Banderita tu eres roja…

Nicolás Bianchi


banderita tu eres gualda, que cantaban las folklóricas en el franquismo
junto al recio y viril ¡Gibraltar español! Hoy sigue ondeando la misma
bandera, pero sin letra aunque con himno para impotencia de nuestros
bravos jugadores de «La Roja» (cuyo copyright, por decirlo así,
pertenece enteramente a Chile, a todo esto) ávidos por entonar aunque
sea el castizo «Porompompón».

Da cuenta Isidoro L. Lapuya -un perfecto desconocido- en su libro
finisecular del XIX «La bohemia española en París», que él mismo vivió,
de cómo se lo montaban notorios pero también anónimos artistas, bohemios
y exiliados de la I República española en Montmartre y Montparnasse.
Luego de referir Lapuya cómo eran las vidas y andanzas -nada glamourosas– de esta 
tropa (por allí andaba, por ejemplo, el violinista navarro Sarasate
admirado por el mismísimo Sherlock Holmes, al decir del personaje de
ficción
Sir Arthur Conan Doyle o Alejandro Sawa que inspirara el Max
Estrella de Valle-Inclán en la genial «Luces de Bohemia» o Ferrer i
Guardia
), se detiene en otro perfecto desconocido (no tanto en su época)
como Emilio 
Prieto, comandante de Caballería y estudioso de la cosa militar.
Escribiendo sobre el origen y «saludo a la bandera» (española, se
sobreentiende), nos dice que no siempre fue roja y amarilla. Algo que ya
sospechábamos pues nos daba el pálpito de que Pelayo, Indíbil y
Mandonio o el mismísimo Cid no la ondeaban… pues que no parecesnos
trapo milenarista y de por siempre jamás
.

Dice Prieto, que fuera húsar, que la bandera (nacional) sólo data del
año 1843 en que la impuso un Decreto firmado por Isabel II. Hasta
entonces la bandera roja y amarilla era exclusiva de la Marina de Guerra
en virtud de un Decreto de Carlos III dado en Aranjuez en 1785. Las
Cortes de 1820 (el Trienio Liberal) dieron a la bandera de Carlos III el
carácter de pabellón español: es lo que Isabel II reprodujo en su
mencionado Decreto. La revolución de 1868, La Gloriosa, inspirada por
un espíritu iconoclasta, se imaginó que la bandera rojigualda era
«símbolo de la dinastía destronada» (borbónica, cuya bandera o, mejor
dicho, «guión real», es blanca con la cruz de Borgoña en el centro) y
así, el Ayuntamiento de Madrid propuso al gobierno la adopción de una
bandera tricolor, de tres bandas iguales, morada, amarilla y roja. Con
Amadeo I, que trajera el general Prim porque no había otro percal mejor
en las dinastías europea, la proposición matritense no prosperó
pero sí con la República de 1873 y así ondeó la tricolor en el Congreso
de los Diputados (aunque ni la Marina ni el Ejército la usó en absoluto)
hasta que llegó a caballo el general Pavía y restableció el pabellón
rojo y amarillo hasta hoy salvo el paréntesis de la II República.

La bandera republicana, la tricolor, es, en realidad, la bandera del
Ayuntamiento de Madrid (su color municipal es morado como la cintilla
del escudo del Real Madrid en respeto, dicen, a la República) al igual
que pueda serlo la bandera de París, tricolor también, es la de la
República francesa. Fernando de Aragón trajo el estandarte amarillo e
Isabel de Castilla el carmesí. Lope de Aguirre, por ejemplo, Elcano u
Oquendo
(marinos vascos) o Colón llevaban estos lábaros (y no banderazas
como la actual de la madrileña Plaza de Colón que más parece reflejar
complejos freudianos) de Castilla y Aragón. Una bandera imperial. Como
la que se puso, ante la mirada atónita de una cabra, en la «estratégica»
isla de Perejil, tomada en plan Iwo Jima.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo