Cuando los franceses devolvieron las llaves de la base militar de Port Bouet al gobierno marfileño (25 de febrero), llegaron los estadounidenses y muchos creyeron que nada había cambiado, que los unos (Francia) son iguales a los otros (Estdos Unidos). Sin embargo, Estados Unidos ha llegado con las orejas gachas.
La transferencia marcó el final de medio siglo de presencia colonial francesa. Todavía quedan en este país un centenar de hombres dedicados a la cooperación y al entrenamiento, pero sin base y sin mando independiente.
El presidente Alassane Ouattara ha sabido jugar sus cartas bien para dejarlo todo atado y bien atado. Anticipándose al vacío dejado por París, firmó un acuerdo de cooperación militar con Turquía en octubre del año pasado, en noviembre hizo lo mismo con Estados Unidos y, finalmente, concluyó un acuerdo con Marruecos en mayo de 2025.
Los nuevos acontecimientos mundiales, junto con el espacio vacante dejado por Francia, que despierta muchos apetitos, han cambiado la situación. Permitieron al presidente marfileño desarrollar una estrategia que no dependa de un solo actor que le ayude a defender su territorio y garantizar su propia seguridad antes de las elecciones de octubre.
El golpe de Estado de julio de 2023 en Níger marcó un verdadero punto de inflexión. Los nuevos dirigentes obligaron a Estados Unidos a abandonar el país y Agadez, donde se encuentra la segunda base de drones más grande de África. Un cambio sin precedentes.
Costa de Marfil no es el Sahel, pero está muy cerca y Ouattara volvió a jugar sus cartas. Los imperialistas querían reconstruir en el país lo que habían perdido en Níger. Tras muchas negociaciones el dirigente marfileño les impuso un lugar, Bouaké, y unas instalaciones mucho más pequeñas. Estados Unidos tendrá el derecho de uso de la parte este de la pista del aeropuerto de la ciudad para instalar sus drones.
El 16 de mayo, durante su visita a la capital marfileña, el general Langley, jefe del Africom, oficializó la llegada sin fanfarrias. Durante esta reunión, mencionaron un proyecto básico para drones de última generación en Abiyán, la caital, pero sin detalles sobre el calendario, la ubicación o incluso el tamaño de la futura construcción.
Las negociaciones con Costa de Marfil comenzaron antes de que Trump se instalara en la Casa Blanca. Desde su llegada, su gobierno ha cuestionado abiertamente la necesidad de mantener una presencia militar significativa en África. El futuro mismo de Africom está en duda. Esta organización, que es autónoma desde 2007, podría volver al Mando Europeo (EUCOM) para ahorrar gastos.
Sin embargo, el equipo de Trump está dividido, tanto en lo que respecta a Ucrania como a Irán. En Washington se están produciendo intensos debates. Algunos oficiales del Pentágono creen que la presencia estadounidense en África no es una prioridad y que, además, los resultados en la “lucha contra el yihadismo” son ambivalentes. Otros advierten de los riesgos de una retirada o una reducción drástica de recursos que podría crear un vacío en beneficio de China y Rusia.
El camelo de la ‘lucha contra el yihadismo’
Los pretextos son un camelo. La presencia militar de Estados Unidos en África nunca ha hecho retroceder ni a Al Qaeda ni al Califato Islámico. Níger, donde permanecieron más de diez años, es el mejor ejemplo. La lucha contra el terrorismo ha servido a menudo de pretexto para enmascarar otros objetivos. Durante su audiencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado el 3 de abril, el general Langley, en cierto modo, dio fe de ello.
Aunque cumplió con el tópico de blandir la amenaza de los grupos yihadistas que, según dijo Langley, siguen amenazando a Estados Unidos, centró su intervención principalmente en los riesgos políticos. “Descuidar a África es exponernos a un peligro estratégico a largo plazo”, declaró. “No podemos permitir que el Partido Comunista Chino y sus socios en Moscú nos superen estratégicamente”.
Finalmente, abogó por la supervivencia del tinglado africano: “La presencia de Africom es esencial para contrarrestar a los actores maliciosos y proteger los intereses estadounidenses”.
En fin, la presencia de Estados Unidos en África está condicionada por la de Rusia y China. En conecuencia, depende de resultado de la Guerra de Ucrania. Si Trump se mantiene fiel a sus promesas de campaña y a su línea aislacionista, optará por negociar con Rusia y retirarse del atolladero ucraniano.
Eso cambiaría la estrategia estadounidense, no sólo en Europa sino también en África. Si llega a un acuerdo sobre Ucrania, Washington dejaría de estar en pugna directa con Moscú en África. La presencia estadounidense en el continente podría reducirse aún más, concentrando sus energías en el Pacífico.
Sin embargo, cualquier decisión que se tome, no cambiará nada para el Continente. Los días en que las metrópolis tomaban decisiones por los países africanos han quedado atrás. Costa de Marfil, que bajo el reinado de Ouattara es un aliado incondicional de Occidente en general y de los estadounidenses en particular, acaba de demostrarlo.
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