A partir de ahí empiezan las “granjas rusas de intoxicación en las redes sociales” a difundir bulos sobre “el arma de gérmenes” porque, a pesar de que los diputados estadounidenses se han centrado en la injerencia electoral, existe otro tipo de injerencia rusa: la seudocientífica, que no es nueva: “durante más de una década Putin ha estado difundiendo información errónea sobre cuestiones de salud personal”, asegura el New York Times.
¡Vaya! A Putin le preocupa la salud personal del mundo, posiblemente porque pretende que todos caigamos enfermos de catarros, resfriados y gripes. Por eso Putin es uno de esos repugnantes antivacunas que “trata de socavar la fe en la seguridad de las vacunas”. Si, señores, todo es cuestión de “fe” y, naturalmente, de la perversa política de Putin que mientras en su propio país promueve la vacunación, en los demás “socava la fe”. ¡Qué sinvergüenza el tal Putin!, ¡quiere enfermar a todos los habitantes del mundo que no sean rusos!
Pero el inquilino del Kremlin es astuto y malicioso. Aunque en público no ha dicho nada de eso, en su “larga campaña” manipula “medios de comunicación abiertos, trolls secretos y blogs sombríos”.
¿Cuáles? No lo sabemos. Como ven, el New York Times se ha vuelto abiertamente conspiranoico, aunque nadie dirá eso porque son los demás los que conspiran, son los demás los que difunden bulos, cualquier cosa con tal de “erosionar la influencia de Washington”.
Ahí tienen la diferencia entre un conspiranoico del tipo Wayne Madsen y otro que no lo es. Este último se caracteriza por dar lustre a Washington, seguir sus consignas y lamerle el culo a quien sujete la sartén por el mango, en Wall Street, en la OMS, en Berlín, en el Banco Mundial, en Glaxo Smith Kline o en donde sea.
Lo de los conspiranoicos y anticonspiranoicos es un invento de basureros como el New York Times. En el mundo de la información no hay más que lameculos e independientes.
(*)https://www.nytimes.com/2020/04/13/science/putin-russia-disinformation-health-coronavirus.html