Según un sondeo publicado recientemente por el centro Levada, la mayoría de los rusos considera que se vivía mejor en socialismo. De acuerdo a los datos, el 56 por ciento de los rusos confiesa tener nostalgia por el régimen anterior.
La encuesta subraya que el 53 por ciento de los entrevistados recuerda favorablemente el socialismo. No es, por tanto, casualidad que hoy, en Rusia, el debate en torno a este aniversario gire alrededor de una sola pregunta: ¿la Unión Soviética podía ser preservada?
El 1 de enero de 1992 se introdujo la liberalización de precios en el país, que consolidó la implantación del capitalismo. Fue el inicio de los “salvajes años noventa”, una época de gran transformación -y caos- signada por las privatizaciones, el auge de la oligarquía, guerras entre bandas criminales y el colapso de la calidad de vida para la mayoría de los rusos.
El pasaje de una economía socialista al modelo capitalista no fue indoloro. El triunfo de la Revolución trajo importantes avances sociales para la clase trabajadora, como la implantación de la jornada laboral de 7 horas, un sistema de pensiones para ancianos e inválidos, la jubilación a los 60 años para hombres y a los 55 para las mujeres, la baja por maternidad, desde el inicio del embarazo, y un año tras el parto, unos 20 meses en total, la baja por enfermedad con un 100 por ciento del sueldo y un mes de vacaciones pagadas por el Estado, entre muchos otros.
Cabe destacar que la URSS creó el primer sistema sanitario gratuito y universal, que elevó la esperanza de vida de los soviéticos, de menos de 40 años en 1917, a llegar a los niveles de occidente en los 80 (70 años).
También impulsó el primer sistema educativo totalmente público y gratuito, que alcanzó las mayores tasas de alfabetización de la historia en las 15 repúblicas soviéticas. Además, los colegios soviéticos ofrecían gratuitamente alimentación para los alumnos, por lo que la conciliación laboral-familiar se hacía mucho más fácil que hoy en día en los países capitalistas. Además las guarderías también eran gratuitas, así como el transporte público en los centros urbanos.
Todas las encuestas que se han llevado a cabo en los antiguos países del este de Europa coinciden en que la vida era mucho mejor antes y que el hundimiento de sus respectivos países ha sido un desastre personal para sus habitantes.
A dichas encuestas les falta un complemento indispensable: la vida es mucho mejor bajo el socialismo, naturalmente; pero hubiera sido aún mucho mejor si el imperialismo hubiera dejado en paz a aquellos países. Pero la palabra “paz” no la han entendido nunca los imperialistas. Lo suyo es la guerra sin cuartel.