En China la bolsa ha crecido impulsada por especuladores minoristas que compran acciones con dinero prestado. Ellos suponen el 80 por ciento del mercado bursátil. Los compradores se endeudan confiando en que el rendimiento de la acción supere el interés por el crédito solicitado. El colapso sucede cuando los intereses de los créditos superan los rendimientos de las acciones compradas con deuda.
El gobierno chino protege a esa masa de especuladores ocasionales, que ayudó a obtener más de 63.000 millones de dólares de ventas de acciones primarias y secundarias en China y Hong Kong. Los préstamos especulativos están fuera de control. La semana pasada el gobierno trató de frenar la caída con un recorte en el tipo de interés y una mayor flexibilización de los préstamos.
No obstante, Pekín no ha logrado detener la oleada de ventas y teme que el colapso de la bolsa afecte a los bancos, el consumo, las empresas e incluso que provoque disturbios sociales.
En un intento por frenar el desplome, varias de las principales empresas cotizadas en China han anunciado planes de recompra de sus propias acciones. El Banco Central de China intentó calmar a los mercados, aunque no lo ha logrado. Emitió un mensaje anunciando que mantendrá una política monetaria «prudente».
Los analistas creen que el peligro de una burbuja bursátil, la desaceleración de la economía china y el temor a una subida de tasas de Estados Unidos, conforman un cóctel explosivo para los especuladores del mercado. A eso se le suma la inestable situación en Grecia y Europa.
China Financial Futures Exchanges suspendió 19 cuentas de ventas por un mes. Son muchos los analistas del mercado que creen que los índices chinos han sido inflados 150 por ciento en el último año.
Además, China se enfrenta a una burbuja inmobiliaria con alzas en los precios de las viviendas del 150 por ciento desde 2007 y una inflación que tocó máximos en 2011 con el 6,4 por ciento. Dado el débil crecimiento económico, los bancos se enfrentan a muchos préstamos inmobiliarios fallidos.