El golpe de Estado contra Trump sigue ganando terreno en Washington

Peter Strozk pone voz a las mentiras del FBI
La filtración a Wikileaks de 30.000 correos electrónicos de la secretaria de Estado Hillary Clinton forma parte integrante del montaje del “Candidato Manchú” orquestado en 2016 por determinadas fuerzas políticas en Washington para oponerse a la política experior que quiso implementar el nuevo gobierno de Trump.

Lo mismo que la intrusión en los servidores del Partido Demócrata, según la campaña de intoxicación fue un ataque de Rusia para impedir que Clinton llegara a la Casa Blanca.

A mediados de este mes Peter Strozk, el policía del FBI que investiga este caso, fue interrogado en la Cámara de Representantes de Washington y confirmó lo que los congresistas querían oir: los rusos espiaron los correos electrónicos de Clinton, a pesar de que en la audiencia Louis Gohmert, representante por Texas le dijo que el país “extranjero” implicado en el espionaje a Clinton “no está vinculado a Rusia”.

A Strozk los congresistas le dijeron muchas cosas, como que la filtración era una grave chapuza, una violación de las normas de seguridad por parte de Clinton, que se estaba tratando de camuflar con el consabido escándalo ruso. En plena campaña electoral no se podía decir que la candidata había creado un enorme agujero de seguridad.

Menos cuatro de ellos, los 30.000 correos estaban dirigidos “en abierto” a direcciones que no estaban en la lista de distribución, según el Inspector General de la Comunidad de Inteligencia, Chuck McCullough, lo cual no excluye la averiguación de los “extranjeros” que los capturaron. ¿Quiénes fueron?

Parece que fue una operación de piratería de China, que penetró en el sistema informático desprotegido de la secretaria de Estado y capturó el tráfico de su correo electrónico, miles de mensajes. El Inspector General de la comunidad de inteligencia informó de ello a Strozk cuando le encargaron la investigación del escándalo, pero decidió ignorarlo.

China, pues, ocupa un segundo plano en las preocupaciones de Washington. Strozk y los demás (FBI, CIA, NSA) sabían desde el primer momento quién había capturado los correos, pero se callaron porque necesitaban seguir con la farsa rusa para bloquear las relaciones entre Trump y Puntin.

Durante dos días de audiencia a puerta cerrada Page reveló detalles del encubrimiento que de la filtración ha venido haciendo el FBI, por lo que Strzok y sus jefes (James Comey, Andrew McCabe, Bill Priestap) han sido acusados de ocultar información, mientras el grueso de los parlamentarios y los principales medios de comunicación siguen atacando continuamente a Rusia.

Al día siguiente de la cumbre de Helsinki entre Trump y Putin se produjo otra muestra del clima imperante en Washington contra Trump. El general de cuatro estrellas de la Fuerza Aérea que dirigió tanto a la CIA como a la NSA, Michael Hayden, dijo lo siguiente:

“Entre bastidores, secciones del ejército activo, espías de la CIA y ex jefes de importantes agencias de inteligencia estadounidenses discuten qué hacer con Donald Trump. Si los militares lanzaran un golpe de estado contra Trump, no hay duda de que los dirigentes del Partido Demócrata se unirían detrás de una junta estadounidense”.

Las presiones han sido tan fuertes que Trump ha tenido que dar otro paso hacia atrás: desmentir, aclarar, matizar… En Washington el golpe de Estado no se ha detenido a lo largo de estos dos años. Más bien da la impresión de que va ganando terreno.

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