Ayer la Comisión Europea pidió a los Estados miembros que para el 1 de agosto reduzcan su consumo de gas en un 15 por cien. En caso de dificultades, el objetivo pasaría a ser vinculante. Los titulares de los medios de comunicaciónn no dejan lugar a dudas sobre el verdadero alcance de la medida. El periódico francés Le Figaro lo explica así:
“El miércoles 20 de julio, Europa pasó a una economía de guerra. La Comisión presentó su plan de batalla destinado a preparar a la UE para el peor de los escenarios, es decir, una ruptura total del suministro de gas ruso. Para que conste, Rusia suministró unos 150.000 millones de m3 de gas en 2021, es decir, el 40 por cien de las importaciones de la UE. Mientras Vladimir Putin lleva varios meses jugando con los nervios de Europa en represalia por las sanciones impuestas en respuesta a la guerra de Ucrania, y mientras hay preocupación por la reanudación del gasoducto Nord Stream 1 -y con qué volumen- se espera el anuncio del jueves, la Comisión toma la delantera. ‘El objetivo es limitar los riesgos, mostrar a Putin y a los mercados que Europa podría superar una crisis así’, dice un diplomático” (*).
Para que no queden ambigüedades: Bruselas está a punto de tomar el control del mercado energético europeo y de la combinación energética de los Estados miembros. La Comisión cree que puede lograr algo que los países miembros no podrían por sí mismos y, desde luego, tratará de manera igual a países con infraestructuras energéticas muy diferentes. Algo más, por descontado: la Comisión Europea salta por encima de las empresas, públicas, pero también privadas, que tienen en sus manos la industria energética en Europa.
Ahora bien, reducir un 15 por cien el consumo de gas en Europa sirve para muy poco porque van a tener que recurrir a las reservas almacenadas. En consecuecia, si logran salvar este invierno, no lo van a lograr en el siguiente, como reconoce la propia Comisión Europea, si Rusia no mantiene el grifo abierto.
De momento, las noticias no son malas y esta mañana Rusia ha reanudado el suministro después de reparar la turbina del gasoducto Nord Stream 1.
Queda por ver hasta dónde llega esa solidaridad entre los diferentes Estados europeos o si, más bien, Bruselas ha tomado las riendas precisamente porque, por sí mismos, los Estados europeos no son nada solidarios entre sí. ¿Van a aceptar cortes de suministro unos países para que el gas vaya a los vecinos?
Esta mañana España ya ha dejado caer que no.
Bruselas se apoya en el artículo 122 del Tratado de la Unión Europea para adaptarse al peor escenario posible. Dicho artículo establece que “el Consejo, a propuesta de la Comisión, podrá decidir, con un espíritu de solidaridad entre los Estados miembros, medidas adecuadas a la situación económica, en particular si surgen dificultades graves en el suministro de determinados productos, especialmente de energía”.
Lo mismo que en la pandemia, la Comisión divide a los sectores económicos en “esenciales” y “no esenciales” y publica una lista de industrias cuya actividad deberá ser protegida en caso de crisis. En ellos están incluidos la defensa y la seguridad, la salud, la alimentación, los fertilizantes y el medio ambiente.
Los hospitales y las escuelas no se verán afectados, pero se les pide que reduzcan la calefacción y pongan el aire acondicionado a cierta temperatura. Las industrias en las que es muy complicado o imposible detener las líneas de producción también se salvarán.
Los demás sectores deberán estar preparados para parar la producción en las próximas semanas y meses, lo que nos devuelve a los cierres de empresas “no esenciales” durante el confinamiento, seguidos de los ERTE y las reducciones de jornada.
Es el manual más básico de la economía de guerra: inflación y carestía de la vida, racionamiento, recortes…
(*) https://www.lefigaro.fr/international/gaz-l-europe-bascule-dans-une-economie-de-guerre-20220720