Lograrlo requería de efectivo control a los contenidos, siendo la censura aplicada a través de filtros con los más variados e inverosímiles criterios, una cuestión de intereses políticos e incluso, de seguridad nacional.
Fue la Primera Guerra Mundial (1914-1918) donde la propaganda se hizo actividad sistémica y se desarrolló en el sentido moderno. Aparece el Comité de Información Pública del presidente W. Wilson, quien elaboró con los residuos de la doctrina Monroe, una agenda para Hollywood, rodándose películas por encargo como “Pershing’s Crusaders” (1918), documental sobre el despliegue de las tropas estadounidenses en Francia, “Under tour flags” (1918), documental sobre las tropas aliadas en el conflicto; “The Kaiser, the Beast of Berlin” (1918), dirigida por Rupert Julian, donde se ridiculiza al Kaiser, obsesionado con dominar el mundo y desobedecido por sus tropas.
Tiempo después, un férreo sistema de regulación del contenido cinematográfico sería el “Código Hays”, una suerte de reglas impuestas a guionistas y directores que tuvo vigencia desde 1934 hasta 1968 y fue concebido por William H. Hays, miembro del Partido Republicano y el primer presidente de la Asociación de Productores y Distribuidores de Cine de América –MPPDA– (luego llamada MPAA).
Aquí en Colombia, a finales de los años 30 del siglo XX, fue creada la Sociedad Industrial Cinematográfica, la cual controlaba el funcionamiento de numerosas salas para la proyección del denominado “cine moral”, acorde con los valores cristianos. En la siguiente década, la Acción Católica Colombiana nombraba juntas regionales que actuaban con autonomía para imponer censura.
En 1946 se aprobó la Ley 83 que señalaba al cine como factor de influencia en la delincuencia juvenil. Por ello los menores de 16 años no tenían permitida la entrada a películas que no fueran recreativas o educativas. La misma Ley de censura impedía la llegada de nuevas producciones, y la oferta cinematográfica se componía por películas filmadas veinte años atrás.
Sin embargo, siempre han emergido notables personajes dotados de un espíritu de lucha y vocación incorruptible, quienes han hecho frente a aquello que ante la censura el escritor bumangués Hernando Valencia Goelkel llamara: “mutilación de la inteligencia” y “represión de la libertad”.
Ejemplo de ello fue Dalton Trumbo, destacado novelista, guionista y director de cine norteamericano, quizá uno de los mejores en toda la historia. Hombre de convicciones políticas de izquierda, miembro del Sindicato de Guionistas, la Liga Antinazi y solidario activista por el Comité de Refugiados Antifascistas.
En 1943 ingresa a las filas del Partido Comunista de los Estados Unidos y desarrolla su militancia escribiendo para el periódico Daily Worker, medio informativo partidario.
Aquella época era el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, conflicto bélico criticado con dureza por Trumbo quien siempre expresó su desacuerdo con la injerencia de los EEUU. Ya en 1945 con el triunfo del Ejército Rojo sobre el fascismo alemán, se abrió paso al inicio de la guerra fría y con ello la persecución de los comunistas en la tierra del tío Sam.
Trumbo fue incluido en una lista negra junto a nueve de sus colegas por parte del Comité de Actividades Antiamericanas en la lógica del “Macartismo”, del que también fuera víctima Charles Chaplin y muchos otros baluartes del cine y las artes en general. A tal punto llegó su persecución, que al negarse a cooperar con las pretensiones delatoras del Congreso, fue condenado a prisión por un año. No cometió ningún delito, sus libertades civiles fueron constreñidas por pensar diferente a quienes ostentaban el poder.
Ya en el siglo XXI, Hollywood estaba en mora de rendirle un homenaje a tan célebre figura, reto que asumió el intrépido Jay Roach, y debo ser sincero al decir que no imaginaba al director de la saga “Austin Powers” haciéndose cargo del biopic de Trumbo, pero su experiencia en comedias permitió darle color al drama en aras de no hacer del film un acartonado discurso.
El desarrollo de la historia podría verse limitada por la estricta linealidad cronológica en que se cuenta, jugando allí un papel destacado la magistral dirección musical a cargo del joven y también norteamericano compositor Theodore Shapiro que nos mantendrá sumergidos en el relato.
Además, reconozco fui sorprendido por un Bryan Cranston entregado a su papel con la capacidad histriónica de la que gozaba el propio Trumbo, dotado de matices que hacen de la extravagancia una virtud. Junto a él, resalto la participación de John Goodman interpretando al peculiar empresario cinematográfico Frank King.
Ver la película que en Colombia se estrenará el próximo 9 de junio, nos conmoverá con la capacidad de entrega de un Dalton Trumbo apasionado por su carrera, enamorado de su familia, convencido de sus ideas. Demostrando con coraje el poder de la organización y ratificando que mientras haya causas justas, reivindicaciones justas, también habrá razones para conquistarlas.