Burlando el confinamiento, los manifestantes levantaron barricadas, produciéndose enfrentamientos, saqueos de comercios, así como el incendio de seis sucursales bancarias.
El ejército lanzó gases lacrimógenos y balas de goma y los manifestantes respondieron arrancando los adoquines de las aceras y lanzándolos a los soldados, a quienes incendiaron dos de sus vehículos.
Ayer el ejército disparó fuego real contra los manifestantes, matando a uno de ellos: Fawaz Fouad Al-Saman, de 26 años de edad, trabajador mecánico y padre de una niña.
Fawaz Fouad Al-Saman cayó en coma después de ser herido en el muslo por munición real, su hermana Fatma acusó al ejército de ser responsable de su muerte.
“Había bajado a reclamar sus derechos, estaba desarmado y no le tiró piedras al ejército”, dijo, llamándolo “mártir de la revolución”.
Las manifestaciones contra el hambre, que se originaron el lunes en Trípoli, se extendieron ayer a otras ciudades de Líbano, con escenas de guerrilla urbana que continuaron hasta altas horas de la noche.
Las calles de Trípoli quedaron invadidas por el humo de los gases lacrimógenos y los disparos se escucharon durante toda la noche.
Las barricadas han cortado las carreteras con neumáticos incendiados. En Beirut, los manifestantes trataron de bloquear una autovía crucial, pero la policía lo impidió.
Líbano es un país en bancarrota, la libra se ha depreciado hasta unos límites sin precedentes y la inflación es galopante. La crisis económica comenzó en octubre del año pasado, cuando también se produjeron importantes levantamientos populares.
El Primer Ministro Hassan Diab reconoció “un empeoramiento de la crisis social a una velocidad récord”, asegurando que “comprende el clamor del pueblo”.