La burguesía no ha creado una corriente ‘feminista’ en torno a las mujeres sino a las subvenciones

El feminismo burgués parece tener un tamaño mayor del que en realidad tiene porque está dopado con subvenciones públicas y privadas, que a lo largo de los años han ido tejiendo una amplia red clientelar que alcanza a institutos, fundaciones, observatorios, ONG, que van del ámbito más general, el europeo, al más local y restringido.

En tiempos de recortes, este año el Instituto de la Mujer ha incrementado su presupuesto en un 25 por ciento, a pesar de que es un organismo absolutamente parasitario y vacío de contenido, que se limita a subcontratar y repartir prebendas entre las principales correas de transmisión de los partidos políticos institucionales y, en especial, del PSOE.

La burguesía no ha creado un movimiento “feminista” en torno a la mujer sino en torno a subvenciones. “Estamos ante los presupuestos más feministas de la historia”, dijo la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, cuando el 14 de enero compareció en el Congreso de los Diputados a presentar las cuentas públicas (1).

La ministra aseguró a los medios que se había puesto “las gafas moradas” a la hora de echar cuentas. Es un signo de la modernidad: en todo tiene que aparecer un impacto ecológico y otro “de género”. Una parte del gasto público tiene que revertir en inflar las subvenciones del entramado feminista burgués.

Además, en los presupuestos había un factor coyuntural que no podía dejar de aparecer, la famosa “ultraderecha”, verdadera navaja suiza multiusos. Los presupuestos “feministas” eran “el mejor antídoto contra Vox o contra los populismos que quieren retroceder en materia de género en esta país”, dijo la ministra.

Ambos se necesitan porque se justifican con su espejo: el feminismo burgués define a los “ultras” con relación a sí mismo, y a la inversa. El eje fascista – antifascista se acabará confundiendo con el feminista – machista.

Por supuesto, no es necesario recordar que las subvenciones no son asistenciales, ni sus destinatarios son las mujeres afectadas, maltratadas o emigrantes sino las propias organizaciones “feministas”. El capitalismo todo lo convierte en mercancía y la mujer -los distintos tipos de mujeres- no podían ser una excepción. La burguesía no podía hacer otra cosa más coherente con su clase social que esa: convertir a las mujeres en mercancías.

El pastel es tan grande que para apoderarse de un trozo los partidos institucionales han creado sus propias correas de transmisión “feministas”, aunque no todo se rige sólo por las leyes del mercado. No olvidemos que el problema principal es político, que se trata de abducir la lucha de la mujer trabajadora, sacarla de la lucha de clases.

Para ello hay que presentar el negocio como una “lucha”, especialmente como una lucha por la igualdad. Al mismo tiempo, para que el mercado no se agote, la igualdad es algo que no se puede ni se debe alcanzar nunca. La lucha por la igualdad es como la lucha por justicia, o por la paz, o por la verdad: entelequias inagotables.

Eso mismo le imprime a este movimiento un carácter reivindicativo, que es el terreno fértil del reformismo y el progrerío. Por eso el feminismo burgués lo dirige básicamente el PSOE, que si no tuviera ese asidero tendría muy poco sitio. “El PSOE impulsará una Escuela de Feminismo para formar en igualdad y contra la violencia de género”, titulaba un medio en julio del año pasado (2).

Otro de los proyectos es crear facultades especializadas en estudios “de género” porque la mujer es una fuente temática inagotable. En matemáticas están los grandes ordenadores, en astronomía los grandes telescopios, en física los aceleradores de partículas y en las ciencias humanas las mujeres acaparan buen parte de los fondos de investigación más sustanciosos.

En el entramado “feminista” del PSOE hay algunos organismos clave: la Fundacion Mujeres, la Federación de Mujeres Progresistas, la Asociación de Juristas Themis, la Unión de Asociaciones Familiares (UNAF), la Asociación Española de Mujeres Profesionales de los Medios de Comunicación (AMECO), la Coordinadora Española del Lobby Europeo de Mujeres (CELEM), la Federación Nacional de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas y su Centro de Atención Reinserción y Rehabilitación de Mujeres Maltratadas (CARRMM).

Estos organismos son auténticos “holdings” monopolistas. No sólo obtienen subvenciones, tanto europeas como autóctonas, para sí mismas sino que, a su vez, reparten bocados o migajas a miles de colectivos de mujeres de muy diferente tipo, todas ellas “sin ánimo de lucro”.

A partir de ahí, las asociaciones crean su red clientelar de puestos de trabajo, estudios de campo, casas de acogida, puntos de encuentro, gabinetes psicológicos, despachos de abogados y trabajadores sociales.

Los sueldos tienen muy poca relación con una trabajadora cualquiera. Pero la burguesía no se refiere a eso cuando habla de “brecha salarial”. De media, los institutos de la mujer que están en funcionamiento pagan 50.000 euros anuales de sueldo a sus cargos. Si quieren ver lo que ganan en el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, echen un vistazo a este enlace (3).

La consecuencia es que el PSOE recauda más votos femeninos que masculinos, que es de lo que se trata. Ahora bien, cuando la votante se define como “feminista”, su elección va un poco más allá, hacia Podemos e Izquierda Unida.

El reformismo se quedaría vacío de contenido sin el “feminismo” burgués que llena sus alforjas.

(1) https://www.lavanguardia.com/economia/20190115/454145749312/presupuestos-2019-feminismo-vox-politicas-genero-montero-sanchez.html
(2) https://www.20minutos.es/noticia/3394686/0/psoe-impulsara-escuela-feminismo-para-formar-igualdad-contra-violencia-genero/
(3) http://transparencia.gob.es/servicios-buscador/contenido/retribuciones.htm?id=RET_anyo_2016_E04921901&lang=es&fcAct=2017-02-17T07%3A28%3A46.943Z

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