Insana envidia (pildorilla)

Bianchi

Oyendo por la radio una tertulia cavernaria -uno, en su  epicúrea ociosidad, tiene tiempo para todo- un interviniente exclama un «chapó» ante la actitud de los jugadores de fútbol de las selecciones de Francia y Rumanía -primer partido de la Eurocopa- que cantan y tararean sus respectivos himnos nacionales. Otro contertulio, con pretendida ironía que esconde una bilis negra de esputar rabia canina, dice esta coda al scherzzo anterior: «igualico, igualico que aquí» (se refiere a «España»).

Es claro que tiene en mente las recientes, y ya reiteradas, pitadas al himno español y al Rey en las finales de Copa del Generalísimo, perdón, de SM el Rey. ¿Se preguntará este atribulado patriota por qué «aquí» pasa lo que pasa y en otros sitios no? ¿Lo hará? Pregunta bien sencilla, pero no se la harán y preferirán seguir idiotizando a sus oyentes mintiendo como bellacos y, de paso, tratando de creerse sus propias bellaquerías de tanto repetirlas siguiendo el método goebbelsiano. Está uno por decir que responde a un complejo de inferioridad, pero no nos atrevemos porque no somos psiquiatras.

De lo que sí estamos seguros es del infantilismo de que adolece esta purria filofascista cuando, por ejemplo, se ríen en un homenaje a Pep Guardiola -un independentista catalán que no se esconde-, su club, el Bayern de Munich, pone -sin mala intención y creyendo que tiene un detalle- el «Viva España» del nacional-folklórico Manolo Escobar. Se ríen con la malicia de un niño, como diciendo: ¡jódete, cabrón! O el «yo soy español, español, español…», demencial sonsonete de claro diván para hacérselo mirar.

Y es que a la mínima piedra de toque que se les presenta para demostrar lo «demócratas» que son, les sale el facha que llevan dentro y han mamado desde el «Cara al sol…» No lo pueden evitar, les supera, les vence a estos perros rabiosos.

Y conste que nosotros no somos nacionalistas, pero no ocultamos que se nos eriza la piel oyendo «La Marsellesa» y «La Internacional» nos emociona hasta saltársenos las lágrimas, o «Los remeros del Volga» o «Ay, Carmela» y tantas y tantas músicas revolucionarias.

Buenas noches.

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