Un equipo científico de la Universidad de Wuhan han conseguido detectar aviones furtivos, como los estadounidenses F-22 o F-35, gracias a la red de satélites Starlink, propiedad de Elon Musk (*).
Los aviones furtivos escapan a los sistemas de radar convencionales, pero son detectables desde el espacio. Los chinos utilizaron las señales emitidas por los satélites de la red Starlink para detectar la presencia de objetivos furtivos.
En Pekín estaban alarmados por la forma en que el ejército estadounidense estaba utilizando Starlink para dominar el espacio exterior. Se basaban en lo que estaban viendo en la Guerra de Ucrania. Starlink se había convertido en el único sistema de comunicaciones que funcionaba, aparte del ruso.
Starlink estaba ayudando al ejército ucraniano a llevar a cabo ataques precisos, al proporcionar conexión a internet de muy alta velocidad. El hecho de cuadriplicar la capacidad, pasando de 12.000 a 42.000 satélites en total.
La red de satélites mejora la conectividad y proporciona un caudal de comunicación superior, lo que permite operaciones militares más coordinadas, una toma de decisiones más rápida y el intercambio de inteligencia en tiempo real.
Inmediatamente China pensó en Taiwán y reaccionó de la única manera posible, pirateando la red, que es la mejor manera de anularla. La naturaleza expansiva de la red satelital de Starlink presenta numerosos agujeros. A medida que se lanzan más satélites, es más difícil proteger las comunicaciones. Los atacantes pueden explotar las debilidades en los enlaces de comunicación entre satélites y estaciones terrestres.
China ha convertido la posibilidad en realidad, y si una red de comunicaciones militares no es segura, es inutilizable. Es un aviso para navegantes. Si China puede detectar aviones furtivos a través de Starlink es porque puede vigilar y controlar el flujo de información que circula por la red satelital.
Las comunicaciones tienen un carácter estratégico
Además, desde agosto China ha comenzado a tender su propia red de satélites en el espacio. Este verano una empresa pública china, Shanghai Spacecom Satellite Technology (SSST), colocó 18 satélites en órbita para crear una versión propia de Starlink.
El lanzamiento de los satélites de órbita terrestre baja (LEO) tuvo lugar en el Centro de Lanzamiento de Satélites de Taiyuan, en la provincia norteña de Shanxi. Los satélites fueron transportados a bordo de un cohete Larga Marcha 6 y representan el primer lote del plan “Constelación de las Mil Velas” de SSST.
Los “expertos” se volvieron locos. Unos decían que China pretendía competir con Elon Musk, es decir, que se trataba de un asunto económico. Otros, que la constelación paralela era un medio de censura: el gobierno de Pekín quería interferir las conexiones a internet a través de los satélites de Musk.
La red de satélites chinos tiene un indudable componente económico. Las empresas públicas chinas, como China Satcom, dominan el mercado interno. Sin embargo, el aspecto económico pone de manifiesto que una estrategia, como las comunicaciones vía satélite, puede salir mucho más barata si lo que sirve para China, sirve también para otros países del mundo.
En China dirían “ganamos todos” (win-win), o por lo menos compartimos los gastos. El país asiático ha invertido mucho dinero en proyectos de infraestructuras en África y el sudeste asiático. Una red satelital compartida con esos países es una manera de preservar su lealtad y abaratar su coste.
(*) https://www.scmp.com/news/china/science/article/3278209/starlink-radiation-makes-stealth-target-glow-chinese-radar