Uno de esos tratos despiadados sucedía durante el siglo XIX y comienzos del XX. Por entonces, para cazar a los aligátores se usaban bebés negros para atraerlos fuera del agua. Cuando el aligátor sacaba la cabeza y los cuartos delanteros, los cazadores le disparaban hasta matarlo. Entonces el bebé podría ser usado de nuevo hasta que se lo devolvieran a sus padres.
Estos podían recibir un pago. Por ejemplo, en un anuncio del 21 de septiembre de 1923 del Oakland Tribune ofrecían 2 dólares ($27,72 teniendo en cuenta la inflación) y devolver al bebé sano y salvo. Sobra decir que durante la época de la esclavitud, el beneficio, por ridículo que fuera teniendo en cuenta la situación, era nulo.
Los anuncios donde se solicitaba un cebo humano quitaban hierro a cualquier preocupación. Así exponían que el bebé se sienten orgulloso de su participación, saliendo del agua vivo, entero, húmedo y disfrutando. En el caso de Florida, intentaban tranquilizar diciendo que sus cazadores no fallaban nunca sus objetivos.
Aunque no era una práctica extendida, su uso llegó hasta los zoológicos. En 1908, el cuidador del Jardín Zoológico de Nueva York publicó un anuncio en el Washington Times para encontrar bebés que usar para sacar a los cocodrilos del lugar donde hibernaban durante el invierno.
Por otra parte, la imagen del cebo de aligátor se hizo popular en todo el país. El 28 de enero de 1900, un artículo del Washington Times describió el fenómeno y cómo un negativo de una fotografía llegó a venderse por 5.000 dólares (más de 100.000 dólares teniendo en cuenta la inflación). El tema cubrió postales y objetos. El término «cebo de aligátor» terminó convirtiéndose en un término despectivo usado contra los negros.
En 1957 Sybil Malmberg escribió “Amos” donde dos niños negros se hacen amigos de un aligátor. Aunque intenta rectificar las injusticias cometidas contra los negros en la literatura infantil, sigue valiéndose de estereotipos, como la típica madre gorda, la elección de pollo frito para el picnic, la descripción del protagonista como vago, bocas como «capullos de rosa» y el lenguaje estereotipado.
Actualmente aún quedan vestigios de ese tipo de estereotipos. Por ejemplo, la marca Custo Barcelona comercializaba en 2008 una camiseta femenina donde se ve a un hombre negro huir de un aligátor.