El Pentágono experimenta con la biología como arma de la guerra imperialista

La biología sigue siendo una parte de la guerra imperialista y como tal se financia con los presupuestos castrenses. Darpa, el centro de investigación avanzada del Pentágono, ha invertido 100 millones de dólares en técnicas de modificación genética para transmitir a lo largo de generaciones determinados rasgos característicos de la materia viva, tanto animales como vegetales, como seres humanos (1).

Son proyectos propios de degenerados, muy característicos en la ideología anglosajona, que tratan de esterilizar a determinadas especies, hacerlas propicias para contraer enfermedades o sensibles a determinados productos químicos.

Naturalmente que estos proyectos seudocientíficos se envuelven en el papel de celofán de la lucha contra enfermedades, como el Zika o el dengue, una materia en la que los grandes ejércitos muestran más interés que las ONG por salvar vidas.

Los proyectos de edición genética del Pentágono han sido denunciados por organizaciones como Third World Network, con sede en Malasia, y ETC Group, que opera desde Canadá. Ambos han publicado 1.200 documentos al respecto (2).

Durante la cumbre de Cancún sobre biodiversidad celebrada el año pasado, 170 ONG exigieron una moratoria en las técnicas de edición genética, aduciendo argumentos ecológicos y de seguridad alimentaria (3). Otro argumento es jurídico: el tratado Enmod prohibe la manipulación genética con fines militares.

Al ejército se le suman los grandes monopolios, vestidos de Caperucita Azul. Uno es “Target Malaria”, que opera en Gran Bretaña y está financiado por esa pesadilla de la ciencia moderna que es la Fundación de los Gates, pura beneficencia. Otro opera en Estado Unidos: Gbird (“Genetic Biocontrol of Invasive Rodents”, Control Biogenético de Roedores Expansivos), que ha recibido 6,5 millones de dólares de Darpa/Pentágono.

En breve ambos comenzarán a realizar experimentos en campo abierto en Burkina Faso, Uganda, Mali, Gana, Australia y Nueva Zelanda.

Un portal de información sobre transgénicos, Inf’Ogm, asegura que las empresas de biotecnología ya han creado un grupo de presión para impedir la moratoria y la Fundación Gates ha pagado 1,6 millones de dólares a la empresa de relaciones públicas Emerging A.G. para que empiece a reclutar mercenarios de “la ciencia” que empiecen a publicar artículos sobre las maravillas de la edición genética (4).

La directora de Emerging A.G. es Robynne Anderson, antigua directora de CropLife, otro grupo de presión en materia de transgénicos agrarios, del que forman parte conocidos monopolios como Basf, Bayer, DuPont, Dow, Monsanto y Syngenta. Se trata de influir sobre los foros abiertos por la ONU para tratar sobre la biología sintética.

Al tiempo. Pronto veremos a sus colegas hispánicos, profesores universitarios del ínfimo estilo establecido por Jose Miguel Mulet, aparecer en las televisiones para convencernos de que somos unos ignorantes, magufos y tecnófobos. Lo que ellos hacen es “ciencia pura”, sin aditivos, ni colorantes, ni conservantes políticos de ningún tipo.

(1) https://www.theguardian.com/science/2017/dec/04/us-military-agency-invests-100m-in-genetic-extinction-technologies
(2) http://genedrivefiles.synbiowatch.org/
(3) http://www.etcgroup.org/content/160-global-groups-call-moratorium-new-genetic-extinction-technology-un-convention
(4) https://www.infogm.org/6405-forcage-genetique-finance-armee-us-fondation-gates

comentario

  1. Ni en las peores pesadillas podíamos imaginar un escenario mundial como el que vivimos en el momento actual. Hay un dilema claro que debemos afrontar sin cobardías ni miramientos. O nosotros o ellos.

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