El colmo de la imbecilidad es acusar a un judío de antisemitismo

Corren muy malos tiempos para las libertades fundamentales en Estados Unidos y en el resto del mundo. El martes un periodista de Nueva York, Sam Seligson, fue detenido por cubrir una protesta en favor de Palestina.

Seligson es un camarógrafo independiente que en junio filmó a un pequeño grupo de personas haciendo una pintada en las casas del director, el presidente y otros dos dirigentes del Museo de Brooklyn.

En las propiedades se colgaron mensajes y pancartas pintados con aerosol, acusando a los dirigentes del museo de complicidad en la guerra genocida de Israel en Gaza.

Una semana antes el museo había llamado a la policía para detener a los manifestantes que se habían reunido dentro de su edificio para exigir el boicot a Israel.

Seligson, que es judío, está en libertad supervisada y tiene que comparecer ante un tribunal de Brooklyn en noviembre. Le acusan de uno de esos delitos de nuevo cuño: el odio. Además hay otra catarata de acusaciones, como los daños por pintar las viviendas.

La semana pasada la policía detuvo a Taylor Pelton, de 28 años, por las mismas acusaciones. También se encuentra en libertad provisional y está previsto que sea procesado en octubre.

Seligson, que es conocido en las movilizaciones de Nueva York, se dedica a vender material de vídeo a medios convencionales, además de los alternativos. En mayo también le detuvieron en una manifestación en apoyo a Gaza. Entonces le dijo a un medio que estaba transmitiendo en vivo la protesta mientras la policía realizaba detenciones y se identificó como periodista.

Estas detenciones son una flagrante violación de la libertad de prensa y de las actividades protegidas por la Primera Enmienda. Es un claro intento de sofocar tanto la actividad periodística como la defensa del pueblo palestino.

Precisamente, desde el punto de vista formal, la acusación no es por documentar sino por participar en la acción para evitar que invoquen su derecho a la libertad de expresión, según ha reconocido un policía.

El colmo de la imbecilidad de estos montajes judiciales es acusar a un judío de antisemitismo, o sea, de odiarse a sí mismo.

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