Israel dispone de armamento nuclear gracias a Simón Peres y a Francia

A mediados de los cincuenta sólo cuatro países (Estados Unidos, URSS, Gran Bretaña y Francia) tenían armamento nuclear y sólo uno de ellos podía suministrárselo a Israel, Francia, por una carambola del momento: porque tenían un enemigo común, el Egipto de Nasser, que estaba ayudando a los independentistas argelinos que luchaban contra la Francia colonialista.

Lo contó el propio Simón Peres, artífice el programa nuclear israelí y Premio Nobel de la Paz al que ahora todos lloran, mientras esconden sus numerosos crímenes debajo del felpudo, como es de recibo en todo lo que se refiere al Estado hebreo.

Para negociar el acuerdo con Francia, Peres viajó a París en 1955, donde mantuvo contacto con altos oficiales del ejército, así como intelectuales, escritores y artistas, como Yves Montand o André Malraux.

Entonces a Peres no le conocía nadie. Uno de sus principales puntos de apoyo en París fue Georges Elgozy, consejero económico del Presidente del Consejo frances, que le abre las puertas de las altas esferas, hasta el punto de que el israelí llegó a tener un despacho propio en el Ministerio francés de Defensa.

Pers entabló una relación muy estrecha con el dirigente socialista francés Guy Mollet, que llegaría a primer ministro un año después de la llegada de Peres. Esa misma noche Mollet le llamó por teléfono a Peres a Tel-Aviv para decirle que todas las promesas que le había hecho en París seguían en pie.

Con su amigo al frente del gobierno, Peres no tardó en volver a París para pedirle un reactor nuclear y uranio, la materia prima.

Los vínculos entre ambos países se reforzaron tras la Operación del Canal de Suez de 1957, cuando los imperialistas británicos y franceses enviaron un cuerpo expedicionario a Egipto para enfrentarse a Nasser.

Francia, y especialmente su gobierno socialista, puso toda la carne en el asador para que Israel tuviera armas nucleares contra los países árabes. Además de uranio, envía centenares de técnicos y un reactor nuclear de 24 megawatios que se instala en Dimona, en el desierto de Neguev.

Los acuerdos firmados entre ambos países implicaban la construcción de una fábrica subterránea de separación isotópica.

A la vista de las continuas agresiones militares a sus vecinos (Egipto, Siria, Líbano) era una verdadera temeridad por parte de Francia, inducida por sus propios intereses, ya que a cambio del apoyo nuclear, Francia quería tener acceso a la tecnología estadounidense a través de Israel.

Cuando en 1958 De Gaulle llegó al poder, ordenó la paralización inmediata de la colaboración nuclear con Israel y reorientó la política exterior francesa en una línea favorable a los países árabes, que se profundizó tras el reconocimiento de la independencia de Argelia en 1962.

En 1967, durante la Guerra de los Seis Días, el arsenal nuclear israelí estaba plenamente operativo. Hoy dispone de 80 ojivas nucleares y material suficiente para lanzar 200 bombas, tanto desde submarinos como desde misiles balísticos.

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