Recientemente el actor Robert De Niro acabó el rodaje de la última película del director Martin Scorsese, “Los asesinos de la luna”, que ya se ha estrenado. Fue premiada por Gotham y el acto oficial de entrega se celebró el 27 de noviembre con la solemnidad que acostumbra esta industria.
El argumento no puede ser más estadounidense: hace un siglo la tribu osage descubrió que su reserva de Oklahoma estaba encima de un mar de petróleo y desde ese mismo momento los asesinatos de indios se suceden unos a otros.
Una vez más, la historia se repite. El “hombre blanco” no extermina a los osage porque sean indios sino para robarles su petróleo y, como el asesino es el sheriff, hay que crear una policía paralela, el FBI, que dio sus primeros pasos entonces destapando a los autores del genocidio.
En la ceremonia De Niro se subió al escenario y, después de leer algunos comentarios sobre la película, dijo que la primera parte de su discurso había sido manipulado en el teleprompter. “El comienzo de mi discurso fue editado, cortado y yo no lo sabía”, anunció al público.
Entonces sacó su móvil para leer el discurso original que llevaba preparado, incluida la parte eliminada de su comentario: “La historia ya no es historia, la verdad no es la verdad. Incluso los hechos son reemplazados por hechos alternativos e impulsados por teorías de la conspiración y fealdad”.
Luego arremetió contra dos de sus objetivos favoritos, Trump y la industria cinematográfica, en este caso por el trato dispensado a los nativos americanos a lo largo de la historia. “Las mentiras se han convertido en una herramienta más en el arsenal del charlatán [Trump]. El expresidente nos mintió más de 30.000 veces durante sus cuatro años en el cargo y mantiene el ritmo en su actual campaña de represalias. Pero a pesar de todas sus mentiras, no puede ocultar su alma. Se aprovecha de los débiles, destruye los dones de la naturaleza y falta al respeto, por ejemplo utilizando a ‘Pocahontas’ como insulto”.
La multinacional Apple, productora de la película, fue la responsable de la censura. El acto era publicitario. Querían que el actor se centrara en la película, no en la industria, de la que Apple forma parte. Los que ponen el dinero son así de estrictos cuando se tata de recuperar la inversión.
Desde luego que en la publicidad no cabe “la política”, ni tampoco aprovechar la situación para lanzar críticas desagradables. Todo tiene que ser bonito y divertido.
En 2017, cuando aún era presidente, Trump había llamado “Pocahontas” despectivamente a la senadora Elisabeth Warren (del partido contrario) en un acto de desagravio hacia los nativos americanos. Es propio de su estilo faltón y chulesco, como también es propio de la industria cinematográfica, que durante décadas, desde los tiempos de Griffith, lo que ha llevado a las pantallas del mundo entero el genocidio inverso: las matanzas de los colonos americanos por los malvados indios.
Pero el acta de nacimiento de un país esencialmente colonial no se puede esconder eternamente. El ladrón ha sido sorprendido “in fraganti” y ahora aparece la “mala conciencia” del cine (que es el cine estadounidense). Ha llegado el momento de pedir disculpas. Los indios no eran los malos. A partir de aquí una mentira se sustituye por otra y es natural que un presidente de Estados Unidos siga mintiendo otras 30.000 veces en sus cuatro años de mandato.
En el acta de nacimiento de Estados Unidos, además de los colonos y los colonizados, están las mentiras. Sin ellas nunca hubiera llega a ser lo que es hoy. Por eso llegará otro momento en el que vuelva la “mala conciencia” y la industria cinematográfica haga lo mismo con los vietnamitas que con los indios, por ejemplo. Ocurrirá dentro de otras tantas décadas, cuando ya no pueda entrar en el discurso político, en la práctica, sino sólo en una anécdota histórica, del pasado lejano.
Mientras tanto, en la candente actualidad, los palestinos son los indios de este momento y también padecen una ola de asesinatos peor que la de los osage y lo que escuchamos siguen siendo mentiras, con una película del sionista Steven Spielberg en ciernes.
En fin, la industria cinematográfica no puede dejar de ser una industria. Pero quien ocupa la Casa Blanca ya no es Trump, sino Biden, que no es ningún advenedizo y De Niro hizo campaña en su favor durante las últimas elecciones.
Desde el inicio de su carrera política en 1971, ¿cuántas mentiras ha contado Biden? Es una pregunta difícil. Es mejor preguntar si Biden ha dicho alguna vez la verdad en su vida. Pero si el presidente de Estados Unidos no cuenta la verdad, ¿quién lo hará?