Si el teatro español está obsesionado con los curas, al francés le ocurre lo mismo con los médicos. Ya lo vimos con Moliere y podemos insistir con Jules Romains, que hace un siglo escribió otra obra clásica, “El triunfo de la medicina”, que en 1951 inspiró una película dirigida por Guy Lefranc (1).
Si Moliere puso al enfermo en el centro del escenario, Romains pone al médico, y el espectador actual no puede dejar de pensar que le hablan de algo muy cercano. En efecto, no es la primera vez que la medicina se introduce en un túnel bochornoso, ni mucho menos.
Tampoco es sólo literatura. Hace 20 años el “Journal of Medical Humanities” se hizo eco de la obra de Romains para hablar del “cinismo médico” (2), lo cual resultará hoy aún mucho más cercano que en 1922, cuando Romains escribió el libreto y Mussolini llegaba al gobierno de Italia. ¿No han visto a la horda de cínicos por la televisión? Cada vez es más difícil saber si nos están hablando de ciencia o sólo es un espectáculo con guión previo. ¿Dónde acaba la realidad y empieza a funcionar la imaginación, el show y el teatro?
En la obra de Romains, el protagonista, el doctor Knock, confiesa que escribió su tesis doctoral sobre “Los estados de salud imaginarios”, con una conclusión muy simple: quien se siente bien “está realmente enfermo y no lo sabe”. Por lo tanto, también los que se se encuentran bien de salud deberían ir al médico.
Knock trabaja en un pequeño pueblo cuyos vecinos sólo le visitan ocasionalmente porque no padecen ninguna enfermedad y urde un plan para aumentar su consulta y que también el farmacéutico se beneficie. Primero habla con el maestro porque no educa a sus alumnos en materia de higiene y salud. Le propone que imparta una conferencia sobre los peligros de la fiebre tifoidea. Luego hace lo mismo con el pregonero, que en aquellos tiempos desempeñaba la función que hoy cumplen los medios de intoxicación.
Al final de la obra, el único hotel de la localidad se ha convertido en un hospital y cuando el doctor anuncia a los vecinos que traslada su consulta a otra ciudad, se oponen porque están muy enfermos y necesitan de sus cuidados.
A través del doctor Knock, la obra expone el punto de vista de los “expertos”, porque lo importante, dice Knock, no es el enfermo sino la medicina, es decir, eso que hoy llaman “ciencia”. “Sólo me preocupa el bienestar de la medicina”, concluye. La salud es una palabra vacía, añade Knock. Habría que eliminarla del vocabulario.
Romains anticipa la medicalización de la sociedad, donde los manuales de medicina se han llenado de nuevos “síndromes” y “enfermedades emergentes” que le dejan a uno postrado. Requieren el auxilio de otro, de un “experto” que te reconforta, se preocupa de tí y te receta pastillas, cada vez más pastillas. De esta manera la medicina y los fármacos se han convertido hoy en el centro de la vida de muchas personas, especialmente los ancianos.
Cualquiera que lea los catálogos de síntomas elaborados por los “expertos” de las comunidades autónomas se apercibirá de que “todo es covid” y lo mismo ha ocurrido recintemente en Inglaterra cuando uno de los asesores del gobierno, Calum Semple, ha tratado de introducir el dolor de cabeza, la fatiga, la diarrea y el dolor de garganta como “covid” (3). Afortunadamente, en un momento en el que quieren empezar la desescalada, los medios se han echado encima de este cretino gubernamental. Estamos en otra etapa. Necesitan pasar de la intoxicación a la desintoxicación. Ya no pueden seguir inflando las cifras como al principio de la pandemia.
(1) https://www.youtube.com/watch?v=U-NtO0uKhyo
(2) https://mh.bmj.com/content/28/1/14
(3) https://www.thetimes.co.uk/article/5fd1fc80-da57-11eb-b92f-5fe539a30c29
Más información:
— 400 años de negacionismo: el Caso Moliere
«… quien se siente bien “está realmente enfermo y no lo sabe”. Por lo tanto, también los que se se encuentran bien de salud deberían ir al médico».
Hoy he visto una especie de «centro médico express» en una céntrica calle, cuando hace un mes ese local comercial estaba en alquiler. Tenía una minúscula recepción, un pasillo a modo de sala de espera y unas tres «consultas» donde imagino que estarán los «expertos» diagnosticando «enfermedades» a esos pacientes «pacientes» que no saben que están enfermos. Vi de pasada a unos cinco jóvenes, con mascarilla por supuesto, esperando a ser tratados. Sólo puedo decir que me recorrió un escalofrío al ver hasta que punto está llegando la degradación social de una población medicalizada, histérica, patológica y obediente de la autoridad. Y sin hacer ascos a rascarse el bolsillo… ya se sabe que la salud es lo primero.