Durante dicho conflicto, la Unión Soviética y Estados Unidos fueron aliados, sí, pero por razones coyunturales al tener un enemigo común: el nazismo. Una vez este enemigo fue derrotado, e incluso antes de ello, las posturas de unos y otros comenzaron a distanciarse profundamente. Esto llevó al inicio de la Guerra Fría, un período que marca la práctica totalidad de la segunda mitad del s. XX y donde el bloque capitalista, liderado por Estados Unidos, se enfrentó en todos los ámbitos posibles (político, económico, social, tecnológico, deportivo…) al bloque comunista, liderado por la Unión Soviética.
Sin embargo, no vamos a hablar aquí y ahora de esos conflictos. O al menos, no de los que aparecen en la mayoría de libros de Historia. Cuando alguien se interesa por la Guerra Fría y lee sobre Corea, Vietnam, Cuba, Centroamérica o Berlín solamente está viendo una parte de esa Guerra Fría, la conocida como “hard Cold War”, es decir, la Guerra Fría dura, la que todos somos capaces de reconocer fácilmente. En estas líneas y las que siguen, voy a hablaros de la “soft Cold War” o Guerra Fría blanda. ¿Qué qué es? Vamos a ello.
Sistema de Bloques durante la Guerra Fría hacia 1960
Los grandes acontecimientos internacionales marcaron las políticas exteriores de ambos bloques, pero, a menudo, nos “olvidamos” las políticas internas, aquellas que afectan al día a día de los ciudadanos de a pie que no sabrían situar Vietnam o Afganistán en un mapa y nunca habían estado en Berlín. Os voy a hablar de las medidas que el gobierno estadounidense tomó desde el final de la guerra y hasta bien entrada la década de 1960 para que el obrero metalúrgico de Pittsburgh o el campesino de Arizona no se volvieran comunistas, medidas que aún hoy en día están presentes en la sociedad estadounidense y son parte intrínseca de su vida, aun cuando la Guerra Fría acabara, al menos de manera oficial, hace 25 años.
Estados Unidos, como nación, ha nacido, crecido y se ha desarrollado sobre una capa social tremendamente heterogénea, que abarca desde los inmigrantes irlandeses o italianos hasta los nativos, pasando por negros, alemanes o chinos. Ello ha llevado a que en los Estados Unidos existan graves problemas y diferencias internas que han evitado que se mantenga la unidad nacional, sirva de ejemplo el más obvio: la Guerra Civil Estadounidense (1861-1865). Con el final de la II Guerra Mundial, la unidad nacional pasó a ser uno de los puntos más importantes del gobierno, pues si la sociedad se fragmentaba, el comunismo podía penetrar entre sus miembros y hacer tambalear al Estado. Por tanto, cuando Harry S. Truman accedió a la presidencia del país en 1945, y cuando Dwight D. Eisenhower hizo lo propio en 1953, sólo hubo una política interna a seguir: “la unidad nacional es la base de la seguridad nacional”.
Pero, ¿por qué unidad nacional? La respuesta puede parecer en extremo simple, pero es correcta: miedo. O mejor dicho: “Second Red Scare”. Tras el triunfo de la Revolución Rusa en 1917, hubo en Estados Unidos un “First Red Scare” a finales de la década de 1910, pero no fue nada relevante con el que atravesarían más de 30 años después. La base de este segundo miedo rojo se basaba en la idea de que los inmigrantes alemanes o italianos llegados en los años ’30 pudieran traer los ideales totalitaristas de derecha o que los rusos que habían llegado tras la Revolución Rusa pudieran estar “contagiados” de ideas comunistas, y que, juntos, fueran capaces socavar a otros grupos de la sociedad con sus ideas subversivas y romper la democracia que con tanto esfuerzo y sacrificio había sido construida. El enemigo en Corea o Vietnam estaba claro, pero ¿quién era el enemigo en casa? ¿Quién era el enemigo en los propios Estados Unidos? Acusar a altos cargos públicos, como hizo el senador Joseph McCarthy era relativamente sencillo con su famosa “caza de brujas” y persecuciones casi sin fundamento, pero ¿cómo acusar a un ciudadano normal? La CIA estaba en pañales, el FBI aún no estaba preparado y la NSA ni siquiera existía. Ante esa situación sólo había una salida posible: la unidad nacional. Había comenzado la “americanización” de América.
