En marzo, cuando acabe el invierno, la crisis del gas que sacude actualmente a Europa parecerá probablemente lejana. Pero lo peor está aún por llegar, advierte la Agencia Internacional de la Energía en un nuevo informe publicado ayer. La Unión Europea podría enfrentarse a un déficit de casi 30.000 millones de metros cúbicos de gas, es decir, más del 6,5 por cien de su consumo total en 2021.
A medida que bajan las temperaturas en Europa, cristaliza la preocupación por posibles cortes de electricidad en las próximas semanas, al aumentar la demanda de calefacción. Sin embargo, el final de este invierno no será el final de la crisis energética. Por el contrario, lo peor está aún por llegar y podría amenazar la supervivencia de la industria europea y aumentar la presión sobre los trabajadores el próximo año.
Es el mensaje principal del informe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) titulado “Evitar la escasez de gas en Europa”. Es probable que se produzca un “grave desfase” entre oferta y demanda si las importaciones por gasoducto desde Rusia caen a cero el año que viene y la demanda de gas licuado de China repunta a los niveles de 2021.
Europa ya no podrá recibir gas ruso para reponer sus reservas antes del próximo invierno, como ha hecho este año a pesar de la Guerra de Ucrania. “En 2021 las exportaciones de gas ruso a la Unión Europea ascendieron a 140.000 millones de metros cúbicos (bcm). Cayeron a 60 bcm en 2022, y es probable que en 2023 no haya más gas ruso en nuestros sistemas”, advirtió el director ejecutivo de la AIE, Fatih Birol, en una rueda de prensa en Bruselas, junto a la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Esto “dejaría un agujero aún mayor en el suministro de gas europeo y mundial”, advierte la AIE.
La situación no sería tan grave si hubiera volúmenes equivalentes de gas disponibles en otros lugares para sustituir al de Gazprom. El único problema es que “la cantidad de nueva capacidad energética es extremadamente baja”, advirtió Birol. Los países europeos están aumentando actualmente su capacidad de importación de gas licuado, que se transporta por barco desde todo el mundo en lugar de por gasoducto. Incluso deberían alcanzar unos 40 bcm más a finales de 2023, gracias a la construcción de nuevas terminales de gas licuado, que regasifican el gas a medida que llega a la costa. Pero mientras muchos países del mundo luchan por acceder al gas licuado, es posible que estas terminales no estén plenamente operativas. Según la AIE, este año sólo llegarán al mercado unos 20 bcm de suministro adicional de gas licuado, a pesar de los proyectos de desarrollo en Estados Unidos y Qatar.
Se avecina una crisis importante en el suministro de gas licuado, debido a un “desequilibrio estructural” entre la oferta y la demanda en el mercado mundial. Si el suministro de gas ruso se interrumpiera durante mucho tiempo, habría que cubrir el 40 por cien de la demanda europea en 2025.
Encarnizada competencia con China
El tira y afloja con Asia por los cargamentos de gas licuado se intensificarán el año que viene. Es probable que China se lleve una gran parte de estos volúmenes, que ya son insuficientes para abastecer a Europa, que ya está privando de gas licuado a países menos desarrollados como Pakistán y Bangladesh para sustituir al gas ruso. El año que viene la demanda de este gas por parte de Pekín “bien podría recuperarse de los niveles inusualmente bajos observados en 2022”, ligados a la política de “covid cero”, señala la AIE en su informe.
La capacidad de Europa para garantizar un aumento de las importaciones de gas licuado este año con el fin de reponer sus reservas de gas, que hoy están llenas casi al 90 por cien, “ha sido posible en gran parte por la caída de la demanda de importación de China”, señala la AIE. A eso se añade el hecho de que China está mejor posicionada en los contratos a largo plazo, ya que sus necesidades están cubiertas al 100 por cien para 2025, a diferencia de Europa, que ha tenido que recurrir al mercado del día a día y a los contratos a corto plazo desde el inicio de la Guerra de Ucrania.
“Las temperaturas anormalmente suaves observadas [en Europa] a principios del invierno podrían no durar”, señala la AIE. Cuanto más bajo esté el termómetro, mayor será el consumo de calefacción y, por lo tanto, de gas. En este punto, Europa ha tenido bastante suerte este año: el clima suave que experimentó en el otoño de 2022 redujo la demanda de gas en más de 10 mmc, según la AIE. Sin embargo, “no hay garantías de que las temperaturas vayan a ser tan suaves durante el resto del invierno, ni para 2023 en su conjunto”, señala la organización. Con la caída de la oferta y el aumento de la demanda, la crisis se agravará.
Otros 100.000 millones de euros más
Para evitar este escenario catastrófico, la AIE recomienda que la Unión Europea inyecte 100.000 millones de euros adicionales de dinero público para poner en marcha cinco “acciones clave”. Una cantidad que “se devolverá en dos años gracias al ahorro de gas que supondrá”, propuso Birol, y que representa “menos de un tercio de los 330.000 millones de euros que han movilizado los Estados miembros en el último año en forma de planes de emergencia para proteger a los consumidores de los altos precios”. Sin las medidas ya adoptadas este año, el déficit potencial en 2023 sería de 60 bcm en lugar de unos 30 bcm, según la AIE.
Los 100 000 millones en cuestión deberían favorecer la aceleración de las medidas de eficiencia energética, en particular la renovación térmica o la sustitución de la iluminación por LED, y fomentar el uso generalizado de bombas de calor para calentar los edificios. Luego Birol se explayó con el famoso cuento de la lechera energético: el plan REPowerEU, despliegue de las energías renovables y “revolucionar el comportamiento de los consumidores” para que consuman de forma más inteligente. Son herramientas “que nos permitirán ahorrar gas de forma rápida y sencilla”, prometió Birol.
Europa siempre necesitará cantidades considerables de gas para el funcionamiento de sus industrias y el abastecimiento de sus hogares. En estas condiciones, varias partes interesadas trabajan ya entre bastidores para consolidar las relaciones entre la Unión Europea y sus proveedores. A mediados de septiembre, los reguladores europeos de la energía (ACER) viajaron en secreto a Washington para suplicar que les rebajen los precios para el gas de esquisto estadounidense.
La Unión Europea también le reza a la virgen de Noruega. Hoy Von der Leyen se entrevista con el Primer Ministro Jonas Gahr Store, pero el escenario no va cambiar demasiado. A Europa les esperan escasez y precios disparados.