La economía de guerra en tiempos de recortes presupuestarios

El tránsito a una economía de guerra significa pedidos. Una empresa no produce si no tiene pedidos que, en el caso, del rearme proceden de un cliente único, el Estado, y alcanzan para varios años. En otras palabras, el rearme no se improvisa de un día para otro; hay que planificarlo con bastante antelación.

Las armas son equipos industriales muy caros. Un proyectil de 155 milímetros cuesta 4.000 euros cada uno, un proyectil inteligente tipo Bonus cuesta 30.000 euros, un misil Mistral 300.000 euros y un misil Aster 2 millones de euros. Se tata de municiones de las que, en una guerra como la de Ucrania, se consumen en abundancia todos los días. Para hacer la cuenta hay que multiplicar.

Además, las armas son complejas de elaborar. Para producir un misil Patriot se necesitan entre 35 y 40 meses. A su vez, los fabricantes necesitan materias primas, como los explosivos, cuya elaboración también lleva tiempo.

Actualmente Bélgica negocia un contrato por valor de 1.700 millones de euros con FN Herstal, que permitirá la apertura de nuevas líneas de producción.

Rheinmetall producirá 700.000 proyectiles en 2024 en todos los países juntos, mientras que Francia sólo puede producir 3.000 al mes (lo que ya representa triplicar la producción en comparación con 2022). El año pasado la empresa alemana firmó un acuerdo marco con el Bundeswehr por un valor total de 1.200 millones de euros hasta 2029, lo que ha permitido a la empresa invertir 300 millones de euros para ampliar su capacidad de producción.

Reino Unido ha realizado pedidos de municiones a BAE Systems por un valor de 430 millones de libras el año pasado, parte de un acuerdo marco de 2.400 millones de dólares a 15 años llamado Solución de Municiones de Próxima Generación.

El año pasado en Reino Unido el general Barrons estimó en el diario Sun que “reconstruir el ejército para que pueda hacer frente a un ataque ruso por sorpresa costaría 3.000 millones de libras esterlinas, además de los gastos ya previstos cada año durante la próxima década”.

Francia necesitaría una cifra equivalente más allá de los gastos militares que ya tiene previstos hasta 2030, que ascienden a 16.000 millones de euros (2.300 millones por año).

La conclusión es evidente: hoy no hay ningún país europeo capaz de afrontar una guerra importante contra un país, como Rusia, que está a la altura. En tiempos de la Guerra Fría se hablaba de “carrera de armamentos” porque un programa europeo de rearme puede tardar varios años en materializarse y, como es evidente, cualquier adversario puede hacer lo mismo, es decir, puede contrarrestar el rearme europeo.

En materia de armamento quien da primero, da dos veces. No es posible ponerse en cabeza sin una reacción del adversario que lo impida. Europa puede fabricar muchas armas contra las que Rusia ya tiene contramedidas, como la guerra electrónica.

Por ejemplo, Rusia ha construido muros de ondas electromagnéticas contra los misiles de fabricación occidental, reconocía hace unasa semanas el diario The Telegraph. Los misiles más avanzados proporcionados por Occidente a Ucrania no han logrado sus objetivos. La razón es la guerra electrónica.

Los proyectiles de artillería ucranianos Excalibur de 155 milímetros fallaron en sus objetivos. Lo mismo está sucediendo con los Himars, famosos por su precisión. En algunas zonas del frente nunca hubo un tiro certero. Lo mismo pasó con las bombas JDAM enviadas por Estados Unidos.

El periódico británico hablaba de la ineficacia de las armas estadounidenses contra la guerra electrónica rusa. Los misiles británicos Storm Shadow fallaron el objetivo muchas veces, dirigiendo su complejo sistema de orientación hacia objetivos equivocados, muchas veces sin necesidad de que participara la defensa antiaérea.

Rusia ha pasado de la interferencia de GPS estándar a una guerra electrónica densa que penetra completamente las estructuras de objetivos y, por lo tanto, la probabilidad de que un misil haga un disparo limpio ha disminuido significativamente, a menos que encuentre un hueco en áreas densas de guerra electrónica.

Dentro de varios años Europa podrá disparar muchos misiles y obuses, pero sólo un pequeño porcentaje de ellos alcanzarán su objetivo.

La pregunta es si, a su vez, las defensas aéreas europeas serán capaces de resistir el primer embiste de misiles rusos cuando empiecen a caer sobre las fábricas de armamento de Francia, Alemania, Reino Unido…

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