La serie de Netflix “El juego del calamar”, una producción surcoreana de 9 capítulos, se ha convertido en todo el mundo en la más vista de la plataforma. Es como los libros más vendidos o las películas más taquilleras: por sí mismo no significa que sean buenas, pero tampoco lo contrario.
Estrenada el mes pasado, la serie muestra una evidencia de la sociedad surcoreana actual y, por extensión, del capitalismo, donde los estragos van más allá de la miseria. Los protagonistas no sólo no tienen nada, sino que están esclavizados por las deudas.
Entre casi 500 concursantes, sólo uno puede ganar un premio de 40 millones de dólares que le sacará de la bancarrota. Basta ganar en varios juegos infantiles que todos los niños del mundo conocen y pueden practicar.
Como no puede ser de otra forma, entre los participantes hay una norcoreana, Kang Sae-byeok, que ha huido al sur y, aunque el resto del mundo crea otra cosa, el norte no es tan hermético como dicen los medios por aquí; también están viendo la serie y también es un éxito.
Por eso los medios del norte la están comentando. El sitio norcoreano Arirang Meari afirma que la serie muestra una “sociedad desigual donde las personas sin dinero son tratadas como piezas de ajedrez por los ricos”.
“Hace que la gente se dé cuenta de la triste realidad de la bestial sociedad surcoreana, en la que los seres humanos se ven empujados a una competencia extrema y su humanidad está siendo aniquilada”, apunta un artículo de Arirang Meari.
En febrero del año pasado un diario pronorcoreano de Japón elogió los Óscar logrados por la película surcoreana Parasite, a la que calificó como una obra maestra que “expuso crudamente la realidad” de la brecha entre ricos y pobres en el sur de la península.