Con el rabo entre las piernas

Juan Manuel Olarieta
La denominada «filosofía de la praxis» es una teoría idealista que se ha situado con fuerza junto al marxismo como consecuencia del influjo revisionista desatado por el XX Congreso del PCUS en 1956. Sin embargo, nació un siglo antes en el seno del movimiento de los jóvenes (anti)hegelianos, que recurrieron a Fichte para oponerse a Hegel. Entre ellos destacó el polaco August Von Cieszkowski, que es quien acuñó la expresión «filosofía de la praxis» en una fecha tan temprana como 1838. Los rasgos distintivos de esta corriente son, pues, los característicos de la izquierda (anti)hegeliana: un movimiento burgués radicalizado en lo político e idealista en lo filosófico. Ambos rasgos se conservan hasta la actualidad.

Los partidarios de la «filosofía de la praxis» sostienen el núcleo del idealismo de Fichte en dos aspectos nucleares porque, además de la supuesta «praxis» hay que incluir el supuesto carácter «crítico» del idealismo que Fichte recupera de Kant. Son los dos términos de moda entre la intelectualidad moderna, con los cuales combate su tercera suposición, el dogmatismo marxista, que ellos presentan como dogmatismo stalinista.

La «filosofía de la praxis» es idealismo puro. Cieszkowski lleva a cabo (*) un planteamiento de la filosofía completamente opuesto al de Marx y Engels, que la dividían en un campo materialista y otro idealista. Para el polaco, por el contrario, las dos filosofías enfrentadas son la de la acción y la de la especulación, la acción interior (pensamiento) y la exterior. La acción es la extroversión. Va del sujeto al objeto mientras que el reflejo materialista recorre el camino inverso: va de fuera hacia dentro.

Otro miembro de los jóvenes (anti)hegelianos que contribuyó a la creación de la «filosofía de la praxis», el alemán Moses Hess, le aportó al movimiento una variedad de socialismo utópico («socialismo verdadero» lo llamaron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista). Como ya dijeron Marx y Engels la crítica de Hess y de los secuaces la «filosofía de la praxis» es de tipo religioso. No se enfila contra el capitalismo sino contra el mundo en el que vivimos, que pretenden sustituir por otro («otro mundo es posible»). El mundo que ellos quieren es idílico. No sólo no tendrá nunca las lacras del capitalismo, sino que tampoco será nada parecido al socialismo real que hemos conocido. A los idealistas lo real no le gusta nada; prefieren lo ideal. En eso consiste su «crítica»: en evadirse de la realidad y practicar el onanismo filosófico, como dijeron Marx y Engels.

La segunda etapa de la «filosofía de la praxis» procede de las corrientes izquierdistas de Lukacs, Korsh, Pannekoek y otros que se enfrentaron a Lenin tras la I Guerra Mundial. Aunque la obra de estos autores es bien diferente entre sí, tiene varios puntos en común. Un siglo después de la muerte de Hegel ya no quedaban hegelianos confesos, ni viejos ni jóvenes. Todos se llamaban marxistas y la tarea que emprendieron fue la de defender la verdadera filosofía de Marx frente a las tergiversaciones de Lenin.

La Revolución de Octubre les tapó la boca a los izquierdistas que, a pesar de su insistencia en la práctica, jamás fueron capaces de llevar a cabo nada a la práctica. Su praxis se diluyó en medio de su teoría y en el caso de alguno de ellos, como Korch, acabaron renegando hasta de sus ancestros. La cabra intelectual siempre tira al monte burgués.

Cuando en 1956 los revisionistas dilapidaron la herencia de Octubre, una parte de ellos recordó que los izquierdistas siempre habían tenido razón. Dado que habían sido los únicos que se habían enfrentado a Lenin, era ahí había que buscar la fuente de inspiración para acabar con todos y cada uno de los fundamentos del marxismo. El núcleo de su ataque es que a partir de 1917 un partido despótico (centralista, jacobino) creó en la URSS una sociedad a su imagen y semejanza: despótica. En todo el mundo había que acabar para siempre con los partidos comunistas, defender otras formas de (des)organización del proletariado y, en suma, erradicar toda práctica, reconvertir al marxismo en una teoría («crítica», eso sí).

A partir de entonces en la «filosofía de la praxis» confluyen revisionistas e izquierdistas, en donde el radicalismo verbal camufla el reformismo de toda la vida. Pero no hay que engañarse. Sólo son palabras, puro onanismo filosófico, pajas mentales. La mayor parte de los intelectuales que hoy visten ropajes marxistas ponen a la praxis en el primer plano cuando en realidad su praxis no existe; se trata sólo de cursillos y lecciones magistrales. A pesar del nombre, la «filosofía de la praxis» no es más que una teoría.

La mezcla de derechismo e izquierdismo ya estaba presente en el propio Lukacs, verdadero maestro al que veneran los partidarios actuales de la «filosofía de la praxis». Su obra «Historia y conciencia de clase» es buena muestra de ello. Se trata de una recopilación de ocho textos diferentes, escritos en momentos también diferentes. En seis de ellos, los primeros en ser redactados, leemos a un Lukacs que es posible calificar como «luxemburguista» en cuanto a su concepción de la «conciencia de clase» y del partido «de masas». Los otros dos son posteriores y fueron escritos especialmente para el libro. Uno es «La reificación y la conciencia del proletariado» y el otro «Observaciones metodológicas sobre la cuestión de la organización». En ellos Lukacs hace un verdadero esfuerzo por acercarse al leninismo.

Toda la obra de Lukacs es igualmente sinuosa, desigual. De ahí que en el momento de su aparición sus concepciones fueran criticadas desde varios puntos de vista diferentes. Muy recientemente se ha sabido que el autor respondió a aquellas críticas, aunque no han publicadas hasta 1996. El título original de esa respuesta, «Chvostismus und Dialektik», es una mezcla de ruso y alemán, en donde la primera palabra, la rusa, se ha traducido al castellano como es habitual: como «seguidismo». En realidad la palabra rusa es una jerga que utilizaba Lenin para designar el rabo o cola de un animal. La traducción al catellano no tiene la carga de desprecio que Lenin quiso dar a quienes ponen al proletariado a bailar al ritmo con el que la burguesía mueve su rabo.

Es elocuente de las posiciones políticas que Lukacs defendía, es decir, que su izquierdismo es una forma de lo que Lenin llamó «economicismo», o sea, derechismo. Por eso Lukacs acabó de la misma manera que empezó o, mejor dicho, de la manera opuesta, ya que su izquierdismo infantil devino luego en un derechismo senil.

El problema de Lukacs es el mismo que el de todos los críticos. Escriben muchas críticas de la pintura pero nunca han pintado un cuadro. Cuando hablan, pues, de praxis, ¿a qué se refieren? Al cotilleo: a criticar la praxis de los demás.

(*) August Von Cieszkowski, Prolegómenos a la historiosofía, Universidad de Salamanca, 2002.

comentario

  1. UN problema que en el articulo,no se comenta,es que se aprovecho el uso forzado-por sus condiciones carcelarias,de este concepto por gramsci

Los comentarios están desactivados.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies

Descubre más desde mpr21

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo