En Chechenia el problema fundamental es el imperialismo

Alguien con el seudónimo de I. Larrea ha publicado (*) un
artículo en euskara sobre Chechenia (Txetxenia, herri madarikatu hori,
Chechenia, ese pueblo maldito) que,
con la excusa de la opresión nacional, se arroja a los brazos del imperialismo,
lo cual viene siendo algo característico de ciertas corrientes independentistas
en Euskadi, Catalunya y Galicia desde la caída de la URSS, por lo menos.

La difusión que tienen artículos como éste, reproducidos por
numerosas páginas, supuestamente de izquierda,
demuestra la facilidad con la que el imperialismo justifica sus crímenes y por
ello merecen una crítica a la altura, no sólo del artículo sino de los medios y
grupos que lo difunden.

Aquí vamos a suponer su buena fe, es decir, vamos a escribir
como si pensáramos que, simplemente, están equivocados, cuando lo cierto es que
en nuestro fuero interno estamos convencidos de que no son más que altavoces
del imperialismo. Larrea cree que hay alguna clase de divergencia entre dos
puntos de vista “en el campo de la izquierda” y pretende unir esos
dos puntos de vista de “una manera integral”.

No hay más que un único punto de vista. Nosotros sólo hablamos
de la lucha contra el imperialismo y consideramos que ellos no forman parte de
esa lucha sino del propio imperialismo. Aunque por pura cortesía les concedamos
el beneficio de la duda, deben tener presente que no discutimos con ellos sino
que estamos en su contra. Con el imperialismo no se discute sino que se
combate.

Dichas corrientes se defienden afirmando que quienes nos
oponemos al terrorismo de los grupos fundamentalistas chechenos y a su política
de alineamiento a favor del imperialismo, somos unos “alucinados” que
consideramos que la Rusia actual es la “reencarnación” de la vieja URSS
e incluso que Rusia se enfrenta al imperialismo, el cual es el enemigo
principal y otras concepciones parecidas. Se equivocan otra vez: somos nosotros
quienes venimos diciendo que la URSS desapareció hace mucho tiempo, más del que
ellos suponen y, además, no creemos en la reencarnación.

En Chechenia el problema fundamental es el imperialismo, no
el fundamentalismo, ni el tráfico de drogas, que no son más que sus consecuencias,
como sabemos al menos desde el asunto Irán-contra. El problema es que quienes difunden ese tipo de textos no entienden el imperialismo de la
misma manera en la que lo entendemos los leninistas. Por ello mismo, tampoco
encajan la opresión nacional dentro del imperialismo, como hacemos los
leninistas.

Al no entender lo que es el imperialismo, tampoco entienden
lo que es el nazismo, por lo que ingenuamente Larrea dice cosas como que
durante la II Guerra Mundial “el Gobierno rebelde checheno pide a la
población que dé la bienvenida a los nazis si estos se comprometen a respetar
la independencia chechena”
. Es realmente asombroso que en plena etapa de expansión
a sangre y fuego alguien sea capaz de imaginar que los nazis fueran capaces de
respetar la “independencia” de ningún país. ¿Es sólo ingenuidad por
su parte o algo peor?

Aquellos nazis acababan de pisotear un pacto de no agresión
con la URSS y aún existían sobre la faz de la tierra incautos dispuestos de seguir
firmando pactos parecidos con ellos. ¿Quiénes eran esos “incautos”?
Nada más y nada menos que esos que Larrea califica de gobierno “rebelde”, un adjetivo que hay que matizar porque su “rebeldía”
se dirigía contra el imperialismo sino contra la URSS o, dicho de otra forma,
que no era otra cosa que un títere del imperialismo y que todo lo demás es
consecuencia de eso, hasta el punto de que, como no podía ser de otra forma,
estaba dispuesto a firmar un tratado con sus padrinos nazis para cobijarse bajo
su tutela. Es a eso a lo que algunos llaman “independencia”.

Naturalmente, todos los demás decimos: estamos en contra de
eso que llamáis “independencia” y para evitar vuestras ingenuidades
os aclaramos el asunto un poco más: no es que estemos en contra de la independencia
de Chechenia, ni ahora ni antes. Es más, a nosotros nos viene muy bien hablar
de independencia para demostraros que sois precisamente vosotros los que no
estáis a favor de ella sino de cambiar de amo, que es la pretensión ingenua de
todos los esclavos: piensan que hay otro negrero mejor que el que ahora les
fustiga con su látigo.

Dado que hay varios imperialismos, Larrea pregunta, otra vez
con la misma ingenuidad: “¿Cuántos imperialismos hay?”, y se responde
a sí mismo: “Tantos como naciones oprimidas”, lo cual confirma la
raíz de su error. No se puede hacer de la opresión nacional el motor de la historia,
es decir, analizarlo todo desde el punto de vista nacional y, en particular, el
imperialismo no se define por la opresión nacional sino al revés, la opresión
nacional es consecuencia del imperialismo y, por lo tanto, para resolver la
cuestión nacional hay que luchar contra el imperialismo, lo cual a su vez exige
saber lo que es el imperialismo, en singular: no hay varios imperialismos sino
un único imperialismo que, según Lenin, es la fase superior del capitalismo y
se caracteriza, entre otras cosas, porque varias grandes potencias se disputan
la hegemonía.

Lo característico del imperialismo no es, pues, la hegemonía
de una potencia sino el hecho de que las grandes potencias rivalizan por ella,
se la disputan y una de las maneras de hacerlo ha sido siempre la
instrumentalización de la opresión nacional.

Ahora bien, para reconocer esa circunstancia, que conocemos
desde que Marx y Engels lo denunciaron en 1849, hay que entender que no se
puede convertir la cuestión nacional en algo absoluto porque siglo y medio de
lucha de clases demuestra que las pequeñas naciones han sido históricamente utilizadas
como forma de dominación y expansión de las grandes potencias, lo cual se
intensificó desde la entrada del capitalismo en su fase imperialista, es decir,
hacia 1900.

No se acaba con la esclavitud buscando un patrono que pegue
menos, ni con la explotación con uno que pague más. La liberación nacional, en Chechenia
y en Euskadi, no puede tener como objetivo cambiar de bando, aliarse con unos
imperialistas para oponerse a los otros sino acabar con ellos.

Una vez que se entiende la opresión nacional como una (no la
única, ni la principal) de las consecuencias del imperialismo, las demás preguntas
de Larrea se responden por sí mismas. No sólo porque no todos los movimientos
de liberación nacional son idénticos, sino porque algunos ellos forman parte
del mismo imperialismo. Entonces los leninistas no podemos proceder, como
Larrea, metiendo en el mismo paquete a todos los movimientos islamistas
(Palestina, Afganistán, Líbano) porque ni el islamismo ni la liberación
nacional son nada en sí mismos, al margen de las clases y de la lucha de
clases.

El punto de vista de la clase obrera no es otro que el punto
de vista de la lucha contra el imperialismo, el cual nos impide confundir a los
imperialistas con los antiimperialistas, es decir, que en Chechenia no hay
ninguna lucha contra el imperialismo. Los
grupos de criminales chechenos son uno de los tentáculos del imperialismo
estadounidense.

A quienes se prestaban a los manejos del zarismo en Europa
central, Lenin los calificaba como “puestos de avanzada” del zarismo.
A quienes se prestan hoy a los manejos del imperialismo en el Cáucaso hay que calificarlos,
pues, como
“puestos de avanzada” del imperialismo, es decir, como una
parte del mismo imperialismo, no como algo contrario a él.
(*) https://borrokagaraia.wordpress.com/2013/06/10/txetxenia-herri-madarikatu-hori/

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