La deuda exterior como instrumento de dominación

Éric Toussaint
En la segunda mitad del siglo XIX Túnez experimentó a su pesar el mecanismo de la deuda exterior como instrumento de dominación y de alienación de la soberanía de un Estado. Entregado a sus acreedores exteriores atado de pies y manos, la regencia de Túnez perdió su autonomía para convertirse en un protectorado francés.

Antes de 1881, fecha de su conquista por Francia que lo transformó en un protectorado, la regencia de Túnez, una provincia del imperio otomano, disponía de una importante autonomía bajo la autoridad de un bey. Hasta 1863 no se endeuda con el exterior, asegurando la producción agrícola más o menos la independencia alimentaria del país. Pero con el acceso al trono de Mohammed el-Sadik (Sadok Bey) en 1859, la influencia de las potencias europeas, especialmente de sus banqueros, aumenta. El primer préstamo de Túnez con el exterior aquel año constituirá una verdadera estafa que acabará 18 años mas tarde con la conquista de Túnez por Francia.

Los banqueros parisinos, como sus colegas londinenses, disponen de abundante liquidez, y buscan colocaciones en el extranjero mas remuneradoras que en su país. Cuando a principios de 1863 el bey hace saber que desea endeudarse en 25 millones de francos, muchos banqueros y corredores de Londres y de París le proponen sus servicios. Finalmente, fue Émile Erlanger que consigue el “contrato”. Según el cónsul británico, le habría ofrecido 500.000 francos a fin de obtener su apoyo. Erlanger, asociado con otros, obtuvo legalmente la autorización del gobierno francés para vender en la Bolsa de París títulos tunecinos.

Un fraude a gran escala

Según un informe de 1872-1873 de Victor Villet, inspector francés de finanzas, el préstamo era un puro fraude. Según el banquero Erlanger, 78.692 obligaciones fueron emitidas, cada por un valor nominal de 500 francos. El prestatario (Túnez) debía recibir unos 37,7 millones de francos (78.692 obligaciones vendidas a 480 francos, es decir 37,7 millones) y devolver al término 65,1 millones. Según la investigación de Villet, Erlanger retuvo algo mas de 5 millones de francos de comisión (alrededor del 13 por ciento del total) mas 2,7 millones desviados, para el primer ministro del bey y el banquero. Por tanto, para disponer de 30 millones el gobierno tunecino se comprometía a devolver más del doble, 65,1 millones de francos.

Este préstamo exterior debía servir para reestructurar la deuda interna evaluada en 30 millones de francos franceses. Se trataba concretamente de reembolsar los bonos del tesoro del bey, o “teskerés”, lo que se hizo; pero las autoridades los emiten de nuevo por un importe equivalente. Victor Villet describe: “Al mismo tiempo que en las oficinas del representante de la casa Erlanger en Túnez se reembolsaba los antiguos títulos…, un corredor del gobierno (M. Gutierrez) instalado en las cercanías recibía dinero público, a cambio de nuevos teskerés emitidos a un tipo del 91 por ciento. Tras esta comedia de reembolso, la deuda en encuentra simplemente… aumentada en 15 millones”.

En menos de un año el préstamo se dilapidó. Al mismo tiempo, el Estado se encuentra por primera vez en su historia endeudado frente al extranjero por una suma muy elevada. La deuda interna, que hubiera debido ser reembolsada por el préstamo exterior, ha sido multiplicada por dos. El bey decidió, presionado por sus acreedores, transferir la factura al pueblo, aumentando en un 100 por ciento la mejba, el impuesto personal.

Beneficios fructíferos gracias a los ‘valores con turbante’

La medida provoca en 1864 una rebelión general. Los rebeldes acusan al gobierno de haber vendido el país a los franceses. El bey intenta por la fuerza extraer el máximo de los impuestos y las multas a la población. Su fracaso le obliga a acordar con el banquero Erlanger un nuevo préstamo en marzo de 1865, por un importe de 36,78 millones de francos, en condiciones aún peores y más escandalosas que en 1863. Esta vez, un título de 500 francos vendido a 480 francos en 1863 solo se vende a 380 francos, apenas un 76 por ciento de su valor facial. Como resultado, el prestamista se endeuda por 36,78 millones; sin embargo no recibe mas que un poco menos de 20 millones. Los gastos de corretaje y las comisiones retenidas por el banquero Erlanger y sus asociados Morpurgo-Oppenheim se elevan al 18 por ciento, unos 3 millones deducidos directamente a partes iguales por los banqueros y por el primer ministro y sus asociados. La cantidad a reembolsar en 15 años se elevó a 75,4 millones de francos.

