El antiguo comisario holandés Frans Timmermans financiació a un grupo de presión formado por ONG ambientalistas para influir en los eurodiputados y los Estados miembros a favor de las leyes propuestas en el Pacto Verde. El nuevo Comisario de Presupuestos, Piotr Serafin, lo reconoció el 22 de enero ante el propio Parlamento Europeo.
Timmermans fue vicepresidente de la Comisión Europea para el Pacto Verde y comisario de Acción por el Clima con Von der Leyen desde 2019 hasta su dimisión en 2023.
El cabildeo indirecto orquestado por la Comisión Europea es realmente oscuro. El diputado holandés Dirk Gotink lo ha calificado como “un grupo de presión fantasma” que mina la confianza en las instituciones europeas. Normalmente, los grupos de presión defienden intereses privados y quieren influir sobre los organismos públicos. En este caso se trata de un organismo público (Comisión Europea) que quiere influir sobre otro (Parlamento Europeo). Según la eurodiputada alemana Monika Hohlmeier, la Comisión se presiona a sí misma “aparentando que se trata de acciones de cabildeo independientes”.
Se han presentado varias denuncias ante la Fiscalía Europea y la Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) por la distorsión del funcionamiento de la Unión Europea y el desvío de fondos por parte de la alta burocracia de Bruselas.
La financiación de las ONG y de los grupos de presión es objeto de debate desde hace varias semanas en Bruselas y la Comisión quiere revisar las normas reguladoras. Pero el tono subió el 22 de enero, con la publicación de un artículo en el periódico holandés De Telegraaf, que afirma que los acuerdos de financiación de las organizaciones verdes incluían específicamente labores de presión sobre los parlamentarios europeos.
Según el diario, una de las ONG más atacadas por las acusaciones es la Oficina Europea de Medio Ambiente (EEB), que agrupa a 185 asociaciones ambientalistas. La EEB y otros colectivos similares se benefician de una financiación considerable de la Unión Europea, lo que les otorga una influencia igualmente considerable sobre los eurodiputados.
De Telegraaf menciona el programa europeo Life, que apoya acciones en materia de medio ambiente y cambio climático, y menciona en particular el grupo de presión de las ONG a favor de una ley incluida en el Pacto Verde sobre la “restauración de la naturaleza”, aprobada en febrero del año pasado en el Parlamento Europeo.
En su intervención ante el pleno del Parlamento, Serafin, admitió que “no es adecuado que algunos servicios de la Comisión celebren acuerdos que obliguen a las ONG a presionar específicamente a los miembros del Parlamento Europeo”. La Comisión comparte “el objetivo del Parlamento Europeo de mejorar la transparencia” de la financiación europea y espera conocer una auditoría del Tribunal de Cuentas Europeo sobre el dinero de las ONG, añadió.
“Se trata de un sistema de cabildeo fantasma que socava la confianza en nuestras instituciones”, dijo Gotink. “Los dirigentes de la Comisión trabajaban en las campañas de comunicación de los grupos de presión que ellos mismos estaban financiando”, continuó.
La histeria verde se ha desatado a golpe de talonario. En este caso, las mordidas suman 15 millones de euros. El año pasado Ursula von der Leyen aseguró que tenía un “compromiso muy claro” con el Pacto Verde y ha anunciado otro de sus fastuosos proyectos que -felizmente- nunca verán la luz: un gigantesco plan de inversiones públicas y privadas de 800.000 millones de euros.
La nueva fantasmada se presentará en la “Competitiveness Compass”, destinada a cumplimentar el informe Draghi en energía verde e innovación.
Pero Trump quiere volver a barajar las cartas de la competencia internacional y el escándalo ambientalista de la Comisión Europea podría dar la puntilla al Pacto Verde y la Agenda 2030. El primer ministro polaco, Donald Tusk, que acaba de asumir la presidencia de la Unión Europea durante seis meses, pidió el 22 de enero al Parlamento Europeo una “desregulación importante” que incluye la maraña de normas verdes.
Desde 2019 la Unión Europea ha introducido normas restrictivas en el transporte, la energía, la industria y la agricultura con el pretexto de alcanzar la neutralidad de las emisiones de carbono en 2050. Sin embargo, otros países no cumplen los mismos estándares medioambientales y sociales que los de la Unión Europea, que los capitalistas europeos consideran como competencia desleal en los mercados mundiales.
Corren muy malos tiempos para los movimientos seudoecologistas. El grifo del dinero se va a cerrar porque la guerra ha pasado al primer plano.