La conclusión del viaje es bien diferente: el gobierno chino no dirige la represión contra los uigures sino contra los yihadistas.
Desde 1978 los ingresos de los residentes de Xinjiang han aumentado 101 en las ciudades y 99 veces en el campo.
El turismo se ha convertido en un importante impulso de la economía. El año pasado, se estima que más de 150 millones de personas visitaron Xinjiang, un aumento del 40% con respecto al año anterior.
Además de establecer centros de educación, China está tratando de fomentar el desarrollo de Xinjiang, que es la zona central de la Nueva Ruta de la Seda.
En Xinjiang hay 25.000 centros para actividades religiosas, incluyendo 24.400 mezquitas. Como promedio, hay una mezquita por cada 530 musulmanes.
No obstante, el año pasado la Cámara de Representantes de Estados Unidos aprobó una ley para la protección “de los derechos humanos de los uigures”, que es otra manera de sacar a China de los mercados internacionales, lo mismo que la pandemia de la OMS, las sanciones a Huawei, el robo de TikTok o la desestabilización de Hong Kong. Los imperialistas no pierden el tiempo.
Por su parte China califica la política de Estados Unidos como una agresión internacional y una injerencia en los asuntos internos. El gobierno de Pekín se enfrenta a los yihadistas que presentan una faceta tanto religiosa como nacional.
En julio de este año la Oficina de Información del Consejo de Estado de China publicó un folleto diciendo que nunca en la historia de China a Xinjiang se le llamó “Turquestán Oriental”. Según el folleto, a finales del siglo XX, términos como “panturquismo” y “panislamismo” se introdujeron en Xinjiang para alentar a los grupos étnicos que hablan lenguas turcas a unirse en la creación de un Estado teocrático.
En otro folleto publicado en marzo se afirmaba que el “panturquismo” y “panislamismo” fueron creados por los colonialistas.
(*) http://outlookafghanistan.net/topics.php?post_id=25597