Los kits de prueba PCR para detectar el coronavirus se basan en un artículo “científico” publicado el 23 de enero de este año en la revista Eurosurveillance, que está firmado, entre otros autores, por Víctor Corman y Christian Drosten (*), el principal asesor científico de Merkel para la pandemia y que aparece en la foto de la portada.
Corman, Drosten y los demás enviaron el artículo para su publicación dos días antes, es decir, el 21 de enero, una fecha que coincide con la decisión de la OMS de tomar su método como canon mundial para la detección del coronavirus (RT-PCR).
Por lo tanto, el carro iba delante de los bueyes: la OMS conocía el nuevo método de Corman y Drosten antes de que se publicara porque los alemanes se lo enviaron previamente a Ginebra. Era algo negociado y pactado antes de que la pandemia saltara en Europa.
Pero no es la única paradoja porque entonces todo se empezaba a hacer contrareloj y de la peor manera posible. Hasta el 24 de enero el CDC chino no informa sobre el nuevo brote aparecido en Wuhan, es decir, que la prueba canónica RT-PCR se crea antes de que se conozca el virus. ¿Cómo es posible crear un método de detección de algo que no estaba aún definido?
El artículo de Corman, Drosten y demás lo reconoce literalmente: “Antes del anuncio público de las secuencias del virus de 2019-nCoV, nos basamos en los informes de los medios sociales anunciando la detección de un virus similar al SARS. Por lo tanto, asumimos que un virus relacionado con el SARS El CoV estuvo involucrado en el brote”.
Es lo mismo que dicen los políticos: no sabíamos nada, nos enteramos por la prensa. También los “científicos” como Corman y Drosten se informan por la prensa y “asumen” que el “nuevo virus” no es tan nuevo, sino más bien “similar” al Sars. Este tipo de “científicos” funcionan así: a ojo de buen cubero.
En tres semanas ya tenían el método para detectar a un virus “similar al Sars”, es decir, del cual no conocían su secuencia genómica. Incluso ya tenían redactado el artículo “científico” correspondiente.
En otro apartado el artículo decía lo siguiente: “En el presente caso de 2019-nCoV el aislamiento del virus o las muestras de pacientes infectados aún no están disponibles para la comunidad internacional con fines de salud pública. Informamos aquí sobre el establecimiento y la validación de un flujo de trabajo de diagnóstico para el cribado de 2019-nCoV y la confirmación específica desarrollada en ausencia de aislamientos de virus disponibles o muestras de pacientes originales. El diseño y la validación fueron posibles gracias a la estrecha relación genética con el SARS-CoV de 2003 y al apoyo del uso de la tecnología de ácido nucleico sintético”.
No se puede ser más claro: el nuevo virus no se había secuenciado y la prueba RT-PCR se apoyaba en su “estrecha relación genética” con el Sars, aparecido 17 años antes. Eso significa que el test RT-PCR no es específico para el coronavirus, en contra de lo que vienen sosteniendo los “expertos” desde hace nueve meses.
El método de Corman y Drosten no puede ser específico porque en Alemania no hubo ningún “caso” de coronavirus hasta el 23 de enero. Por aquellas fecha en todo el mundo sólo había 6 muertes atribuidas al “nuevo” virus.
Uno de los firmantes del artículo seudocientífico es Olfert Landt, fundador de la empresa alemana de equipamiento médico Tib Molbiol que es la titular de la patente de los kits de detección del coronavirus, de cuya comercialización se encarga la multinacional farmacéutica Roche.
Sin embargo, al publicar el artículo, Landt no reveló ningún conflicto de intereses, como es preceptivo en las revistas científicas.
A mayor abundancia, dicho artículo no fue revisado por pares, como es también preceptivo, porque dos de los firmantes, entre ellos Drosten, son miembros del consejo editorial de la revista en la que se publicó, o sea, juez y parte.
A este tipo de chapuzas es a lo que hoy llaman “ciencia”. A nadie debería extrañar que quienes están involucrados en ellas sean los asesores de los gobiernos y se dediquen a vender sus mercancías y a lucrarse a costa de la salud de millones de personas.
(*) https://doi.org/10.2807/1560-7917.ES.2020.25.3.2000045