A los moscones como nosotros la mierda nos magnetiza. No lo podemos evitar. Por eso nos repetimos, resultamos pesados o, como se decía antes, somos “dogmáticos”. Es la explicación de que volvamos a hablar de nuestra amada Sahra Wagenknecht, la dirigente de Die Linke (La Izquierda) alemana, que simboliza como pocos el oportunismo en estado casi puro, el de toda la vida, una mezcla en la que a la vieja socialdemocracia alemana se le suman los indigestos “verdes” y los renegados de la extinta República Democrática Alemana.
La explicación de nuestro embobamiento no sólo está en la tradicional posición histórica del imperialismo alemán respecto a otros, especialmente Estados Unidos, sino al papel que los oportunistas siguen jugando en su interior, eso que Lenin llamaba “socialimperialismo” y del que Wagenknecht es uno de los mejores ejemplos.
Hace unos días el diario “Berliner Morgenpost” entrevistaba a la dirigente alemana (*) mientras paseaba en bicicleta por los paisajes idílicos del Sarre, en la frontera con Francia, algo muy alemán. El periodista empieza la entrevista con una pregunta típica de inicio de campaña electoral, comparando con mucha gracia a los dos dirigentes de La Izquierda, ella y Dietmar Bartsch, con Tom y Jerry.
Cualquier gacetillero hispánico hubiera empezado la entrevista de una manera muy distinta, con esa colección de tópicos que siempre empiezan así: el ascenso de la ultraderecha en Europa central, de las posiciones populistas y xenófobas como consecuencia de la crisis, la emigración y bla, bla, bla…
Pero lo que está ocurriendo, asegura Wagenknecht, es lo contrario: La Izquierda está en lo más alto de los sondeos desde 2013, a pesar de la fuerza de los nazis de la AfD (Alternativa por Alemania). En Alemania la pobreza crece, dice Wagenknecht, “la gente no alcanza a vivir de su trabajo y cada vez más ancianos padecen la humillación de la pobreza”.
En medio de una larga parrafada sobre pobreza, impuestos y seguridad social, sin que el periodista se lo pregunte, nuestra Wagenknecht suelta lo que estábamos esperando leer: “En política exterior Alemania debería volver a su política tradicional de distensión”. Hemos acudido a varios diccionarios para comprobar que hemos traducido bien “Entspannungspolitik” por política de distensión precisamente, pero la propia Wagenknecht lo aclara a preguntas del periodista: “¿Qué entiende Usted por distensión?”
La respuesta es: “Buscar un equilibrio de intereses en lugar de participar en la escalada de conflictos por el rearme y la guerra”. Luego sigue una explicación tópica sobre la “guerra contra el terrorismo” que ha tenido efectos contraproducentes, reconoce, o sea, que ha creado y reforzado el terrorismo que se pretendía combatir, incluso en Alemania. “Sacar al ejército de Afganistán y Siria sería el mejor medio de asegurar nuestra seguridad”, concluye, una tesis que la vieja socialdemocracia califica como “no gubernamental” o impropia de un partido que aspira a gobernar o a formar parte de un gobierno. Si las posiciones entre ambas organizaciones estuvieran tan enfrentadas, como parece, no sería posible un gobierno de coalición.
Wagenknecht califica la postura del SPD como “decrépita” y contraria a la Constitución. Recurre al olvidado Billy Brandt, dirigente de la socialdemocracia alemana en la posguerra, para describir la “tradicional” política exterior alemana: durante 40 años los soldados alemanes no habían salido del interior de las fronteras. “La Izquierda no sostendrá jamás el esfuerzo militar del ejército” en esos países, afirma Wagenknecht. “Alemania no se defiende en Mali, ni en Afganistán, ni en Siria”.
Estamos completamente de acuerdo con Wagenknecht. Ya sólo queda que cumpla con su palabra si tiene que firmar un acuerdo de gobierno con la socialdemocracia “decrépita”.
No será así, y que conste que aquí nos gusta equivocarnos.
(*) http://www.morgenpost.de/politik/article208749265/Wagenknecht-warnt-SPD-vor-Gabriel-als-Kanzlerkandidat.html