El plan de Bruselas para deshacerse del gas ruso cuesta de 300.000 millones de euros

La Unión Europea se pone en marcha para deshacerse del gas ruso. Esta mañana la Comisión Europea ha presentado un plan denominado REPowerEU que se basa en cuatro pilares (ahorrar, diversificar, acelerar e invertir) y costará de 300.000 millones de euros. Todo para desprenderse de los combustibles rusos lo antes posible, en particular de su gas.

La Unión Europea importó el año pasado en torno a 155.000 millones de metros cúbicos de gas ruso, lo que representa alrededor del 40 por cien de las importaciones totales de gas del Viejo Continente. En una rueda de prensa Ursula von der Leyen ha señalado que en abril el gas ruso había caído hasta el 26 por cien de las importaciones europeas de gas. “Pero tenemos que movernos más rápido”, dijo, ya que la dependencia energética de la Unión Europea se ha hecho aún más evidente.

El plan tiene varios plazos. En primer lugar, debería permitir a la Unión Europea desprenderse de dos tercios de las importaciones de gas ruso para finales de año, es decir, unos 110.000 millones de metros cúbicos. En segundo lugar, debe conducir a una reforma estructural del sistema energético europeo de aquí a 2027-2030 para garantizar su independencia, acelerando al mismo tiempo la transición energética. Es el cuento de la lechera.

“La emergencia de seguridad y la emergencia climática van de la mano”, dijo Von der Leyen. El plan de acción supone, por tanto, el refuerzo de la “descarbonización” de la economía europea, fijados el pasado verano en el paquete “Fit For 55”, que debe permitir a Europa reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero en un 55 por cien de aquí a 2030.

REPowerEU se basa en cuatro pilares. El primero es reducir el consumo de energía, sobre todo con medidas de eficiencia energética. Esto se subestimó en “Fit For 55”. Bruselas considera ahora que hay que alcanzar un 13 por cien de eficiencia energética de aquí a 2030, frente al 9 por cien previsto inicialmente en “Fit For 55”. Este ahorro energético debe basarse en gran medida en la mejora de la eficiencia energética de los edificios, 35 millones de los cuales deben ser renovados en Europa de aquí a 2030.

A ponerse el abrigo en casa

Pero Bruselas también cuenta con el comportamiento de los ciudadanos individuales, invitándoles a la sobriedad energética. La Comisión toma como ejemplo la campaña de la Agencia Internacional de la Energía, que anima a los consumidores a bajar un grado sus termostatos, a reducir la velocidad en la autopista o a teletrabajar. Bruselas estima que “los cambios de comportamiento podrían reducir la demanda de gas y petróleo en un 5 por cien a corto plazo”.

El segundo eje consiste en diversificar el suministro de gas. Para ello, la Unión Europea pretende recurrir al gas canalizado desde Azerbaiyán, Argelia y Noruega. Pero también para importar masivamente gas natural licuado por vía marítima (60.000 millones de metros cúbicos de aquí a 2022) desde Estados Unidos, África Occidental, Egipto y Australia. Sin embargo, eso requiere inversiones en nuevas infraestructuras capaces de manejar estos volúmenes, especialmente en el norte de Alemania y en Europa central y oriental. Se inyectarán 10.000 millones de euros en los enlaces que faltan.

La arriesgada apuesta por el gas licuado

Las estrategias basadas en el gas licuado son doblemente peligrosas. En primer lugar, la construcción de las terminales no estará terminada hasta dentro de cuatro o seis años, lo que nos traslada a 2026. En segundo lugar, no se basan en un análisis de los costes para los consumidores. Sin embargo, debido a la tensión en el mercado internacional, los precios del gas licuado serán inevitablemente más altos que los del gas ruso.

Además, la vida de estas infraestructuras, que no son compatibles con la neutralidad del carbono, se prolonga durante varias décadas. Por lo tanto, estas terminales podrían convertirse en chatarra o, por el contrario, encerrar a la Unión Europea en el uso de combustibles fósiles.

Estamos hablando de una cantidad limitada de infraestructuras para satisfacer las necesidades futuras sin que se produzca un bloqueo en los combustibles fósiles. Estas infraestructuras tendrán que ser compatibles para el uso futuro del hidrógeno, si es que llega.

Paneles solares en todos los tejados

El tercer pilar consiste en acelerar el despliegue de las energías renovables. Bruselas propone aumentar el porcentaje de energías renovables en el mix energético del 40 por cien al 45 por cien para 2030. En concreto, esto supondría 1.236 gigavatios de capacidad renovable para esa fecha, frente a los 511 gigavatios actuales. La atención se centra en la fotovoltaica, “la energía renovable que más rápido se despliega”, donde Bruselas se propone alcanzar los 600 gigavatios de capacidad para 2030. Esto se logrará mediante un despliegue masivo de plantas de energía solar en los tejados. Para 2025, los edificios públicos y comerciales de más de 250 metros cuadrados deberán estar equipados con paneles solares. Esta obligación se ampliará a los nuevos edificios de viviendas a partir de 2029.

Para que los Estados miembros puedan seguir este elevado ritmo, la Comisión pretende generalizar las buenas prácticas para reducir los plazos de obtención de los permisos, que por término medio son de 9 años en la energía eólica y de 4,5 años en la solar. La idea es fomentar los enfoques participativos para simplificar los procedimientos de autorización. Paralelamente Bruselas quiere revisar la directiva europea para introducir el principio de que las energías renovables constituyen un interés público superior. El objetivo es garantizar que los procedimientos de autorización no excedan de un año.

Bruselas también quiere crear un acelerador de hidrógeno verde para producir 10 millones de toneladas de hidrógeno renovable a escala local e importar otros 10 millones de toneladas de aquí a 2030. El objetivo es sustituir el gas, el petróleo y el carbón en la industria y la movilidad pesada. Sin embargo, no hay suficiente electricidad baja en carbono para producir este hidrógeno. Esto podría llevarnos a utilizar gas y carbón para producir hidrógeno por electrólisis del agua y, por tanto, a emitir más CO2.

Es más caro el collar que el galgo

El último pilar se refiere a las inversiones, que deberán ser “masivas”. Bruselas los ha cifrado en 300.000 millones, incluidos 210.000 millones de inversiones adicionales previstas de aquí a 2027. Una gran parte será en forma de préstamos, el resto a través de subvenciones.

De estos 300.000 millones, 12.000 millones se destinarán a nuevas infraestructuras de gas y petróleo. “Todo el resto de la financiación se utilizará para acelerar la transición a la energía limpia”, dijo Von der Layen.

El plan REPowerEU se esbozó por primera vez el 8 de marzo y ahora debe ser debatido y aprobado por los jefes de los Estados miembros en el próximo Consejo Europeo, que se celebrará los días 30 y 31 de mayo.

 

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