La CIA en la guerra de independencia de Angola

En Ucrania los imperialistas no han inventado casi nada. En este tipo de guerras, las tropas de Estados Unidos nunca dan la cara. Oficialmente no intervienen, es decir, que intervienen extraoficialmente, a través de sus lacayos sobre el terreno. En Angola eran el FNLA de Roberto Holden y la Unita de Jonas Savimbi. Por ejemplo, desde 1961 Roberto Holden, el dirigente del FNLA, empezó a cobrar un sueldo de la CIA.

El tercero en discordia era el MPLA de Agostinho Neto, que contaba con el apoyo de la URSS y Cuba.

Lo que parecía una guerra civil, era en realidad una parte de la Guerra Fría. Tras la Revolución de los Claveles, Portugal, la potencia colonial, anunció su retirada del país y al año siguiente empezó una partida a tres bandas.

La intervención clandestina de la CIA en Angola se prolongó durante más de quince años, con entregas de armas, financiación de mercenarios y operaciones de desestabilización.

Todo empezó el 27 de junio de 1975 al más alto nivel, en la Casa Blanca. El presidente Gerald Ford convocó un Consejo de Seguridad Nacional al que asistieron el secretario de Estado Henry Kissinger, el secretario de Defensa James Schlesinger y el jefe de la CIA Bill Colby. El único tema del orden del día era la situación en Angola.

Sólo habían transcurrido dos meses de la caída de Saigón y la retirada de las tropas estadounidenses de Vietnam y Kissinger era partidario de iniciar una guerra civil en Angola.

Los archivos de la CIA, recientemente desclasificados, muestran una gigantesca ofensiva basada en operaciones clandestinas que prolongaron la guerra de Angola durante 27 años, provocando medio millón de muertos.

Lo mismo que los vietnamitas, el MPLA también se encontraba a las puertas de la capital, Luanda. Estados Unidos estudió la viabilidad de una operación aeronaval sobre Luanda para aniquilar a las fuerzas procomunistas. Pero finalmente desistieron para evitar una guerra con la URSS y Cuba.

La dirección de la guerra se confió a la CIA. El objetivo era proporcionar clandestinamente armas y recursos financieros a los dos títeres locales: el FNLA y la Unita.

El 29 de julio de 1975 llegó desde Kinshasa un avión de transporte C141 con un primer cargamento de armas para los lacayos locales. Para que no se pudieran atribuir a Estados Unidos, enviaron equipos militares de la Segunda Guerra Mundial, así como misiles antiaéreos SA7 suministrados por Israel. La CIA convenció al gobierno sionista de Tel Aviv para que realizara la entrega, a cambio de equipos modernos estadounidenses entregados a Tel Aviv.

El 13 de septiembre los estadounidenses comenzaron a distribuir armas más modernas y crearon un programa para adiestrar a milicianos angoleños fuera del país con asesores militares extranjeros.

La CIA prefirió jugar la carta sudafricana, un socio más fiable que Zaire. Las tropas sudafricanas entraron en Angola el 14 de octubre, pero no consiguieron evitar la caída de en manos del MPLA. A partir de esa fecha, lo que parecía una guerra civil se convirtió en una guerra internacional abierta.

La CIA reclutó a periodistas de varias cadenas para que elaboraran noticias falsas sobre la guerra de Angola, como las supuestas violaciones cometidas por los soldados cubanos. Tambien elaboró un “libro blanco” en francés sobre la guerra que parecía haberse imprimido en Zaire. El libro fue distribuido por una delegación del FNLA que viajó a Nueva York para presionar en la prensa en busca del apoyo de la ONU.

Otra delegación de Unita también se trasladó a Washington para presentar a los miembros del Congreso, del Departamento de Estado, de la Casa Blanca y de los medios de comunicación, informes verbales sobre la situación en Angola que habían sido cuidadosamente preparados por la CIA.

Durante los 27 años que duró, el ejército estadounidense sólo intervino una vez bajo su bandera, entre agosto y octubre de 1992, al final de la guerra, para llevar de vuelta a casa a los títeres locales en aviones Hércules C-130. Pero a lo largo de la guerra, se utilizaron aviones F27 fletados por la CIA para las operaciones de transporte. Uno de ellos fue incluso derribado por MIG de la Fuerza Aérea cubana en 1976.

La CIA también financió el reclutamiento de mercenarios a 300 dólares semanales para apoyar a las fuerzas del FNLA de Roberto Holden. El presupuesto ascendió a 1,5 millones de dólares. Varios de ellos, llegados a través del vecino Zaire, fueron capturados por el MPLA y juzgados públicamente. Algunos fueron condenados a muerte y ejecutados.

En 1980, con la llegada de Reagan a la Casa Blanca, se reanudaron las ofensivas clandestinas de la CIA, que se encarga del suministro de armas a la hordas de Jonas Savimbi y de la implicación en el conflicto del ejército zaireño, que hasta entonces se había mantenido al margen.

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Lo mismo que en España, en Estados Unidos también el Presidente se salta la ley y las prohibiciones a la torera, e incluso hace alarde de ello. A pesar de que la intervención de la CIA en Angola era ilegal, en 1987 Reagan preparó un viaje del jefe a Unita, Jonas Savimbi, a Washington.

Fue una campaña de relaciones públicas al máximo nivel que se encomendó a la empresa Black, Manafort, Stone & Kelly, alguno de cuyos miembros se hicieron famosos en tiempos de Trump. Había que llenar de titulares los principales noticiarios de Estados Unidos porque, incluso en África, una guerra no sólo se gana con armas, sino con tinta.

La tarea se encomendó a una empresa porque no se podía gastar dinero público en la campaña. Dos miembros de la empresa se desplazaron hasta Angola para entrevistarse con Savimbi en el avión privado de un millonario texano.

Antes de viajar a Washington le hicieron firmar un contrato por valor de 600.000 dólares, como si fuera Unita, y no la CIA, quien contrataba a su empresa para realizar una gira de diez días por la capital.

Savimbi, al que nadie conocía hasta entonces, tuvo tanta presencia en las cadenas de televisión y en la prensa estadounidenses como un candidato a la presidencia en plena campaña electoral.

A partir de entonces la intervención estadounidense se hizo cada vez más masiva. Reagan dio luz verde a la entrega de misiles antiaéreos Stinger, los más avanzados de la época. El coste fue de 15 millones de dólares. Washington implicó a sus satélites en el apoyo a Savimbi. Arabia Saudí, por ejemplo, pagó cincuenta millones de dólares para el entrenamiento de los mercenarios de Unita en Marruecos. Incluso se pidió a Brasil que enviara asesores militares sobre el terreno.

La CIA esperó hasta 1991 y el inicio del proceso de paz para poner fin a su operación secreta en Angola. Había fracasado por completo.

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