El proteccionismo ya no es una palabrota

Las sucesivas crisis y guerras han fragmentado los mercados internacionales. El proteccionismo ya no es una palabrota. El mundo se ha partido en bloques que están dejando de interconectarse mutuamente y que se rigen cada vez más claramente por los criterios políticos característicos, que son las presiones, las represalias y las amenazas militares. Las normas de la Organización Mundial del Comercio han pasado a mejor vida.

El nuevo proteccionismo es diferente del anterior. No sigue criterios comerciales sino militares o de “seguridad nacional”. No es sólo el aumento de los aranceles, la defensa de la competencia exterior y las empresas autóctonas, sino la formación de bloques de países aliados. Las empresas no pasan a integrar la lista negra porque sean competidoras sino porque son capitales de países hostiles o por otros motivos, como los ecológicos, que nada tienen que ver con la economía.

Según un informe de Global Trade Alert, en los ocho primeros meses de 2016 en el mundo se tomaron 350 acciones proteccionistas, cuatro veces más que en 2009. Acumuladas, son más de 6.200 desde entonces (*). Estas medidas no son -como antes- arancelarias o por volumen, aunque también, sino que a menudo cobran otras formas menos evidentes que van desde el etiquetado a la normalización o el cifrado.

En abril del año pasado la Secretaria del Tesoro, Janet Yellen, a la nueva estrategia comercial estadounidense la llamó “deslocalización amiga” (friend shoring), aunque no es nada nuevo, sino la política de bloques típica del imperialismo. No mencionó ni una sola vez a la Organización Mundial del Comercio.

Según Yellen Estados Unidos debería “construir una red de acuerdos comerciales plurilaterales” con los países amigos. El Consejo de Comercio y Tecnología Estados Unidos -Unión Europea (TTC), creado en 2021, es el emblema de la nueva política. Los socios transatlánticos han formado grupos de trabajo para acordar normas tecnológicas y controlar ciertas exportaciones a los países hostiles.

Pero la divisoria entre el amigo y el enemigo es muy borrosa. Los esfuerzos de Estados Unidos por recuperar su industria mediante subvenciones a los semiconductores, las energías renovables o los vehículos eléctricos, han alarmado a los europeos. Temen que se construyan nuevas fábricas al otro lado del Atlántico y quieren responder a la ofensiva proteccionista con medidas competidoras.

La fragmentación del mercado mundial tendrá un coste económico importante y los países no alineados quedarán excluidos de alguno de los bloques. La Organización Mundial del Comercio ha calculado que el comercio entre bloques reduciría el PIB mundial en torno a un 5 por cien a largo plazo.

(*) http://www.globaltradealert.org/sites/default/files/GTA20_0.pdf

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