estrategia y su propia ideología, que no sólo no tienen nada que ver con los de las demás clases sociales sino que están enfrentados a ellas. Cuando en ciertos medios en Euskal Herria prolifera con abundancia una terminología característica, opuesta al socialismo científico, es porque la burguesía (la grande y la pequeña) siguen pretendiendo mantener la dirección del movimiento para conducirlo a un tercer fracaso que “demuestre” de forma irrefutable que las pretensiones de la clase obrera son irrealizables. La expresión “marco autónomo” forma parte de esa verborrea burguesa, pero en Euskal Herria abundan otras expresiones de ese tipo, o muy parecidas.

A lo largo de su historia Euskal Herria jamás ha sido ningún “marco autónomo” o, en todo caso, habría dos, uno en el norte y otro en el sur que poco tienen en común entre sí, fuera del hecho de formar parte de una misma nación, hasta tal punto que durante años la resistencia luchaba en el sur contra un Estado fascista y se refugiaba en el norte en un Estado democrático. La teoría del “marco autónomo” es fruto de la esquizofrenia de quienes hacen una cosa y dicen la contraria. Sin embargo, para poder dirigir hay que disponer de una teoría que sea plenamente científica, es decir, que no se contradiga con los hechos más obvios que pretende explicar.

Si algo caracteriza a la lucha de clases es que carece de ningún “marco”, incluso de un marco circunscrito a un determinado Estado, porque es esencialmente internacional y lo es en todos los sentidos posibles de esa palabra, pero especialmente en uno característico: además de sus propios intereses como clase social, el proletariado está en contra de cualquier forma de opresión, sea la que sea. En la actual época imperialista, la clase obrera no sólo debe, pues, participar en la lucha contra la opresión, en general, sino que debe asumir su dirección.

La naturaleza internacional del proletariado tiene un aspecto que a la burguesía (grande y pequeña) le resulta extraordinariamente sorprendente: allá donde haya un proletario y un partido proletario se distinguirá de cualquier otro porque reconocerá inmediatamente la condición de Euskal Herria como nación oprimida y, consecuentemente, asumirá como propia dicha lucha, sobre todo frente a la nación opresora. El marxismo no sólo ha explicado esto de todas las formas posibles, sino que lo ha puesto en práctica desde el primer momento.

Traídos esos principios básicos a lo más concreto, significa que la liberación nacional de Euskal Herria no sólo incumbe a la clase obrera vasca, ni tampoco incumbe sólo a toda la nación vasca, sino que es parte integrante del programa del proletariado español y de quienes se consideran como su vanguardia. ¿No solemos repetir como loros que un pueblo no puede ser libre si oprime a otro? Pues apliquémonos el cuento y luchemos contra la opresión nacional de Euskal Herria también en Trujillo, Sigüenza y Aranda de Duero. Lo que diferencia a un comunista de cualquier otro es que no habla de la independencia de Euskal Herria en Arrasate sino en lugares así.

Se puede explicar lo mismo de muchas maneras diferentes, todas las cuales resultarán estériles para una clase social, la burguesía, que no es capaz de ver más allá de su “marco nacional” pero que es necesario que el proletariado lo tenga muy presente. No tiene nada que ver con las famosas y fantasmagóricas “alianzas” con las que la burguesía se llena la boca, especialmente cuando es tan pequeña que las alianzas le resultan imprescindibles. Lo que estoy diciendo es que el proletariado español es el mayor valedor de los derechos de Euskal Herria como nación oprimida, es decir, que dicha lucha corresponde a la clase obrera española como cosa propia. Por eso -afortunadamente- la lucha de Euskal Herria no tiene ningún “marco” y por eso la verborrea burguesa (dentro y fuera de Euskal Herria) se concentra en encerrarla dentro de un “marco” para que no salga de ahí.

Más de uno estará pensando ahora en que eso es una mera declaración de buenas intenciones y que -fuera de Euskal Herria- las cosas son muy diferentes. Tampoco es así: las cosas están igual de confusas dentro que fuera de Euskal Herria y para ello no es necesario hacer sociología de campo y preguntar por las calles. Estoy hablando de los principios fundamentales del marxismo y lo realmente preocupante no es lo que un sondeo por la calle pueda poner de manifiesto sino la evidencia de que quienes se creen paladines del proletariado siguen aferrados a sus viejos errores como si en ellos les fuera la vida. No me cabe duda de que si demuestran tanto cariño a sus teorías es porque son las que corresponden a su clase social, que no es el proletariado precisamente.

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