El nacimiento de un patriotismo
La política de “americanización” tenía como objetivo re-inspirar el fervor patriótico en la sociedad estadounidense y evitar que cayera en la apatía y la desunidad, algo que el comunismo, sin duda, aprovecharía para penetrar en y romper a los Estados Unidos. Sin embargo, el gobierno tenía que encontrar una forma de llegar hasta el ciudadano. La propaganda había sido útil en tiempos de guerra, pero ya no se estaba en guerra, y ahora había que hallar un nuevo camino que mostrara, no por qué el capitalismo y la democracia son mejores que el comunismo, sino por qué el comunismo es peor que la democracia. En este escenario es casi imposible no recordar la cita de Winston Churchill:
“Muchas formas de gobierno se han intentado y se seguirán intentando en este mundo de pecados e infortunios. Nadie dice que la democracia es perfecta o que lo sepa todo. Al contrario, se ha dicho que la democracia es la peor forma de gobierno, excepto por todas esas otras formas que se han intentado de vez en cuando”.
Usando como punto de partida esta cita, el objetivo del gobierno estadounidense, por tanto, se centrará en llevar a cabo una política que muestre los fallos de una forma de gobierno peor, en este caso el comunismo, para eliminar esa idea de la mente del ciudadano, dejando cómo la única forma válida de gobierno a la democracia y mostrándoles cuán afortunados son de vivir en un país libre. Aquí surge la pregunta, si Estados Unidos era un país libre, ¿por qué se persiguió a los comunistas? Podríamos decir, que lo que se intentó fue crear un país libre entre aquellos que comulgaran con las ideas del gobierno, enfrentándose y persiguiendo a todos aquellos que no seguían el sistema establecido, como a los comunistas, cuyo partido, el CPUSA, fue prohibido en 1954 mediante la “Communist Control Act” y sus miembros perseguidos como criminales.
Por todo ello, las políticas de unidad nacional adoptarán una forma donde todo el mundo pueda demostrar públicamente su “amor” a la democracia, es decir, desfiles, espectáculos y manifestaciones. La idea básica era llenar la vida del ciudadano con actos y homenajes públicos a símbolos y personajes nacionales, de tal manera que la gente saliera a la calle a demostrar el amor por su país y, obviamente, aquel que no participara o se opusiera, era un claro candidato a ser acusado de comunista o traidor a la patria. Sirvan de ejemplo los Testigos de Jehová, perseguidos y encarcelados por negarse a realizar el saludo a la bandera.
Los actos preparados por los gobiernos de Truman y Eisenhower son, casi, innumerables, así que aquí nos limitaremos a dar algunos ejemplos más llamativos.
Comencemos con el “Freedom Train” o “Tren de la Libertad”. El objetivo inicial del “Freedom Train”, que realizó su primer viaje en 1947, era realizar un tour por todos los Estados Unidos mostrando a sus pasajeros los beneficios del “American Way of Life”. Sin embargo, esta idea original se cambió en 1948. El “Freedom Train” se convirtió en una feria ambulante. En su interior, se mostraban todos los triunfos, logros y éxitos que Estados Unidos había llevado a cabo siendo un país unido, como la Declaración de Independencia o la Constitución. Durante los 3 años que estuvo en funcionamiento, el “Freedom Train” fue un verdadero éxito y enormes cantidades de personas acudían a la estación donde paraba y a las ferias patriotas que se organizaban entorno a su llegada. Gracias al “Freedom Train” el sentimiento de unidad patriótico comenzó a brotar en el ciudadano estadounidense. Perdón. En una parte de la ciudadanía estadounidense, pues los negros tenían acceso limitado al “Freedom Train”, lo que llevó a conflictos bautizados por J. Edgar Hoover, director del FBI, como “Negro-communist agitation”. Además, varias paradas del “Freedom Train”, la mayoría en el sur, fueron suspendidas de la gira al permitir que los negros pudieran visitar el tren. La ironía de que un ciudadano negro no pudiera visitar un tren llamado “Tren de la Libertad” da mucho que pensar sobre el racismo en el sur estadounidense, pero ese tema no lo tocaremos hoy.
Con el sentimiento patriótico en alza, el gobierno de la ciudad de Mosinee (Wisconsin) decidió en 1948 aprobar el “Day under Communism”. La idea era que la ciudad se transformara por un día en una ciudad comunista, y se mostrara a sus ciudadanos y visitantes las carencias de libertad de educación, culto, derechos civiles o prensa del comunismo, haciéndoles añorar lo que el gobierno estadounidense les ofrecía. El 1 de mayo de 1950 tuvo lugar el día bajo el comunismo y la atención que atrajo, tanto de visitantes como de medios, fue mayor de la esperada. Aunque para los patriotas fue un éxito, la celebración recibió duras críticas por parte de algunos izquierdistas moderados y, por supuesto, del Partido Comunista, que propuso realizar el “Real Day under Communism”, petición que fue desestimada por el gobierno, tal vez, asustado de que pudieran lograr insertar ideas subversivas en las mentes de los ciudadanos.
Sin embargo, tanto el “Freedom Train” como el “Day under Communism” eran celebraciones temporales, y se necesitaba algo más. Y la solución llegó en la segunda mitad de la década de 1950. El “May Day” (no confundir con la llamada de socorro “mayday”) o Día de los Trabajadores, celebrado el 1 de mayo, era, y es, la mayor celebración del movimiento obrero. Pero, en estos primeros años de la Guerra Fría, muchos comenzaron a ver en este desfile, no sólo el argumento perfecto para que los comunistas extendieran sus ideas subversivas, sino a la celebración en sí misma como un acto comunista. Para evitar esto, algunas organizaciones patrióticas particulares recuperaron el “Americanization Day”, que ya se había celebrado en los años ’20 y lo renombraron como “Loyalty Day”, el día en el que se demostraba la lealtad a los Estados Unidos. Su primer desfile fue el 1 de mayo de 1955, y para 1958 contaba con el reconocimiento del gobierno federal y con las mejores calles de las ciudades. En Nueva York, por ejemplo, el “Loyalty Day” se celebraba en Manhattan, mientras que el “May Day” fue enviado al barrio del Bronx.
Paralelamente al “Loyalty Day”, surgió el “Law Day”, celebrado por primera vez en 1958 y aprobado por el gobierno en 1961, era un día que conmemoraba la libertad y la democracia frente a la tiranía, aunque tiranía era un término genérico empleado para decir comunismo. Tras cambiar varias veces de fecha, acabó siendo celebrado también el 1 de mayo. Ambos días siguen vigentes en el calendario festivo estadounidense actual.
La lista de festividades y actos es casi interminable, pero voy a destacar, por último, tres ejemplos más: el “American Forces Day”, el “Citizenship Day” y el “National Day of Prayer”. Actualmente, los desfiles de las fuerzas armadas están presentes en prácticamente todos los países. Sin embargo, en los primeros momentos de la Guerra Fría, los desfiles de la Unión Soviética era mundialmente conocidos, mientras que Estados Unidos no había celebrado nunca uno. Por ello, en 1949, el ejército de tierra, las fuerzas aéreas, la armada, los marines y los guardacostas desfilaron por primera vez y abrieron sus bases a los ciudadanos, mostrándoles sus carros de combate, buques, aviones… tal y como la Unión Soviética llevaba años haciendo. Estados Unidos también mostraba al mundo su poderío militar. El “Citizenship Day”, llamado originalmente “I am an American Day”, deja poco a la imaginación sobre su objetivo. Inicialmente, pretendía ser una celebración que “naturalizara” a los inmigrantes, pero cuando en 1952 se renombró a “Citizenship Day”, se extendió a todos los ciudadanos con el fin de que mostraran su orgullo por ser estadounidenses. Y, por último, el “National Day of Prayer” fue una celebración religiosa, creada en 1952, pero con claro trasfondo político. La Unión Soviética, siguiendo los principios del comunismo, era un país ateo, mientras que los Estados Unidos eran un país secular o laico, es decir, no había una religión oficial del Estado, pero todas estaban permitidas. Esta pequeña diferencia fue explotada por los Estados Unidos, invitando a cristianos, judíos, musulmanes… a rezar libremente, una libertad que en la Unión Soviética no tendrían.
Además, Estados Unidos tuvo la suerte de que en la década de 1950 y principios de la de 1960, coincidieran numerosos aniversarios, tanto locales como nacionales, como el 150º Aniversario del nacimiento de Abraham Licoln, el 175º Aniversario de la Declaración de Independencia, el 200º Aniversario del Congreso de Albany, el 250º Aniversario del nacimiento de Benjamin Franklin… Todos ellos fueron celebrados de la manera más fastuosa posible, pues simbolizaban el triunfo del poder de la democracia sobre sus opresores adversarios.
Decaimiento y actualidad
Con la llegada de la década de 1960 y la madurez de una nueva generación, una generación que ya no había vivido la guerra, el sentimiento patriota general comenzó a descender. Muchas de las celebraciones, que, en el fondo, eran totalmente iguales solo que con distinto nombre, recibían cada vez menos y menos gente. Además, el paulatino enfriamiento de las tensiones, que llevaron a la “coexistencia pacífica” en la década de 1970, hizo que estas demostraciones comenzaran a perder el efecto deseado. En cualquier caso, Estados Unidos supo manejar la situación cuando más delicada era, y creó, no sólo una “generación patriota”, sino que logró:
“mostrar a las fuertemente oprimidas gentes de Europa, Asia y África que ellos también pueden lograr los beneficios que los americanos disfrutan hoy en día, si pueden compartir la motivación de los fundadores de Jamestown”.
Un último llamamiento internacional a la lucha contra el comunismo.
Así que, recordad: cuando veáis una bandera estadounidense en cada casa de una calle, cuando escuchéis el himno antes de un partido, u observéis el desfile de las fuerzas armadas, es porque Estados Unidos, una vez, tuvo miedo. Un atroz miedo rojo.
Buenas noches y buena suerte.