Los banqueros han realizado un buen negocio: deducen unos 6,5 millones de francos en forma de comisiones, de gastos de corretaje y de robo puro y simple. Todos los títulos se han vendido en pocos días. En París reina la euforia a propósito de los títulos de países musulmanes (Túnez, Imperio Otomano, Egipto), denominados como “valores con turbante”, mientras los banqueros pagan a la prensa para publicar informaciones tranquilizadoras sobre las realidades locales.

A merced de los financieros

Las nuevas deudas acumuladas en el curso de los años 1863-1865 ponen a Túnez a meced de sus acreedores exteriores y de Francia. Son totalmente imposibles de devolver en los plazos. El año 1867 es un mal año agrícola. Obligado a procurarse divisas, el bey favorece la exportación de productos agrícolas en perjuicio del mercado interior, produciendo hambruna en muchas provincias de la regencia, y luego una epidemia de cólera.

En abril de 1868, al dictado de los representantes de Francia, el bey establece la Comisión Internacional Financiera. El texto del decreto del 5 de julio de 1869 constituye un verdadero acto de sumisión a los acreedores. El artículo 9, especialmente importante, indica muy claramente que la Comisión percibirá todos los ingresos del Estado sin excepción. El artículo 10, decisivo para los banqueros, prevé que tendrán dos representantes. Una de las tareas principales de la Comisión, la más urgente, es la reestructuración de la deuda. Ninguna reducción de deuda se concedió a Túnez. Por el contrario, los banqueros obtienen que sea elevada a 125 millones de francos. Es una victoria total para éstos, representados por los delegados de Alphonse Pinard y Émile Erlanger, que recompran en bolsa obligaciones de 1863 o de de 1865 a 135 o 150 francos. Gracias a la reestructuración de 1870 obtienen un cambio de títulos casi al precio de 500 francos.

Las autoridades tunecinas son cómplices de este pillaje. El primer ministro Mustafa Jaznadar, otros dignatarios del régimen, sin olvidar a otros tunecinos afortunados que poseían igualmente títulos de la deuda interna, hicieron enormes fortunas mediante la reestructuración.

Indemnizados y ampliamente satisfechos, Pinard y Erlanger se retiran de Túnez. Émile Erlanger construyó un imperio financiero, especialmente gracias a sus operaciones tunecinas, entró en el Crédit Mobilier de Paris y, algunos años mas tarde, en la gran agencia de prensa Havas. Por su parte, Alphonse Pinard continuó sus actividades en Francia y en el mundo, participó en la creación de la Société Generale (uno de los tres principales bancos franceses hoy) así como en otra entidad, que con el tiempo se transformó en BMP Paribas (el principal banco francés actualmente).

Bajo tutela de la metrópli

Tras la conquista de Argelia a partir de 1839, París considera que Francia tiene más que un derecho de supervisión sobre Túnez. Pero hace falta encontrar el pretexto y el momento oportuno. En la región, Egipto tiene la prioridad por razones geoestratégicas: la posibilidad de tener un acceso directo a Asia con la apertura del Canal de Suez entre el Mediterráneo y el Mar Rojo en 1869; el acceso al África negra por el Nilo; la proximidad de Oriente por vía terrestre; el potencial agrícola de Egipto; la competencia entre el Reino Unido y Francia (aquel país que controle Egipto tendrá ventaja estratégica sobre el otro).

Durante el Congreso de Berlín en junio de 1878 que reparte África, tanto Alemania como Inglaterra abandonan a Francia Túnez, que no presenta ningún atractivo para Alemania. Para el canciller alemán Otto von Bismarck, si Francia se concentra en la conquista de Túnez con su acuerdo, será menos proclive a recuperar Alsacia-Lorena. El Reino Unido, que da prioridad al Mediterráneo oriental (Chipre, Egipto, Siria…) ve también con buenos ojos que Francia esté ocupada en el Oeste con Túnez.

La diplomacia francesa no cesó de provocar incidente o buscar pretexto para justificar una intervención. El conflicto entre la tribu argelina de los Uled Nahd y los Krumirs tunecinos es la ocasión de lanzar una intervención militar francesa de gran alcance. Veinticuatro mil soldados son enviados contra los Krumirs, y el tratado del 12 de mayo de 1881 firmado entre el bey de Túnez y el gobierno francés instauró un protectorado francés en Túnez. La lección no debe olvidarse.

Fuente: http://orientxxi.info/magazine/la-dette-l-arme-qui-a-permis-a-la-france-de-s-approprier-la-tunisie,1395

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