Han estirado el negocio durante algo más de tres décadas gracias a la entrada en la OTAN y la Unión Europea, que creó un flujo de dinero procedente del exterior con el que se han forrado. Tuvieron que repartir algunas migajas para sostener un régimen clientelar, pero la crisis del capitalismo ha acabado con todo, porque el tinglado sólo se sostenía a base de tarjetas negras y ahora lo único que hay son deudas.
A la crisis económica le ha seguido la crisis política. Ya no saben qué inventar para seguir embaucando a la gente. De momento han cambiado los rostros de algunos caciques, más quemados que la fábrica de Campofrío. Han sustituido a un rey por otro, han cambiado a los directores de los principales periódicos, nos traen a los demagogos de Podemos, también van a cambiar a Lacayo Lara por otro igual, dimitió Rubalcaba… Cómo estarán las cosas que hasta el canalla de Alfonso Guerra se ha largado.
Necesitan caras nuevas, que no estén usadas, jóvenes que nos engañen con otras palabras y que arrastren nuestros cansados pies hasta las urnas más cercanas, aunque sea por última vez. Tanto los elegidos como los electores creen que los votos van a solucionar algo, es decir, que la manera de salir de la crisis son los votos. Hay que votar a alguien “diferente”. O mejor: hay que votar contra alguien y si es contra todos ellos, mejor aún.
Sin embargo, no van a solucionar absolutamente nada por una razón muy sencilla: porque la crisis (la económica y la política) no se soluciona con votaciones, y menos dentro de los estrechos parámetros creados en 1977. Va a ocurrir todo lo contrario: se va a generar una etapa de mayor inestabilidad política que la actual.
Un ejemplo: el semanario británico The Economist publicó el viernes (1) un artículo titulado “El tricornio” con muy mala leche en el que pone al PSOE como ejemplo y centro de la crisis política. Según The Economist la bancarrota del PSOE ya no tiene remedio, su época ha pasado y, de ahora en adelante, sólo podrá sobrevivir como partido bisagra, sin política propia. En las próximas elecciones el PSOE tendrá que decidir con quién pacta: con Podemos o con el PP. Lo segundo supondría formar la gran coalición a la alemana que están pidiendo algunos medios de expresión del imperialismo, como el New York Times.
Esa situación se produce a pesar de que los sondeos dicen que el PSOE sube en intención de voto, lo cual hay que interpretar en el sentido de que está un poco menos hundido que en tiempos de Zapatero y Rubalcaba. En cualquier caso la situación del PSOE es irreversible; nunca volverá a ser lo que ha sido: la columna vertebral del Estado creado durante la transición o, dicho con otras palabras, este Estado ya no tiene columna vertebral, salvo que alguien crea que la Guardia Civil puede ser esa columna vertebral, lo cual tampoco sería de extrañar.
The Economist también pone sus ojos en la otra gran esperanza blanca, Alberto Garzón, otro producto mediático creado a imagen y semejanza de Pablo Iglesias, otra criatura de las tertulias televisivas, que es donde se gestan ahora las nuevas caras de la política burguesa. El periódico que sirve de portavoz al imperialismo británico sugiere que ambos, Pablo Iglesias y Alberto Garzón, formen un dúo, “una gran coalición de izquierdas” en la que el papel del PSOE quedaría aún más difuminado.
Para que vean Ustedes lo que son los programas electorales de la izquierda: el imperialismo quiere hacer exactamente lo mismo que proponen Podemos en España y Syriza en Grecia. Otro portavoz del imperialismo, esta vez Financial Times, apoya la propuesta de Podemos de revisar la deuda pública (2). Es más: Financial Times es mucho más radical que Podemos y quiere extender esa política a toda la Unión Europea. Dice que la deuda española, tanto pública como privada, supone una carga insostenible y que es necesaria una renegociación de los tipos de interés, una reestructuración, la apertura de un periodo de gracia y, además, una quita.
El caso es que “El tricornio” (Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y Alberto Garzón) pasa tanto tiempo en la televisión que no han tenido tiempo de redactar sus respectivos programas electorales. Pero no importa porque en cualquier caso los votantes no van a votar a lo que ellos creen, sino una coalición que no saben cuál será.
Ocurre siempre con los votos de castigo, cuando no se vota a alguien sino contra alguien. Por ejemplo, más que votar a Podemos, muchos lo que quieren es votar contra “la casta”, contra los que ya están. Pero la anti-casta forma parte de lo mismo que critica y va a tener que pactar con ella. Por lo tanto, se va a producir todo lo contrario de lo que el voto de castigo pretende: seguir votando a los de siempre. Más de lo mismo.
Por eso el voto de castigo es masoquismo puro. Lo mejor es que se flagelen la espalda… aunque sea con su papeleta electoral.
(1) A three-cornered hat, http://www.economist.com/news/europe/21633855-podemoss-leader-seeks-sustain-its-position-spains-third-party-three-cornered-hat
(2) Radical left is right about Europe’s debt, http://www.ft.com/intl/cms/s/0/48e6fa76-70bd-11e4-8113-00144feabdc0.html